Columna de Iván Poduje: La Ratonera (ex Plaza Dignidad)

Entrada principal de la estación Baquedano. Foto: Juan Farias / La Tercera


Por Iván Poduje, arquitecto

En pleno estallido, la flamante embajadora Beatriz Sánchez lanzó una noticia falsa que pudo haber terminado en tragedia: denunció un centro de torturas de Carabineros en la estación Baquedano del Metro. Las turbas se fueron encima del lugar e intentaron quemarlo con trabajadores en su interior, lo que fue impedido gracias a los refuerzos de las puertas. Furiosos por no poder dignificar el lugar, estos luchadores sociales destruyeron todo, dejando la estación inutilizada.

El diseño original del Metro Baquedano contemplaba una plaza hundida, que permitía ventilar el lugar y ordenar la afluencia hacia las boleterías como ocurre hoy en Los Leones. Esa plaza fue testigo de la brutal devastación que ocurrió bajo el concepto más distorsionado de nuestra historia urbana reciente: la famosa e infame “Plaza Dignidad”.

Primero el Metro Baquedano fue usado como cantera por los barra brava de la Primera Línea, que picaron sus pavimentos, para lanzárselos a Carabineros con hondas y catapultas. Luego la plaza hundida –ahora de tierra- fue usada como fumadero de pasta base, baño y motel informal. Posteriormente los artistas del estallido comienzan a resignificarlo. Pintaron los muros con imágenes de políticos baleados o colgados de una horca y pegaron retratos de personas fallecidas copiando, de forma banal e infame, la gráfica de los detenidos desaparecidos.

Al centro de la plaza hundida existía un árbol cuyas ramas se secaron por el efecto del fuego y el polvo de las lacrimógenas. Entonces los artistas colgaron unos pequeños maceteros, fabricados con botellas de plástico partidas por la mitad y ahí plantaron porotos, arvejas, cilantro y cannabis, que regada con agua de guanaco, generaba un potente efecto alucinógeno. Luego arreglaron algunas jardineras, con más plantas mezcladas con figuras propias de la santería narco. Entonces nace el “Jardín de la Resistencia”, dando inicio a la fase más delirante, que incluyó procesiones con la escultura del “Matapacos” cual virgen de Andacollo sujetada por barristas, médicos sin fronteras y estudiantes engrupidos.

Los controladores del “Jardín de la Resistencia” amenazaron con penas del infierno si los sacaban, lo que intimidó a los tímidos ministros del ex Presidente Piñera. Con el cambio de gobierno vinieron novedades. Se anunció que la estación sería recuperada con una plaza abierta más pequeña y un “memorial” en recuerdo del bizarro santuario jardín. El lugar fue cerrado con unas barreras de hormigón y unos muros que impedían ver qué ocurría adentro. Luego de meses de espera por fin vimos el resultado.

El “Jardín de la Resistencia”, emblema de la “Plaza de la Dignidad” que había despertado a Chile, había desaparecido por completo. Fue tapado con cemento, dejando un pequeño acceso a la estación, bautizado como “La Ratonera” en redes sociales, por su similitud con la madriguera que ocupan las lauchas capitalinas. No quedó ninguna huella de la resignificación forjada por el pueblo trabajador. Se perdieron los huertos regados con agua de guanaco y dicen que el memorial fue descartado gracias a la gestión de la alcaldesa Evelyn Matthei.

Pese a esta profanación los colectivos no protestaron ni quemaron nada. ¿Qué explica su pasividad? Simple: ahora son gobierno y están cobrando. Contratos, consultorías o pensiones de gracia pueden compensar la pena de ver el “Jardín de la Resistencia” tapado con cemento. Imagino que lo mismo ocurrió con esos ciclistas enajenados que iban a funar autoridades vendidas al modelo. ¿Los recuerda?. Ahora están callados pese a las volteretas del Presidente con Carabineros o el compañero lobista Pablo Zalaquett.

La actual oposición debiera tomar nota de esto, porque es evidente que si gobiernan, los revolucionarios volverán a ponerse violentos. Para evitarlo basta implementar alguna medida que les duela en lo más preciado que tienen: su bolsillo. Con un rompe paga efectivo, nos evitaremos que sigan destruyendo la ciudad cuando dejen de cobrar.

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