Llanto y sonrisa de Lionel Messi

Las lágrimas de Messi y el contorno del que fue su escudo durante los últimos 22 años.

La sacudida deportiva, económica, familiar y emocional que ha provocado el inesperado y repentino viaje de Barcelona a París del mejor futbolista del planeta. Ayer no debutó en PSG, su nuevo club.


Lo primero que hizo Lionel Messi fue llorar. Jorge, su padre, llegó a casa tras reunirse con el presidente Joan Laporta y le contó que se tenían que ir del Barcelona. Y tras escucharlo se produjo el bajón, el “cómo se lo comunico a Antonella y cómo se lo decimos luego a los nenes”. Sobre todo a Thiago, el hijo mayor (cumple nueve años en noviembre) que tanto le suplicó “papá, papá, no nos vayamos” en agosto pasado, cuando el amago de fuga del burofax. Lionel siguió llorando luego hablando con su mujer, “nos amargamos”, y trazando la estrategia para suavizarle la noticia a los pequeños, también a Mateo (hace 6 el mes que viene) y Ciro (3). Y no logró dormir, ni descansar durante días, ansioso por esa incertidumbre de no saber qué hacer ni lo que iba a pasar, “cómo prepararnos a nivel familia”. Una familia afortunada y feliz, que lo tiene todo, pero de repente triste y expuesta. El padre por delante del futbolista y la lista Forbes. Messi persona.

Porque es verdad que en agosto de 2020, la temporada pasada, el mejor jugador del mundo tomó la firme determinación de marcharse. Harto de dejar de ganar y cansado de la gestión del entonces timonel, Josep María Bartomeu, comunicó a través de un correo electrónico certificado una intención de huida que pospuso finalmente para no meterse en líos judiciales con el club de su vida. Pero ahora quería quedarse, lo decidió en diciembre una vez que Bartomeu abandonó a empujones el sillón presidencial y antes incluso de que se conociera en unas elecciones el nombre de su sucesor. No fue el dinero ni la ambición deportiva (garantizados en su caso en cualquier lugar) lo que giró entonces la decisión, sino el apego a su zona de confort y la de los suyos. El hogar: Antonella, Thiago, Mateo y Ciro, tan importantes en la escenografía dramática de estos 10 días, presentes y militantes al lado de Messi en todos los actos de duelo y posterior reanimación.

Y de hecho la Pulga, 34 años, se iba a quedar. Lo tenía todo arreglado. El contrato de renovación diferida (expiró el 30 de junio, pero lo iba a firmar ahora), la importante rebaja salarial a la mitad (cinco años a razón de 35 millones de euros netos cada uno), el teórico visto bueno de LaLiga (eso le aseguró el Barça) y hasta la ropa preparada para volver a los entrenamientos. Pero de repente todo se rompió. Lo anunció el club en un frío comunicado esa misma tarde y trató de justificarlo a la mañana siguiente Laporta en una rueda de prensa en la que culpó de su marcha atrás a la normativa financiera de LaLiga (el límite salarial) y a la quiebra económica del club. Cuestiones ambas que estaban ya ahí durante las semanas previas, cuando el timonel las relativizaba ante la masa social y el entorno del jugador al grito de “todo va bien, la renovación progresa adecuadamente”.

Así que Lionel Messi tuvo que quedarse cuando pretendía irse y le obligaron a marcharse cuando se quería quedar. Y por eso, por el recuerdo emocional de 22 años vistiendo la misma camiseta, arropado por Antonella, por Thiago, por Mateo y por Ciro, lloró sobrecogedoramente también ante sus jefes, sus compañeros y una nube de periodistas (que se dedicó menos a preguntar que a piropear y ovacionar) en un acto de despedida en el que al menos sí quiso dejar claro el jugador que la ruptura no fue culpa suya, que más por quedarse no pudo hacer. “El club no lo sé”, añadió.

