Por Polo RamírezEs el rector más joven del CRUCH y dirige la única universidad de su región: “Hay una deuda histórica del Estado con sus universidades”
Desde Copiapó, Forlín Aguilera, magíster en Salud Pública, nacido y criado en Atacama, defiende el rol de la Universidad de Atacama en el desarrollo regional, alerta sobre la falta de apoyo estatal y advierte sobre la disparidad que provoca la gratuidad. “Hoy vemos cómo muchos de esos recursos se van a universidades privadas sin ninguna regulación”, dice.

La Universidad de Atacama (UDA) hoy se encuentra en pleno proceso de acreditación. Esta institución pública, la única universidad que existe en la región, busca renovar así el nivel Avanzado que obtuvo el 2021. “Tuvimos la visita de pares de la Comisión Nacional de Acreditación la primera semana de diciembre y estamos a la espera del informe”, dice su rector, Forlín Aguilera, magíster en Salud Pública y en Ergonomía, que con 45 años es el miembro más joven del Consejo de Rectoras y Rectores (CRUCH).
Antiguo vicerrector académico y primer decano de su Facultad de Ciencias de la Salud, ha liderado un crecimiento exponencial de la UDA, que en doce años duplicó su alumnado —de 3.500 a 7 mil estudiantes— y aumentó sus facultades de tres a siete. “Sobre el 90% de nuestro estudiantado es de la región y como universidad pública y regional nos hacemos cargo de las necesidades que tiene nuestro territorio”, añade.
Por eso, al existente doctorado en Astronomía y Ciencia Planetaria, para 2026 agregarán tres más, entre ellos el de Minería Sostenible.
Dirige la única universidad de su región y es el rector más joven del CRUCH
Esta expansión requiere de un número cada vez mayor de profesores, además con muy buena formación. ¿Cómo ha sido el reclutamiento del cuerpo académico?
Es difícil atraer capital humano avanzado a la región. No obstante, hemos hecho grandes esfuerzos para generar una masa crítica que nos permita dar respuesta a cada una de nuestras formaciones. Pero aquí yo quiero mencionar algo: la UDA es la universidad que menos aporte fiscal directo recibe a nivel nacional: no supera anualmente los 2.400 millones de pesos, mientras que nuestra planilla de remuneraciones bordea los 27 mil millones de pesos anuales. O sea, no costeamos ni siquiera un mes de sueldos. Así y todo, la UDA ha incrementado sus indicadores en productividad científica, el apalancamiento de recursos para investigación y lidera proyectos de gran envergadura a nivel regional.
¿Cuál es la razón de este aporte fiscal directo tan bajo?
El aporte fiscal directo está compuesto en un 95% por un monto histórico, que es muy difícil moverlo, prácticamente imposible. Lo que se mueve es el 5% variable, pero son ajustes que terminan siendo mínimos, y provocan que, por ejemplo, la investigación se vea muy dificultada por la falta de financiamiento estructural. Pero a mi comunidad universitaria siempre le planteo que, a pesar de este complejo escenario, seguimos creciendo.

Esto no solo se lo escucho a usted sino que también a otros rectores de universidades estatales. ¿De qué manera se puede saldar esa deuda?
Acá hay una deuda histórica del Estado con sus 18 universidades. ¿Qué se requiere primero? Una voluntad política amplia. Las políticas públicas en términos de educación superior y de financiamiento, como por ejemplo la gratuidad, fueron creadas con un espíritu loable, pero hoy vemos cómo recursos de la gratuidad se van a universidades privadas sin ninguna regulación. Las universidades del Estado tenemos tremendas regulaciones, por ejemplo con el sistema de compra pública, y en un montón de ámbitos somos hiperregulados, pero no así las privadas, que utilizan los recursos de la gratuidad con total libertad. La gratuidad ha promovido el ingreso a la educación superior de estudiantes que de otra forma no habrían podido, pero creo que ha quedado corta en términos de la regulación del uso de esos recursos públicos en las universidades privadas.
¿Y cómo se corrige eso?
No puedo hablar por todas las universidades del Estado, pero desde la UDA digo muy responsablemente que cualquier institución que utilice recursos públicos debe tener igual regulación. Al mismo tiempo, hay flexibilidades que necesariamente debiesen tener las universidades estatales. Hoy tenemos una hiperregulación que coarta la posibilidad de moverse más rápidamente y nos vuelven universidades un poco más lentas.
¿Qué le parece el proyecto de fin al CAE y la creación del FES, el nuevo sistema de Financiamiento de la Educación Superior, que ha recibido críticas de parte de rectores de distintas universidades?
El CAE es algo que debe terminar. Y el FES viene a poner fin y cota a un sistema donde está incorporado el sistema bancario y que genera una tremenda deuda a estudiantes que financiaron su estudio de educación superior por esa vía. Hay cosas que pueden ser perfectibles, pero de lo que no existe duda es que el CAE debe terminar, y el FES es una alternativa mucho mejor de lo que existe hoy.
Pasando a otro tema, ¿de qué manera se involucra la universidad en el desarrollo futuro de la región?
Atacama ha crecido en términos mineros y somos la segunda región que más inyecta recursos al PIB, específicamente por la minería. Pero tenemos también un gran desafío en cómo somos capaces de diversificar las fuentes productivas de nuestra región, que ofrece tremendas oportunidades. Tenemos los cielos más limpios para la visión astronómica y en términos paleontológicos, somos uno de los laboratorios naturales más grandes del mundo. Por eso, para 2026 abrimos cuatro nuevas carreras, tres pedagogías —en Matemática, en Historia, Geografía y Ciencias Sociales y en Educación Diferencial— y una licenciatura en Ciencias que tiene tres salidas, todas pertinentes a nuestro territorio. Una es la mención en Física y Astronomía; otra es la mención en Medioambiente y Recursos Naturales, que responde principalmente a las necesidades de la industria minera; y la tercera es la mención en Paleontología. Así, seríamos la única universidad que estaría formando futuros paleontólogos.
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