Personas decentes: así es el regreso de Leonardo Padura

Leonardo Padura © Raúl Prado.

Publicado vía Tusquets, es la última novela del autor cubano y retoma a su clásico personaje, el detective Mario Conde. Con una historia ambientada en el 2016, un año movido en Cuba, el autor da cuenta de un libro en el que mantiene su rol crítico al castrismo, pero siempre desde una verja más sutil y menos confrontacional.


Si hay algo que caracteriza al género policial, es que se desenvuelve en sagas. Como una serie que acumula temporadas, pareciera que un solo libro no es suficiente para contar todas las hazañas de un detective o un asesino. Pasa el tiempo, el mundo cambia y los personajes también.

Ejemplos hay varios. Está la saga de Tom Ripley, de Patricia Highsmith; la del detective Maigret, del belga Georges Simenon; o el detective Heredia, del escritor nacional Ramón Díaz Eterovic. Y quizás el más insigne de todos: Mario Conde, el detective creado por el escritor cubano Leonardo Padura Fuentes.

Conde apareció por primera vez en Pasado perfecto, de 1981; y este 2022 vuelve a la vida en la novela Personas decentes, el nuevo libro de Leonardo Padura que firma vía Tusquets y que es una de las novedades del sello para septiembre. Acaso retomando el género literario que le hizo ganar un nombre como escritor.

Personas decentes se ambienta en el 2016, cuando Mario Conde ya tiene 62 años -4 menos que el mismo Padura- y hace más de 30 que no es detective. De hecho, a la profesión solo le dedicó 10 años, narrados en la Tetralogía de las cuatro estaciones (Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño). Es un personaje algo caótico, borracho, fumador, y por sobre todo, desencantado. Un halo de pesimismo se posa sobre él. Pero de repente el destino le hace una jugarreta, pues el jefe policial, Manuel Palacios, un antiguo subalterno suyo, le pide que lo ayude a resolver un caso.

Se trata de un asesinato. Quevedo, un exburócrata del régimen castrista que tenía muchos enemigos. Hacía las veces de censor de los artistas para que no se desviaran de las consignas de la Revolución, por lo que no escatimaba con acabar con las carreras de quienes no hicieran la genuflexión correspondiente. De algún modo, con él Padura armó un personaje alegórico. Así lo explico al matutino El País, ya que por estos días se encuentra promocionando el libro en la madre patria.

“Con él (Quevedo) sintetizo a varios personajes que lideraron el proceso de represión cultural que ocurrió en Cuba en los setenta y que respondía a ‘los parámetros’. Si no cumplías ciertos parámetros quedabas marginado y tenían que ver con que fueras homosexual, tuvieras creencias religiosas o ‘problemas ideológicos’. Cualquier cosa que se considerara fuera de la ortodoxia de un hombre en una sociedad socialista. Decenas de escritores y artistas lo sufrieron. Algunos murieron en el ostracismo. Y muchos de los que medraron en ese universo cultural sacaron algún provecho”, señaló Padura.

El escritor -oriundo de La Habana- siempre ha mantenido una postura más bien crítica del régimen castrista. Aunque su manera es más sutil. Utiliza un lenguaje más bien quirúrgico, cuidadoso, no inflamante y que de alguna forma permite saltarse cualquier censura. Está lejos de los ataques más abiertos de otros autores de la isla (y que les valieron persecución), como José Lezama Lima, o Reinaldo Arenas.

Es que para Padura, el fin político es más bien secundario. “Creo que hacer política desde la literatura es un error -dijo en entrevista en 2014 con BBC Mundo-. La literatura tiene sus propias reglas, igual que la política. Lo que ocurre es que en una sociedad como la cubana, con cualquier decisión, cualquier ejemplo, cualquier actitud de la cual tú hables, estás tocando un tema de carácter político. Hay escritores que se aprovechan o se exceden en el uso de la política a la hora de hablar de Cuba pero a veces es más efectivo cuando tú presentas una realidad determinada y le das un espacio al lector. Yo creo que los recursos artísticos pueden ayudar muchísimo al escritor a la hora de hablar de sociedades que son más o menos cerradas, sociedades en las que no existe una completa libertad de expresión”.

¿Por qué eligió el 2016? Fue un año movido para la isla. “La mejor relación con EEUU y la apertura económica hicieron parecer que iban a cambiar muchas cosas -dijo Padura a El País-. Hasta un tipo lúcido y pesimista como Mario Conde creía que iban a cambiar, pero al final no fue así. Vino Obama, vinieron los Rolling Stones, Rápido y Furioso, el desfile de Chanel, los negocios crecieron, la gente iba y venía a EEUU, surgieron proyectos…Y todo se desvaneció. Primero, porque el Gobierno cubano empezó a temer que se le fuera de las manos. Y después porque vino un señor que les hizo un gran favor que se llama Donald Trump. Obama no vino por ingenuidad política, sino por una visión diferente. Se dijo: si no hemos logrado cambiar las cosas en Cuba con la política de hostilidad, vamos a hacerlo con acercamiento”.

En la novela además se permite contar una historia paralela, que finalmente termina uniéndose con la de Conde. Está ambientada en otra época, como si fuera otro libro. Es en La Habana de 1910, en la persona del detective Arturo Saborit, quien relata una pugna entre Alberto Yarini y el francés Louis Lotot por el control del negocio de la prostitución. Todo a raíz de la muerte de dos mujeres.

Con pocos días en las vitrinas, no han surgidos muchas críticas o reseñas del libro. Aunque Juan Carlos Galindo, de Babelia, le dedicó palabras elogiosas: “Personas decentes es una excelente noticia para el género. No es fácil rematar una novela así a estas alturas de una serie y la ficción policial está llena de personajes deshinchados que caminan famélicos en continuaciones sin mucha sustancia”. Así, a los 66 años, Padura sigue demostrando su vigencia plena en un género literario históricamente mirado en menos por la crítica, pero que plumas como la suya no hacen sino prestigiar.

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