Columna de Rodigo González: El Buen Patrón: ¡Jefes y empleados, uníos!

La razón por la que El buen patrón escapa a la categoría de sainete anecdótico con agenda social tiene que ver sobre todo con la soberbia actuación de Bardem. Sabemos que sus ambiciones no son mejores ni peores que las de cualquier mortal de su categoría, pero también hay amables matices y genuina humanidad en este patrón de pueblo chico.



Al director madrileño Fernando León de Aranoa lo conocimos en Chile hace 20 años, cuando se estrenó su película Los Lunes al sol (2002), protagonizada por Javier Bardem y Luis Tosar. Era una cinta formidable sobre un grupo de amigos golpeados por la cesantía en un puerto del norte de España. Bardem, en el rol de Santa, era el más combativo del lote. Un tipo instintivo y frontal, capaz de enfrentar aparentemente de la manera más plena aquellos lunes al sol del título. Es decir, aquellas jornadas en que aún en edad de seguir trabajando, él y sus amigos se la pasan de bar en bar, de frustración en frustración y de broma en broma.

La película llegó a Chile precedida por la fama de ostentar cinco premios Goya, entre ellos Mejor actor (para Bardem) y Mejor director (para León de Aranoa). Hoy aquel tándem se repite en El buen patrón (2021), un filme bastante menos duro, más cínico y también más consciente de su tono humorístico. A nivel de condecoraciones, la avalan seis Goya 2022, entre ellos los mismos del largometraje del 2002.

Si Los Lunes al sol tenía ecos del cine social del inglés Ken Loach, un realizador de vertiente socialista con dos Palmas de Oro de Cannes en su currículo, El buen patrón es un fresco post-ideológico que nos habla del mundo del trabajo desde la perspectiva opuesta. Es la del jefe, dueño del capital y financista de los sueños materiales de la clase media.

Simplemente se lo identifica como Blanco (Javier Bardem), propietario de Básculas Blanco, una eficiente y orgullosa fábrica de balanzas que le da de comer a medio pueblo, cerca de Madrid. Poseedor de una retórica envidiable a la hora de hablarle a sus empleados y capaz de convencerlos de que son su familia, Blanco está empeñado en que su compañía gane un premio municipal que beneficiará el futuro de ésta.

Para ello intenta contagiar de optimismo a la planta laboral, aunque hay un par de detalles que podrían echar todo abajo: el funcionario Miralles (Manolo Soto) mete la pata todos los días aquejado por un matrimonio en crisis y, lo más grave, el recién despedido José (Óscar de la Fuente) monta menuda protesta fuera de la compañía, siempre a voz en cuello, predicando las injusticias de Blanco a quien pase por delante y llamando la atención de los medios.

La razón por la que El buen patrón escapa a la categoría de sainete anecdótico con agenda social tiene que ver sobre todo con la soberbia actuación de Bardem. Sabemos que sus ambiciones no son mejores ni peores que las de cualquier mortal de su categoría, pero también hay amables matices y genuina humanidad en este patrón de pueblo chico. Por torcida y falsa que sea la fachada de su predicamento, uno siente más de una vez compasión por sus caídas y errores.

A ese nivel personal y falible, Blanco, Miralles y José pueden ser igualmente empáticos, abandonados por la mano de Dios y condenados a ser comparsas de la comedia humana.

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