Ricardo Lagos, Jaime Guzmán y Salvador Allende: Marcados por un nombre

Collage a 30 años del plebiscito

Un abogado, un futbolista profesional y un periodista -que pertenecen a distintas generaciones- reflexionan sobre el impacto que ha tenido en sus vidas llamarse igual a líderes políticos que marcaron la historia del país desde la Unidad Popular hasta la transición.


Ricardo Lagos, según Ricardo Lagos

[caption id="attachment_345585" align="alignnone" width="900"]

Ricardo Lagos González | Foto: Mario Telles[/caption]

-¡Ricardo Lagos!

-¡Ricardo Lagos!

Mientras el funcionario grita el nombre desde un mesón del tribunal, las personas que aguardan su turno para ser atendidas hacen comentarios en voz baja e intentan voltear la cabeza de manera disimulada. Incluso algunos trabajadores que se encuentran en las oficinas aledañas se asoman a la puerta para observar la situación. El llamado, una vez más, no pasa inadvertido.

Ricardo Lagos, abogado de la Universidad de Chile, se acerca al mesón para retirar un documento, ante la mirada atenta de los presentes.

-En algunas situaciones he sido abucheado y en otras aplaudido- explica entre risas.

A sus 54 años, Ricardo Lagos González aprendió a tomar precauciones cada vez que asiste a lugares públicos para evitar este tipo de anécdotas que le ocurren por llamarse igual que el ex Presidente. "Cuando voy al tribunal le digo a los funcionarios que si me llaman en voz alta sólo digan mi nombre y no mi apellido (...) Para mí no es muy cómodo, sobre todo estos últimos años que la figura del Mandatario ha disminuido", explica.

Durante su época universitaria en los 80', Lagos González nunca imaginó que uno de sus profesores en la carrera de Administración Pública -de la que también es titulado- se convertiría en el próximo Presidente de Chile. "En esa época yo desconocía su trayectoria, pero cuando me interioricé más, me impresionó. Es un político de mucho carácter que se atrevió a decir las cosas que muchos callaban en un momento difícil de la historia del país", dice.

Y cuando Ricardo Lagos Escobar se convirtió en Presidente de la República , Ricardo Lagos González comenzó a acumular una serie de anécdotas que le ocurrían -y le siguen ocurriendo- por compartir el mismo nombre de la primera autoridad del país. "Me acuerdo que una vez iba conduciendo de Melipilla a Santiago y un carabinero me paró para realizar un control de rutina. Cuando vio mi licencia de conducir me preguntó si yo era familiar del Presidente y yo le respondí que no iba a dejar que mis relaciones familiares interfirieran en su trabajo. Entonces el carabinero me entregó los documentos y me dejó ir", recuerda.

Pero lo cierto es que ambos Ricardos no tienen ninguna conexión familiar. "Que me pusieran así fue solo por azar", agrega.

Sin embargo, a medida que avanzó la transición, el abogado dice que fue testigo privilegiado de cómo el nombre del político socialista que una vez encaró a Pinochet en la TV, ya no tiene "la misma valoración que antes". "Él hizo muchas cosas, pero hoy la gente no las comparte del todo", asegura, mientras apunta al Transantiago, que califica como una política "nefasta". Para él, el hecho de que Lagos haya tenido que bajar su candidatura presidencial en 2017 es un ejemplo de esto.

Ricardo Lagos González también ha vivido su propia transición. Al igual que el dirigente del PPD trabajó en la campaña del No, pero en su caso desde el anonimato. Luego votó por todos los candidatos de la Concertación. Hoy, reconoce, que se siente decepcionado de que gobiernos que se denominaron "socialistas" no hayan "escuchado más a la gente". Con el paso de los años ha cultivado un sentimiento de desesperanza respecto a la clase política que dista mucho de lo que sintió hace más de 30 años cuando militó en la Izquierda Cristiana.

-¿Si pensé en ser candidato? Sí (ríe) porque estoy seguro de que si alguien hubiese visto mi nombre en la papeleta lo hubiese relacionado con Ricardo Lagos y habría votado por mí. Pero hoy no puedo estar más alejado de la política- reflexiona.

El Jaime de la transición

[caption id="attachment_345633" align="alignnone" width="853"]

El arquero de Rangers Jaime Guzmán[/caption]

Pese a que Jaime Guzmán Soto nació en 1993, dos años después del asesinato del fundador de la Unión Demócrata Independiente, al arquero de Rangers le ha tocado lidiar durante veinticinco años con las reacciones divididas que provoca su nombre en la gente.

-Fui conociendo quién era Jaime Guzmán a medida que fui creciendo- reconoce el deportista.

En el colegio, cuando hace un trámite en el banco, o cuando saluda a los hinchas de Rangers, nunca falta quien le hace un comentario por llamarse igual que el fallecido senador: "Me preguntan si estoy vivo", dice entre risas.

