Amélie Nothomb, escritora: “La pandemia ha sido la enfermedad de la soledad”

La escritora belga Amélie Nothomb, autora de Sed. Foto: Johanna Marghella

En Sed, su última novela, esta narradora belga narra la pasión de Jesús en primera persona, con la historia de un Mesías que sufre: “Me parece más interesante pensar en él no como hijo de Dios”. También aborda los tiempos actuales, al señalar que en la post-pandemia “lo más difícil es la presencia, porque siempre pensamos en otras cosas”.


Su estampa clásica, a estas alturas su marca registrada, emerge tal cual en la pantalla, una mañana chilena, a través de Zoom. Rostro muy pálido, pelo muy negro, a menudo en tenidas del mismo color, labial rojo. Es una conferencia con periodistas para hablar de Sed (Anagrama), su última novela, y acaso la más compleja de su trayectoria, pues intentó meterse en la piel de Jesús en la cruz.

El resultado ha sido celebrado tanto por su originalidad como por su visión iconoclasta: bien puede ser de las mejores de su carrera. Una muy productiva (casi una novela por año), y con mucho brillo. Novelas como Estupor y Temblores, Biografía del hambre, Golpéate el corazón, Los nombres epicenos, entre otras, revelan ese estilo “Nothomb”, tan propio, la agudeza de su mirada y de su prosa. Hija de un diplomático belga, no paró de viajar y desarraigarse desde que nació. Infancia en Japón, viajes desde China a Estados Unidos, pasando por Birmania y su natal Bélgica: quizás de allí provenga, en parte, la extrañeza y la intensidad de su premiado trabajo.

La conferencia transcurre en Madrid, en formato híbrido: periodistas de España concurren de manera presencial; latinoamericanos, vía remota. A pesar del formato híbrido y sus desafíos para la concentración, Nothomb se ve cercana y amable. Toma preguntas de acá y de allá, se da el tiempo para responder con atención e interés, mientras la traductora al español hace grandes esfuerzos para alcanzar a transmitir las palabras exactas que ella emplea para describir su novela número 18.

Amélie Nothomb ha escrito novelas como "Estupor y Temblores", "Biografía del hambre", "Golpéate el corazón", "Los nombres epicenos", entre muchas otras. Foto: Johanna Marghella

Sed es el proyecto más antiguo y el más importante de mi vida”, dice al partir, con mucha convicción. “Tenía tres años cuando mi padre me habló de Jesucristo. En ese momento me di cuenta de que sería para mí como un superhéroe; había encontrado a mi superhéroe. Y sabía que, de un modo o de otro, me acompañaría durante mi vida. No sabía que iba a ser escritora, pero cuando empecé me di cuenta que tendría que escribir algo sobre él. Pero que necesitaría todo un camino; que esto no se iba a hacer de un día para otro; que necesitaría, de alguna manera, adquirir músculos, y que necesitaba entonces escribir mucho, y he estado practicando durante muchos años”, afirma.

El momento preciso para este proyecto tan ambicioso llegó a los 50 años. Su diálogo interior fue más o menos así: “Pensé: mira tu edad, estás a punto de empezar a envejecer, vas a perder tus fuerzas. Ya sé que no estás lista para escribir este libro, pero tírate a la piscina porque luego será demasiado tarde”, cuenta.

¿Qué libro quería escribir sobre Jesús? ¿Cuál sería su tono? Primero supo lo que no quería hacer: la historia de Jesucristo, pues “ya la han escrito muchas veces, y es una historia magnífica: Belén, el establo, los animales…”. Lo que ella quería escribir era “la historia de la cruz. Y eso plantea un problema, porque precisamente es lo más difícil”, afirma.

Su libro, aunque no fue escrito en pandemia, lo estamos leyendo sin que haya terminado. ¿Cómo usted relaciona su libro, que justamente trata del dolor, de la incertidumbre, con que está siendo leído en momentos de pandemia global, que ha traído eso mismo a todas y todos? -le preguntamos.

