Monarcas por 8 años

piocha
Banda presidencial y piocha de O'Higgins. Foto: Agencia Uno

Pensar la reelección presidencial implica pensar no sólo en el sistema electoral sino que, sobre todo, en la forma de Gobierno que actualmente rige a nuestro país. La reelección combinada con el sistema hiperpresidencial puede ser un cóctel explosivo.


La reelección del Presidente de la República es un tema nuevo en la historia de Chile. Recordemos que durante gran parte del Siglo XIX estuvo permitida la reelección inmediata. Así, durante casi 40 años hubo reelección sucesiva de los Presidentes Prieto, Bulnes, Montt y Pérez. Luego de guerras civiles y otros conflictos políticos, a partir de 1871, se estableció cierto consenso en Chile de la necesidad de prohibir la reelección inmediata del Presidente de la República. Así, nadie, ni siquiera Pinochet en su Constitución de 1980, propuso la reelección presidencial como posibilidad.

En Latinoamérica la reelección presidencial ha sido un tema igual o más controvertido aún. Desde el "Porfiriato" y la Revolución Mexicana, el asesinato del recién reelecto Presidente Obregón en México en 1928, la reforma constitucional de 1949 que permitió la reelección de Juan Domingo Perón y eliminada después de la "Revolución Libertadora", la Constitución peruana de 1993 que permitía la reelección de Fujimori, el Pacto de Olivos de 1994 para autorizar la reelección de Carlos Menem, la reelección del actual Presidente Morales en Bolivia, entre otros; son casos patentes de las dificultades políticas y efectos negativos que trae en nuestros sistemas políticos la reelección presidencial.

Actualmente, en Chile la reelección constituye la regla general respecto de las autoridades sometidas a la elección popular. Así, alcaldes, concejales, consejeros regionales, diputados y senadores no tienen límites para volver a postular a sus cargos. Por otro lado, el próximo año elegiremos a los Gobernadores Regionales, a quienes sólo se les permite una reelección, pudiendo administrar la región por un período máximo de 8 años consecutivos. Además, hemos sido testigos de más de una decena de proyectos de ley o de reforma constitucional que buscan, precisamente, limitar el número de reelecciones de estas autoridades.

¿Por qué autorizar una reelección para el Presidente de la República? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de esta decisión? Se arguye que el período de cuatro años es un período muy corto para los Presidentes de la República, lo cual inclinaría la balanza hacia el populismo e impediría la correcta creación e implementación de políticas públicas de largo aliento.

Sin embargo, dicho argumento no toma en cuenta que el régimen de Gobierno en Chile es "hiperpresidencial", en que el Presidente es prácticamente un monarca y el dueño del sistema político, quien impulsa y marca los ritmos políticos del país, a diferencia del resto de las autoridades que tienen menor  poder político real. Por ello, una reelección presidencial implicaría cuatro años de campaña electoral, con la correspondiente tentación a utilizar la institución presidencial y sus facultades para lograr la reelección, fomentando el populismo e incluso el uso de recursos públicos en campañas electorales.

Por lo anterior, y para lograr el objetivo planteado, la solución acorde al sistema político chileno  es alargar a 5 o 6 años el mandato presidencial, manteniendo el veto de más de 148 años a la reelección presidencial. Pensar en una reelección sin acceder al cuarto de máquinas de la forma de gobierno constituye un error que podría pagar caro el sistema político chileno. Asimismo, urge limitar el número de reelecciones inmediatas para parlamentarios, alcaldes, concejales y consejeros regionales, que podría reelegirse, pero no indefinidamente, dada sus facultades limitadas, comparadas con las hipertrofiadas facultades presidenciales.

Pensar la reelección presidencial implica pensar no sólo en el sistema electoral sino que, sobre todo, en la forma de Gobierno que actualmente rige a nuestro país. La reelección combinada con el sistema hiperpresidencial puede ser un cóctel explosivo que aumente aun más las tentaciones populistas y campañeras, al menos, los primeros cuatro años de la "monarquía" presidencial.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.