La historia de la caída de Carlos Müller, “el fotógrafo de la música chilena” formalizado por violación
En 2020, una serie de acusaciones que se difundieron por Instagram apuntaron a casos de acoso y abuso sexual por parte del profesional, quien era el más reputado en su rubro y había trabajado con gran parte de los mayores músicos del país. Hasta trabajó para The Rolling Stones.

Carlos Müller en algún momento escaló como “el fotógrafo de la música chilena”. Su labor era connotada y artistas tan diversos como Los Tres, Los Bunkers, Los Jaivas, Manuel García, Francisca Valenzuela, Gepe, Santaferia y Joe Vasconcellos llegaron a contratar sus servicios,
Además, fue fotógrafo oficial del festival Lollapalooza Chile entre las ediciones de 2011 y 2019. Como corolario, su logro más rotundo llegó en 2016, cuando el equipo de la banda inglesa The Rolling Stones lo contrató para que hiciera las fotos del recital de los británicos en el Estadio Nacional, contacto que hicieron a través de los organizadores locales del evento. A fines de esa temporada, una de sus imágenes fue escogida para la portada de la edición estadounidense de la revista Rolling Stone, como parte de un reportaje del conjunto, y donde Mick Jagger y Keith Richards aparecían relucientes en el escenario ñuñoíno.

Sin embargo, su nombre hoy adquiere otro significado. Durante la mañana de este viernes 25 de julio, el profesional fue formalizado por violación en el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago.
La formalización por cuatro delitos de violación, que habrían ocurrido entre 2008 y 2015, se desarrolla a poco más de cinco años de que se abriera la investigación por eventuales delitos sexuales.
El tribunal -a solicitud de la fiscalía- decretó las medidas cautelares de arraigo nacional, firma mensual y la prohibición de tomar contacto con las víctimas, a la vez que se fijó un plazo de investigación de 90 días.
Luego de que se conociera la noticia de que se llevaría a cabo la formalización, su abogado, Ramón Sepúlveda, señaló que “nos llama la atención una audiencia de formalización luego de tanto tiempo que la causa se mantuvo detenida. Este fue un caso que parte con una exposición mediática que luego quedó sin mayor avance. Ahora con la formalización conoceremos los hechos de forma precisa a fin de preparar los antecedentes de la defensa”.
El caso
El caso estalló en 2020. En la noche del sábado 11 de abril de esa temporada, una recién creada cuenta de Instagram, llamada @funacarlosmuller, publicaba una serie de denuncias de acoso y abuso sexual contra Müller.
Los testimonios eran casi todos de hombres que relataban escenas de acoso o abuso sucedidas hace años, cuando eran menores de edad. Algunos estaban narrados en textos, otros en videos, y un par mostraba pantallazos de antiguos diálogos con Müller. Entre los denunciantes figuraban jóvenes que con el tiempo se desenvolvieron en diversas actividades, como cantantes, músicos, youtubers, comunicadores audiovisuales o participantes de programas de TV.
El impacto fue inmediato. Gran parte de los músicos con los que Müller se vinculó laboralmente publicaron al día siguiente en sus redes mensajes de apoyo a quienes hicieron las acusaciones y condenaron el eventual accionar del fotógrafo. El revuelo y el hecho de que fueran menores de edad hizo que la Fiscalía Centro Norte actuara de oficio y que abriera días después una investigación para indagar el caso.
Culto realizó en esa época un amplio reportaje y conversó con uno de los gestores de la cuenta que destapó los casos. Pidiendo no publicar su nombre, contó que la plataforma se empezó a planificar un par de semanas antes. Además, según agregó, se eligió ese tramo de 2020 por un factor específico: ante las restricciones para trasladarse que había impuesto la crisis sanitaria por el coronavirus, la idea era evitar que Müller pudiera abandonar con facilidad el domicilio donde residía en Santiago.
El entrevistado en esos momentos dijo: “Muchos amigos fueron sus víctimas de acoso, los invitaba a su departamento en las Torres de San Borja. Sabíamos de su inclinación hacia los menores de edad y los recursos que utilizaba: su cercanía con artistas que los niños idolatraban, (ofrecía) book de fotos ‘gratis’ y promesas de ‘fama’. Todo esto era un patrón recurrente”.
Cuando la cuenta de Instagram, tenía un puñado de testimonios. Cuatro días después, llegaban a casi cincuenta. Gran parte de los involucrados compartía lazos de amistad o se conocía de un ambiente en común: el de las fiestas que entre fines de los 2000 y principios de los 2010 se organizaban a partir de Fotolog –el refugio virtual de moda por esos días- o en torno a tribus urbanas como los “pokemones”. Muchos de ellos fueron asistentes a eventos para menores de edad que se hacían los domingos por la tarde, algunos bautizados como Lollipop y que se llevaban a cabo en una discoteca capitalina.

