Silvio Caiozzi, cineasta chileno: "Hacer esta película de alguna manera me revivió"

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Foto: Reinaldo Ubilla

El director de Coronación retorna este jueves a los cines chilenos tras 14 años de ausencia con ...Y de pronto el amanecer, ambiciosa producción de tres horas y 15 minutos ambientada en Chiloé.


Silvio Caiozzi (1944) está más inquieto que de costumbre. Este jueves vuelve a los cines chilenos con la película que él considera su obra más ambiciosa y tiene claro que el público chileno es un caballo chúcaro. Sentado en su oficina de calle Eliodoro Yáñez, toma café, gesticula, tose y saca cuentas sobre su próximo viaje al sur para promocionar el filme con Julio Jung y Sergio Hernández.

La historia de un viejo periodista que retorna a su Chiloé natal para saldar cuentas con el pasado le tomó 195 minutos de metraje y Caiozzi está seguro de que no podía durar ni un segundo menos. Su título es ...Y de pronto el amanecer.

"Cuando uno hace una película no piensa en la duración. Lo que más me importaba era darle voz y vida a los personajes", afirma el autor de Coronación (2000). En su filmografía, José Donoso es un referente en tres de sus cinco filmes. Si no lo adaptó, recurrió a él como guionista. Ahora, sin embargo, todo cambió. En ...Y de pronto el amanecer, que ganó el Festival de Montreal 2017, recurrió al escritor Jaime Casas (1949), con quien escribió esta historia que transcurre durante la niñez, la adolescencia, la vida adulta y la vejez de Francisco Veloso (Julio Jung).

Hastiado de su rutina santiaguina, Veloso viaja a Chiloé y se reencuentra con Miguel (Sergio Hernández), que nunca salió de la provincia. Luego, vienen saltos temporales hacia los años 40, 50 y 70.

Es raro pasar del mundo de José Donoso al de Jaime Casas

No tiene nada que ver con el mundo de José Donoso, que describe muy bien el encierro y la decadencia de las familias puertas adentro. Jaime Casas es todo lo contrario: es la naturaleza, el bosque, la luz, el amanecer. Propone la posibilidad de renacer cuando uno cree que ya está todo perdido.

¿Es su película más optimista?

Es curioso, pero creo que uno se va poniendo más optimista mientras pasan los años. De joven, se tiende a ser muy crítico y encontrar todo malo, pero ya más viejo se empieza a ver el vaso medio lleno, a valorar otras cosas. Eso es quizás lo que pasa con ...Y de pronto el amanecer, con un personaje que comienza a renacer.

¿Por qué deja pasar tanto tiempo entre sus filmes?

Hago películas cuando realmente siento la necesidad de llevar una historia a la pantalla y no me puedo quedar tranquilo si no lo logro. Es mi forma de trabajar. Puede que eso pase de nuevo luego, puede que sea en diez años o puede que nunca más haga cine.

Usted hizo publicidad durante años, ¿qué recuerdos tiene de ese período?

Nos fue muy bien, se ganaba dinero, casi no teníamos competencia porque a la larga éramos cineastas haciendo publicidad. Sin embargo, siempre me invadió la sensación de que hacía algo que no era lo que más me gustaba. La publicidad es como hacer un traje a la medida, uno trabaja para el cliente. No me daba ningún tipo de recompensa en términos creativos y, por el contrario, terminaba extremadamente cansado. Creo que si tuviera que rodar un comercial de seis meses, como fue el rodaje de ...Y de pronto el amanecer me moriría al segundo mes.

¿Qué encontró en este rodaje?

Esta película de alguna manera me revivió. La sensación de plenitud que a uno le provoca hacer algo que quiere, algo que le gusta, es incomparable. Te llenas de vida. Tengo varios achaques como asma o pre-diabetes, sin embargo al llegar a Chiloé y filmar en los bosques corría como una cabra.

¿Las salas le pusieron reparos por la duración de la película?

Para nada. Todo lo contrario. Y eso que desde un comienzo les comuniqué la extensión. Ahora el "tempo" de una película no lo impone un reloj, sino que la intriga y la trama.

¿Qué opinión le merece el bajo nivel de asistencia al cine nacional en 2017, con un 0.96 % de la audiencia general?

Es un fenómeno cíclico. Hubo una época, entre fines de los años 90 y comienzos de la década pasada en que el cine chileno llegó a concentrar hasta un 15 por ciento de la audiencia. En primer lugar, la falta de público se debe a que hay poco apoyo del Estado en la difusión y distribución de las películas. Muchas veces el público ni siquiera sabe que existe una película chilena que se está dando esa semana. El otro inconveniente tiene que ver con el reglamento de los fondos audiovisuales. Han ido cambiando para mal.

¿Por qué?

Porque complejizaron los formularios de postulación. Te equivocas en una nimiedad técnica y quedas fuera. Puedes ser un genio, pero si no manejas ciertas artimañas te dejan a un lado, pero por razones técnicas. Es más, hasta nació una profesión nueva en Chile a propósito de esto: son los tipos que se dedican a hacer estos formularios de postulación, que son difíciles y llenos de trampas.

Además cobran caro por hacerlo. Eso me parece indigno y asqueroso, por decirlo menos. Es una completa falta de respeto a nuestro oficio. Quizás hay alguien con un gran potencial como cineasta, pero que es tímido o no es capaz de estructurar de manera adecuada un formulario y sólo por eso queda fuera. Lo que sucede al final es que tenemos un fondo con dinero de todos los chilenos que privilegia beneficiar proyectos de personas con muy buena labia en los famosos pitchings (exposición pública ante un comité evaluador), pero cuya calidad a veces es mediocre. ¿Qué es lo que vemos al final? Un cine cuyo objetivo final era lograr el fondo, pero que no está guiado por la pasión de su creador. Son películas frías y a veces de acuerdo con la temática que le puede interesar al gobierno de turno. Ahora bien, obviamente hay películas chilenas extraordinarias. Eso no lo puedo negar, pero creo que la tendencia es a hacer cine bajo ciertas recetas o que vaya a presentarse en algún festival de un país del norte de Europa.

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