Columna de Daniela Lagos: American Gigolo: Piezas desconectadas

Muchas de las conversaciones se sienten abruptas en su inicio y final, y hay motivaciones que no terminan de explicarse. Junto con esto, demasiados de sus personajes no son queribles (más allá de si son “buenos” o “malos”), lo que hace más desafiante el compromiso con ocho episodios de la producción recién estrenada en Paramount+.



En 1980, Richard Gere pasó de ser un actor del montón a ser uno de los rostros, y cuerpos, más reconocidos de la industria.

Eso lo logró con el papel de Julian Kay, el protagonista de American Gigolo, una película sobre un escort que se ve involucrado en una trama criminal, donde es acusado injustamente de asesinar a una mujer. Con una mezcla de críticas positivas y negativas, la cinta se convirtió en un gran éxito de taquilla y quedó en los libros de historia como la primera gran película de Hollywood que mostró un desnudo frontal de su protagonista masculino.

A 42 años de este estreno, y siguiendo con el ansia de la industria de revivir cualquier producto exitoso de cultura pop, Julian Kay está de vuelta, esta vez en una serie estrenada en la plataforma Paramount+. Pero no es Richard Gere el que interpreta al personaje, sino que esta vez es Jon Bernthal (The Walking Dead, The Punisher).

La historia es la siguiente: Kay ha pasado 15 años en la cárcel, cuando una confesión de un criminal a punto de morir lo exonera. Con su libertad recuperada, debe descubrir qué hacer con su vida, al mismo tiempo que reconecta con personas de su pasado e intenta descubrir quién lo quiso incriminar.

En una serie que se centra casi en su totalidad la trama de su protagonista, American Gigolo triunfa en un elemento clave: la actuación de Bernthal, quien entrega un rol consistente y recatado. Pero los puntos buenos, al menos en sus primeros episodios, no llegan mucho más allá.

Con una necesidad de ir contando la historia pasada, desde la infancia de Julian a todo lo que ocurrió para que terminara en la cárcel, la producción se mueve entre el avance de la historia y constantes viajes por la memoria, llenándose de escenas breves con las que no se alcanza a conectar, y que buscan en el melodrama algún tipo de profundidad.

Muchas de las conversaciones se sienten abruptas en su inicio y final, y hay motivaciones que no terminan de explicarse. Junto con esto, demasiados de sus personajes no son queribles (más allá de si son “buenos” o “malos”), lo que hace más desafiante el compromiso con ocho episodios. Quizás una película de dos horas era suficiente. Así, American Gigolo se suma a la creciente pila de producciones que es mejor no volver a revisitar.

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