Messi en su despedida de Barcelona. (Photo by Pau BARRENA / AFP)

“Su decepción es muy grande, han quedado muchas preguntas sin respuesta”, afirma Guillem Balagué, el biógrafo oficial de Messi, al que también ha acompañado de cerca estos días de shock tanto en Barcelona como en París. “La sensación es que el Barça no lo ha dado todo… Estaba hablado, negociado, hechísimo, y de repente, no se sabe bien por qué, se va al traste. Y claro, para Lío es muy frustrante. Laporta había salido entusiasmado de sus reuniones con Javier Tebas (presidente de la Liga de Fútbol Profesional), ‘ya está, solucionado, solucionado’. Y luego se cae todo… Yo creo que Laporta está frustrado también porque el control del club no está en sus manos, eso es lo más grave. Mandan los que han puesto la plata (los que depositaron los avales para que pudiera ser investido: además de sus directivos, José Elías, presidente del Audax Renovables, y Banco Sabadell). No de nombre, pero el Barça se está convirtiendo en una sociedad anónima. Un club que siempre ha estado orgulloso de pertenecer a sus socios, pero ya no más, eso ya no se lo cree nadie”.

“Laporta no echó el resto por Messi”, suscribe Alfredo Martínez, el periodista que más veces le ha puesto voz a los goles del diez. De los 672 que anotó en sus 778 partidos de azulgrana, habrá faltado como mucho a seis. Y también cubrió a pie de calle con su micrófono radiofónico de Onda Cero estos días de emociones en Barcelona y París. “Echando cuentas y pensando hacia el futuro, en la revolución de Laporta ya no entraba Messi. 34 años, le quedan uno y medio buenos… no lo vio tan imprescindible. Y sacrificó su cabeza para no hipotecar la vía de la Superliga, que entiende más rentable que la liga nacional actual”, insiste. Una lucha de poder paralela como asunto de fondo.

Messi decepcionado. Por eso ya no repitió el abrazo efusivo del reencuentro en marzo, cuando Laporta fue nombrado de nuevo presidente, con el voto entre otros del propio jugador. El domingo, en la ceremonia de despedida, las cámaras del club no escondieron el saludo frío y protocolario, por pura educación, que el futbolista cruzó con el que no solo era su jefe sino también, o eso creía, su aliado. No ha habido declaraciones gruesas después, más bien una suerte de guerra fría, pero la relación ha acabado mal.

Y no solo con el jugador, Laporta queda manchado también para el barcelonismo. Conquistó la presidencia precisamente con la promesa de la continuidad del argentino, que lo arreglaba con un asado, que si no ganaba él los comicios el jugador no seguiría, y pasa a la posteridad como el hombre que no permitió que se quedara, el tipo que sacó a Messi del Barça. En la búsqueda desesperada por encontrar culpables o enemigos, hasta Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, ha tenido que saltar públicamente a defenderse y asegurar que su sombra no está detrás de la inesperada salida del ídolo.

A mí me impactó ver a Messi emocionado y con la voz entrecortada”, comenta Martínez; “me pareció tan humano, tan fuera de ese jugador que en la cancha no perdona, que es un ejecutor, un asesino implacable.... Y verle tan vulnerable, tan atribulado, tan tocado, me pareció increíble. Siempre ha sido un hombre de hierro. Incluso en el campo, cuando le pegaban patadas, nunca se quejaba. Parecía que era indoloro y que asumía todo y que tenía unas espaldas anchas… Y luego me llamó tremendamente la atención la capacidad de reacción que tuvo para, a los dos días, inmediatamente sonreír al llegar al aeropuerto de París y asumir el papel de nuevo rey midas del PSG. Ese cambio, ese giro de 180 grados, me pareció espectacular”.

La gente de Barcelona acabó contagiada del desgarro inicial de Messi. O más bien fue un llanto simultáneo. El hincha entró en visible depresión con la noticia del adiós del 10. Lo asumió como una tragedia. Y lo exteriorizó de forma variada, con incendios en las redes sociales y aglomeraciones en los alrededores del Camp Nou y de la propia casa del jugador en Castelldefels (por donde fueron pasando variopintos invitados, la mayoría futbolistas, en interminables sesiones de despedida), con pintadas o con abucheos a los que van a soportar los efectos colaterales: Umtiti, Pjanic o Griezmann, señalados por la masa por no rebajarse el sueldo para hacer hueco al argentino. Ya durante el trofeo Joan Gamper, se escucharon el domingo los desprecios hacia estos jugadores. Una banda sonora que, salvo que se vayan lejos, va a protagonizar en Barcelona la temporada de la vuelta del público a los estadios. Justo lo que se perdió Messi en su despedida. El cariño presencial de la gente.