Ahí, según los relatos, Müller era contratado por sus productores para tomar fotografías. En varios casos, y en una situación que se repite en muchos de los testimonios recogidos por La Tercera, Müller abordaba a los jóvenes a través del Fotolog, para ofrecerles sesiones o para que integraran su portafolio. Ahí utilizaba el apodo de Fotoshoc, con el que era célebre en el circuito. Por ese tiempo, en paralelo, ya trabajaba con músicos nacionales de renombre.
Uno de quienes entregó su testimonio en ese reportaje fue el cantante Dani Ride, hoy de renombre en Chile y representante del país en la Competencia Internacional del Festival de Viña 2025.
En este medio, el artista y también youtuber dijo: “Yo tenía 17 cuando él me empezó a hablar por Messenger. Iba en cuarto medio. En ese tiempo existían unas páginas de Fotolog que se dedicaban a subir fotos de chicos y chicas que fueran bonitos o tuvieran algo en particular, entonces, me subieron ahí, pusieron mi messenger y así fue como lo consiguió. Me dijo que me encontró guapo y me agregó. Yo no supe cómo reaccionar, pero yo quería encontrar gente con quien hablar, en ese entonces estaba muy depresivo, me habían abusado, un doctor a los 16 años. Yo me dedicaba a la música cristiana en ese entonces. Yo le contaba esas cosas, también que me daba miedo tener relaciones sexuales con mi novia, pero él me decía que tenía que asumir que era homosexual. Hasta ese momento yo sentía que era heterosexual, estaba pololeando, estaba enamorado y él siempre me insinuaba cosas: que terminara con mi polola, que yo era obviamente gay. Siempre intentaba hacerme sentir gay”.
Después siguió: “Era fácil manipular a un niño. La relación online duró aproximadamente un año tres meses, tenía mi confianza ganada, aún así yo tenía nervio de ir solo a su departamento. Me ofreció fotos gratis, me dijo que por ‘la buena onda’, por mis atados familiares. Yo lo admiraba mucho. Un día fui a su departamento. Me dijo que fuera solo”.
“En total me debe haber sacado como 30 fotos, luego me dijo ‘relájate’, me agarraba de la cintura, me acuerdo que me puso la mano en el bolsillo de atrás del pantalón, yo me sentía muy intimidado”, siguió narrando.

Otros testimonios recogidos en 2020 apuntan al mismo modus operandi: Müller contactaba a menores de edad, les prometía una sesión de fotos y los aprovechaba de invitar a su residencia para el hecho.
Su historia
Nacido en San Pedro de la Paz, Carlos Müller Cáceres es el menor de seis hermanos y se dedicó a la fotografía de forma autodidacta, cuando en la enseñanza media empezó a capturar imágenes de las bandas que pasaban por el Colegio Salesianos de Concepción, donde estudiaba. Aunque ingresó a la Universidad del Bio Bío a cursar Ingeniería Electrónica, durante los fines de semana seguía perfilando su hobby, esta vez de manera más formal, ya que colaboraba con el diario Crónica. Ahí descubrió que lo que más le apasionaba era retratar a músicos en su hábitat, en los conciertos.
Su primer trabajo más significativo, y algo así como el despegue de su carrera, vino en 2002, cuando la edición chilena de la revista Rolling Stone le encargó un seguimiento a Los Bunkers en Concepción. A partir de ahí, sellaría un trabajo de casi una década como el fotógrafo de cabecera de los hombres de Miño.
De hecho, fue uno de los pocos que integró el acotado círculo que supo con cierta antelación que el quinteto se reuniría en Plaza Italia para el estallido social. Los músicos se pronunciaron de esta forma en su Instagram oficial cuando se divulgaron los casos: “Queremos declarar nuestra absoluta solidaridad con todo menor de edad o adulto que haya sido víctima de las conductas de Carlos Müller, conocido fotógrafo de la escena nacional. Las situaciones descritas en redes sociales son absolutamente inaceptables”.

Con un prestigio creciente, hacia 2006 empezó a retratar a otro coterráneo, Álvaro Henríquez. Y también se convirtió en el hombre tras las imágenes del cantante y de Los Tres, capturando casi todas sus etapas de los últimos 15 años, incluyendo secuencias de backstage. En ese 2020, los autores de La espada y la pared también reaccionaron: “Esperamos que la justicia se pronuncie con el rigor que actos de este tipo ameritan”.
Según varios artistas consultados, Müller tenía al menos tres características que lo hicieron ganarse la confianza de la industria: su carácter reservado, lo que permitía que “se notara muy poco” cuando estaba apuntando con su cámara en shows, sesiones promocionales o camarines; el hecho de que la fotografía asociada a la música casi no existiera como disciplina en Chile, siendo él quien encarnaba una labor con escasa oferta pero que se fue haciendo cada vez más necesaria; y para muchos, era el único que en su trabajo sabía captar “la esencia de los artistas”.
Una virtud que, a la luz de los hechos, quedó sepultada para siempre.
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