Columna de Xavier Peytibi: ¿Y ahora qué, Pedro Sánchez?

Pedro Sánchez
Pedro Sanchez se saca una selfie en Sant Boi de Llobregat, cerca de Barcelona, el jueves 2 de mayo. Foto: Reuters


Por Xavier Peytibi, consultor de comunicación política en Ideograma

Después de la tempestad no es tan seguro que llegue la calma. El miércoles de la semana pasada Pedro Sánchez sorprendió cuando, a través de una carta abierta dirigida al público, anunció que se tomaría unos días para reflexionar. Con el paso de esos cinco días, la idea de que iba a dimitir se acrecentó. El lunes, con toda España mirando la televisión, continuó sorprendiendo al decir que no iba a dimitir, a la vez que pidió la movilización de la ciudadanía por el bien de la democracia.

Pero si su carta personal era una muestra de humanización y de “hombre común” con el que empatizar por su dolor, su presencia en la Moncloa el lunes y bajo el escrutinio de las cámaras fue su regreso como Presidente. De la personalización se pasó al liderazgo ideológico: en su versión, él es la víctima, sí, pero se presenta a su vez como el muro de contención contra la desinformación de la derecha y de la mala política. Como si apoyarlo a él fuera apoyar a la democracia, como líder simbólico que aglutina a la izquierda y a los defensores de la democracia.

En lo que resta de legislatura, sigue siendo imperativo no descontrolar sus débiles alianzas para seguir gobernando, pero su mayor desafío será mantenerse en la mente del elector —y no será fácil— como el adalid de esa lucha a favor de la democracia. Para hacerlo, deberá lograr personalizar en él esa lucha. O se está con él o contra él, con un previsible aumento de la polarización política en un país ya polarizado.

Otro desafío (no menos importante) será mantener la movilización electoral, al menos, a corto plazo. Esta segunda idea se verá pronto si ha funcionado, en las próximas elecciones catalanas del 12 de mayo y en las elecciones europeas del 9 de junio. Es un nuevo Pedro Sánchez, pero con los mismos objetivos de siempre: ganar, ganar y ganar. Se trata, en esta legislatura, y preparando la siguiente, de transformar símbolos en votos.