Pero una porción de esa gente ahora no digiere las imágenes que tan sólo unas horas después de la tragedia proyecta París, las del entusiasmo colectivo de una ciudad y la felicidad absoluta y visible de su nuevo inquilino. Porque lo último que hizo Messi fue reír. Ya no llora. Y hasta ve el cambio de aires como una experiencia positiva para toda la familia. Incluido Thiago, que no sale estos días de la cabeza del futbolista: “Es como yo, lo está sufriendo muchísimo por dentro, sin expresarlo… Pero tampoco es nada grave, se va a adaptar”.

Messi, camino de su séptimo Balón de Oro, se ha encontrado con un equipo competitivo que le anima a pensar en la conquista de una nueva Champions, algo que para el Barcelona, el club donde llegó a conquistar 35 títulos, se volvió hace tiempo una quimera. Y también con un vestuario en el que se siente tan arropado o más que en el que deja, con su reencuentro con Neymar y sus paisanos Paredes y Di María. También con Mbappé, quién sabe hasta cuándo, su competidor actual por la supremacía individual del fútbol. La Pulga ya se entrena con ellos; está alegre y lo transmite.

Pero a la vez, su elección de repente lo penaliza. El Paris Saint Germain se ha convertido en un incómodo y frontal rival del Barcelona. Y por eso alguno de sus devotos se lo reprochan. “A Messi le va a pasar factura”, sostiene su relator de cabecera; “el PSG es uno de los equipos más odiados por el seguidor culé. Eso hay quien no lo va a perdonar. Gente que cuando ya no vistes la camiseta azulgrana, te repudia; integristas. Ya lo he notado en las redes sociales. Me dicen, ‘basta ya, ya no nos interesa Messi, habla del Barça’. Pasan página, algunos muy dolidos ya no le veneran como el Dios Messi que había sido”. A la vista aún son minoría.

El caso es que en el Paris Saint Germain ya lo idolatran. Messi ha disparado la ilusión, pese a que ayer no debutó como muchos esperaban. Lo prueban esas largas filas en la tienda del club para hacerse con la camiseta del equipo con su nombre y su dorsal 30 serigrafiados. El primer día se agotaron en poco más de una hora las existencias. El segundo, el club anunció que en sus puntos de venta oficiales ya se habían vendido 550.000 unidades. A 170 euros la prenda, la recaudación va por los 93.500.000 euros, una cantidad superior a lo que va a cobrar el jugador en las dos temporadas firmadas (41 millones de euros netos de ficha al año; 40 millones más como prima de fichaje por agente libre al margen). El club francés se frota las manos. Messi como negocio.

Todo lo contrario que en Barcelona, donde un estudio de Brand Finance ya ha calculado los destrozos. La consultora estima que la partida del argentino sacrifica el 11% de los 1.266 millones de euros del valor de marca del club. La pérdida potencial de 137 millones corresponde a 77 en ingresos comerciales, 17 por los del día del partido y resultados en cancha y 43 millones en ventas de camisetas y merchandising.

El caso es que Messi, el futbolista tranquilo, ha vivido los diez días más ajetreados y diferentes de su vida. Una sacudida que ha impactado en todo el planeta. Un trayecto nuevo en su biografía, desconocido. Lionel, que creía haberlo vivido todo, nunca había dicho adiós. O no de esta forma tan mediática y universal (sí tuvo que despedirse de Argentina a los 12 años para viajar a Barcelona, y también lloró, aunque en soledad, por la familia dividida: su madre y sus hermanos se quedaron en Rosario; su padre le acompañó a él). Y tampoco había saboreado el ambiente de un fichaje, el calor de un recibimiento masivo por un cambio de aires. Y en esas uno disfruta y se ríe. “Si quieres entender lo que ha pasado, está todo ahí. En las lágrimas de Leo y en la sonrisa de Leo, esa transformación”, sentencia Balagué. “En su rueda de prensa de despedida, estaba lo que dijo, lo que dejó entrever y las lágrimas. Esa exposición emocional de alguien que odia exponerse a ese nivel es una ventana para ver lo que le pasa a veces a los futbolistas de élite. Creemos que el dinero puede con todo, pero a veces no es suficiente. Suena fatal, pero sí, Messi se quería quedar. Y enseguida se ha recuperado y está maduro y fuerte, y se plantea lo siguiente con ilusión”. Junto a Antonella, a Thiago, a Mateo y a Ciro. Todo reducido a la intimidad de una pequeña familia cuyas emociones se propagan a nivel mundial.

Sigue en El Deportivo:

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.