Por eso, a Jaime no le quedó otra opción que interiorizarse sobre la carrera política del líder del gremialismo - que también era aficionado al fútbol y al que le gustaba arbitrar partidos en el colegio y la universidad- para entender por qué genera reacciones encontradas. Así se ha formado su propia opinión del fundador de la UDI porque reconoce que en su casa se habló siempre poco de política: "Fue una persona que fundó un partido que hasta el día de hoy está vigente", dice sobre Guzmán.

Del golpe de Estado, que ocurrió 20 años antes de que el naciera, y el plebiscito opina: "Son hechos relevantes de la historia de Chile. Creo que deberían recordarse siempre porque las nuevas generaciones tienen que entender qué pasó en Chile. Dejarlo de lado creo que sería una falta de respeto a la memoria".

A Jaime justamente le preocupa la baja participación de los jóvenes en las elecciones y por eso hace un llamado a que se interesen en la política, sobre todo, cuando se cumplen 30 años del plebiscito.

Para él es importante que en las nuevas generaciones prime la tolerancia ante las distintas visiones políticas. Por eso le pide a los hinchas que creen que los futbolistas no deberían hablar públicamente de estos temas, que "respeten las opiniones de los demás". "Estamos en todo nuestro derecho, como cualquier persona de  expresar nuestra opinión, pero como somos figuras públicas creo que tiene que primar el respeto para que nadie se sienta ofendido", asegura.

Y en virtud de la misma libertad de expresión de la que habla, esta vez prefiere no revelar por quién votó en las pasadas elecciones presidenciales: "Es secreto", dice entre risas.

La importancia de llamarse Salvador Allende

[caption id="attachment_344913" align="alignnone" width="1280"]

Salvador Allende Silva | Foto: Mario Telles[/caption]

Desde lejos, Salvador Allende mira con atención a un grupo de hombres vestidos de uniforme que aguardan la orden para entrar a La Moneda. Se toma unos minutos para entender la situación ante los gritos de la gente que se encuentra a su alrededor. A través de sus lentes, observa que el perímetro está acordonado por lo que entiende, de inmediato, que estos hombres son los únicos que tienen autorización para ingresar. Nunca imaginó encontrarse con esta escena, pero ya no le queda más que esperar a que los uniformados terminen la tarea para la que fueron convocados.

La tarea: resguardar al Presidente Sebastián Piñera durante la presentación de los nuevos buses del Transantiago en la Plaza de la Constitución.

Es un día soleado de octubre y Salvador Allende Silva (32) opta por caminar rumbo a Morandé 80 -descartando su idea inicial de recorrer el Palacio- mientras carga una foto del ex Presidente socialista en la mano izquierda. Un cuadro que intenta colgar entre los enormes barrotes negro de un ventanal cerrado que está ubicado a un costado de la icónica puerta donde hace 45 años salió el cuerpo de un Mandatario que tenía su mismo nombre.

La carabinera que resguarda esta entrada lo observa con curiosidad y se acerca a hacerle unas preguntas.

-¡Recuerdo las primeras veces que los carabineros me pidieron el carné! ¡Las caritas que ponían!- dice mientras esboza una sonrisa.

Durante sus poco más de tres décadas, este periodista de profesión no ha tenido más alternativa que enfrentar a las distintas reacciones que provoca su nombre tanto en familiares, amigos, compañeros de colegio y universidad, y conocidos varios que se han cruzado con él en algún momento de su vida. Dice que esto le ha permitido ser un protagonista de la evolución que ha tenido la figura de Salvador Allende Gossens durante la transición.

-En los 90, recuerdo que el impacto de los adultos era más bien privado o serio, mientras en todo el mundo se inauguraban calles y plazas en su honor. Pero había gente que me felicitaba y me llamaban "Chicho" en modo de cariño- relata.

Bajo su ojo de espectador privilegiado asegura que los chilenos "pasaron del miedo al silencio, y luego vino un boom generalizado respecto a la figura de Allende y posteriormente un romanticismo mercantalizado de su imagen con el que se ha quedado pegada la gente, lamenta, porque asegura esperaría que fuera recordado "por su propuesta humana y política".

Salvador explica, además, que no se llama así por casualidad. Esto le permitió entender desde pequeño por qué compartía el mismo nombre de un Presidente que sigue provocando reacciones y sentimientos tan distintos en las personas a 45 años de su muerte. Dice que su padre – que trabajó activamente durante la Unidad Popular- se la jugó poniéndole así en un año "bien duro": 1986, que "coincide con la muerte de Rodrigo Rojas de Negri", cuenta. "Un personaje histórico de esta envergadura tiene y tendrá siempre detractores, pero creo que es incuestionable la calidad humana que tenía el Presidente Allende y la nobleza de sus actos con los que se ganó un lugar en la historia y en el corazón del Pueblo de Chile", reflexiona sobre la persona que inspiró su identidad.

Sin embargo, deja claro que si tuviera un hijo no lo llamaría Salvador: "No me gustan las dinastías en absoluto, sean de donde sean", dice.

Y se detiene, para agregar una precisión:

-Pero, claramente, no le pondré ni Adolfo, ni Benito, ni Augusto, ni Toribio.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.