Jorge Correa Sutil: “Ha habido una discusión muy escasa, muy pobre, respecto de los contenidos constitucionales”

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“A la Constitución hay que entrarle con una goma en vez de un lápiz”, afirma el abogado constitucionalista. Cree que se han creado expectativas muy altas de lo que puede hacer una Constitución, y pone de ejemplo las demandas desde el mundo de la cultura y las ciencias. “Las constituciones no pueden sustituir las políticas sociales para satisfacer los derechos económicos sociales”, dice.


El abogado Jorge Correa Sutil dice que ha estado atento a los caminos que va tomando la discusión constitucional. Le preocupa la sobreexpectativa -afirma- que existe en ciertos sectores, que ven una nueva Constitución como la solución a todos los problemas. Su crítica va dirigida en especial a las voces que han enfocado las demandas de los derechos económicos, sociales y culturales.

Tiene esperanza en que el proceso constituyente sea una oportunidad, en especial para el mundo político, para recobrar su legitimidad. Sin embargo, dice tener “menos expectativas en el cambio mismo del texto de la Constitución, no me parece que el texto mismo vaya a cambiar mucho”.

¿Cómo ha visto el debate constitucional? ¿Qué rumbo ha tomado?

Hay esperanza. A mi me parece que la política requiere de una renovación muy significativa para recuperar su legitimidad, y el debate constitucional nos abre la posibilidad como país para que eso ocurra. Tengo menos expectativas en el cambio mismo del texto de la Constitución, no me parece que el texto mismo vaya a cambiar mucho, y me parece que ha habido una discusión muy escasa, muy pobre, respecto de los contenidos constitucionales. Cuando ha habido, esta se ha concentrado en derechos económicos, sociales y culturales donde me parece que lo que la Constitución puede dar es muy poco.

Mi sensación es ambivalente: por una lado, la sensación de que tenemos al fin un canal donde se pueda discurrir una solución a la crisis de la política, pero por otro también un temor de haber puesto en la Constitución expectativas que no deben ponerse en ella. Un momento constitucional puede renovar la forma de hacer política, que está en una profunda crisis en Chile, pero las constituciones no pueden sustituir las políticas sociales para satisfacer los derechos económicos y sociales. Siento que hay muchas expectativas puestas en ello.

Han surgido propuestas como la cultura como bien público, el rol de la ciencia, entre otros. ¿Hay candidez?

La Constitución puede decir muy poco. Si usted lleva estos temas a la Constitución, lo único que puede lograr es que estos temas terminen judicializados, o sea, que terminen los jueces resolviendo cuánta cultura debemos recibir, y a mi me parece que eso es un error político muy grave. La satisfacción de derechos económicos, sociales y culturales requieren de políticas públicas, no de declaraciones críticas en la Constitución. Alemania es el mejor ejemplo de que cómo sin derechos económicos, sociales y culturales en la Constitución, porque no los tiene, el Estado es un Estado benefactor.

¿La Constitución alemana es un buen ejemplo para basarse en la redacción, si gana el apruebo?

Las constituciones serias en el mundo, las que más han durando, las que más admiramos, la de Estados Unidos, la de Alemania, ninguna de ellas tiene derechos económicos, sociales, culturales, y permiten que la política electoral habitual, la cotidiana, resuelva. En Estados Unidos lo ha resuelto con un esquema bastante liberal, y en Alemania con un esquema socialdemócrata.

Deben garantizar una democracia política, y ella debe elegir las políticas económicas. No es la Constitución la llamada a restringir la democracia política y socioeconómica. Ese fue un veneno que puso en la Constitución la Dictadura Militar que intentó asegurar un cierto neoliberalismo, intentó asegurar una cierta castración del Estado desde la Constitución. Ese veneno no debiera volver a tomarlo la izquierda, en el sentido de intentar asegurar ahora un estado benefactor o un estado social demócrata o un estado muy activo, desde la Constitución.

A la Constitución hay que entrarle con una goma en vez de un lápiz. De tal manera que sea la ciudadanía en elecciones periódicas la que resuelva su destino entre opciones perfectamente democráticas, como son el neoliberalismo o la socialdemocracia. El hecho que la dictadura haya abrazado el neoliberalismo no significa que éste sea contrario a la democracia, es una opción perfectamente democrática. Ni Thatcher ni Reagan fueron contrarios a la democracia.

¿Los mejores textos constitucionales, a su parecer, son directos y sencillos?

Son textos que regulan con mucho detalle el ejercicio del poder, determinan las competencias de los distintos órganos. Una Constitución que se basa en reglas, no en principios, muy precisa. Cuánta competencia tiene la Controlaría, qué le corresponde al Presidente, qué a los alcaldes, qué al poder regional. Cuánto poder va a ejercer cada uno de los órganos, en lo demás debe simplemente prohibirles a estos órganos interferir con ciertas libertades básicas que son precondición de la democracia. Lo demás corresponde al juego político.

¿Qué pasa con la crisis social que reflejó la poca representación de la gente con el órgano electoral, con los políticos mismos?

Yo creo que esa es la crisis que tenemos, eso debe remediarse con mucha mayor transparencia, con instancias de participación y con una nueva reflexión respecto al sistema electoral y de inscripción de candidaturas. De alguna forma hay que mantener este espíritu de que el poder sí pertenece al pueblo, que se ha recuperado a partir del llamado al plebiscito. Hay que lograr que la política nunca se enajene de sus sentidos populares. En ese sentido la Constitución sí puede hacer mucho más.

Ud ha dicho que no ha visto ningún malestar específico sobre alguna norma constitucional, sin embargo, han surgido debates desde academia para hablar, por ejemplo, de la Constitución y el medio ambiente. ¿Realmente cree que no hay normas que inciten un malestar?

Un malestar popular no, sí hay entre especialistas, por cierto. Yo tengo normas favoritas o que quisiera cambiar, pero no me parece que en la protesta social y en su encauzamiento hacia una Constitución haya un sentir popular contra alguna norma específica de la Constitución, como lo fue el cambio constitucional de 1891 o el de 1925 que claramente fueron cambios para redistribuir la forma del poder. Aquí yo no veo que las protestas hayan tenido un sentido parlamentarista, federalista o personalista. No ha tenido alguna de esas dimensiones que son propiamente constitucionales.

Por ejemplo, usted menciona tema del medio ambiente. Pero el tema del medioambiente no se soluciona con una u otra regla constitucional. Por Dios, ¿de qué nos sirve tener en una Constitución una lírica declaración de que tenemos derecho al medio ambiente? Éste se juega con una buena regulación respecto de la contaminación máxima de cada producto y luego con una institucionalidad de aprobación o rechazo de los proyectos de emprendimiento que dañan el medio ambiente. Eso se logra con la ley, con el sistema de impacto ambiental y con los tribunales ambientales.

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