Es terriblemente fuerte. La última palabra de Sed -y piense usted que la última palabra es muy importante- es soledad. Y la pandemia para mí ha sido la enfermedad de la soledad. Hemos estado todos condenados a la soledad. No sé cómo la ha vivido usted, pero el hecho de estar encerrados en la casa… Yo estuve en París, en mi departamento, he vivido esta pandemia como una soledad muy larga. Acababa de escribir Sed, y de verdad que tuve la impresión de que era un libro premonitorio. Hemos vivido una larga pena de soledad. Es un poco como la condición de la prisión, que no es sólo la imposibilidad de salir, es también la soledad- asegura.

Y luego agrega: “Sueño con volver a América Latina. Ojalá se acabe pronto la pandemia para que esto sea posible”.

Insultos y felicitaciones

El Jesús de Nothomb es muy particular. Nada de superstar, como dijo La Presse. Duda, se queja, teme. Sobre todo, sufre y padece. La sed, justamente, es aquello que lo hace humano. La evidencia de la carencia, la urgencia por solucionarlo, es lo contrario de cualquier tipo de omnipotencia.

Para escribir ese padecimiento, Nothomb decidió “subirse a la cruz”. Eligió la primera persona singular, pues pensó que tenía que tener como una cámara, estar dentro. “La verdad es que viví esta historia en primer grado durante toda la escritura. Fue muy duro. Y quizás fue la más dura de todas mis novelas”, cuenta. Desde que se levantaba en la mañana, pensaba: “ahora tienes que volver a subir a la cruz”.

Dice que Sed es como un Evangelio. Que los ha leído todos y le parecen admirables como textos, pero que tienen algunas lagunas. “Creo que les falta el cuerpo. La crucifixión precisamente es el cuerpo, por lo que intenté escribir el Evangelio del cuerpo. Y de ahí el título, Sed. Es el único título posible, que es la unión entre el cuerpo y el espíritu. De hecho, yo soy una campeona de la sed. Vean cómo me resisto a esta botella de agua para honrar el tema del que estamos hablando”- dice mirando la que tiene al frente. “Si no saben lo que es la sed, les sugiero que pasen todo un día sin beber y entenderán lo que es”.

La reacción a su “evangelio” ha sido controversial, aunque por cierto nunca fue su idea hacer un libro religioso. En su opinión, ha sido un malentendido increíble, tanto en Francia como en Bélgica. “Tanto los creyentes como los no creyentes se quejaron. Unos pensaban que era blasfematorio, los no creyentes me decían que era un libro religioso, y yo tenía ganas de decirles a todos que no es un libro religioso. Es una novela. Es una persona que acepta un dolor infame y mi reto era cómo explicar este misterio”, afirma.

Se le pregunta si ha recibido reacciones de parte de la Iglesia. “El Vaticano fue muy tibio. También diría que gracias a Sed recibí mis primeras cartas de insultos de curas. Y también recibí cartas de curas jóvenes, son muy bonitas, y me agradecían este libro. Podríamos resumir diciendo que la Iglesia joven es favorable al libro, y la vieja Iglesia es bastante tibia, por no decir insultante”, cuenta.

Agrega que, más allá de cualquier consideración religiosa, “lo único que sabemos es que Jesús existió. No sabemos si fue hijo de Dios o no. A mí me parece más interesante pensar en él no como hijo de Dios. Porque entonces Jesús es cualquier persona, cualquiera de nosotros, que un buen día -no se sabe por qué- decidió ser Jesús. Es decir, decidió existir y estar disponible para los demás. Cosa que todos podemos hacer pero que no hacemos porque es invivible ponerse al servicio de los demás. Esa teoría sobre Jesús me lo hace terriblemente fascinante; decir que es el hijo de Dios es demasiado fácil”, dice.

Las paradojas de la cruz

Habla con rapidez y elegancia, enfatizando con las manos cada frase. En la conferencia se alternan con rapidez las preguntas, los países, los temas de su novela. No parece ni cansada ni perder entusiasmo. A pesar de la hibridez tecnológica, está muy presente. “Lo más difícil es la presencia. Y es muy difícil estar presente aquí y ahora. Porque siempre pensamos en otras cosas, el trabajo, la cena, entre otras cosas. Cuesta mucho. Y es lo más espiritual que podemos hacer. Yo creo que ahora estoy realmente presente”, reafirma.

Dice que en Sed quería exponer las paradojas de la versión canónica de los Evangelios. “En el Evangelio dice: amaos los unos a los otros, ama a tu prójimo como a ti mismo, pero Jesús acepta ser crucificado, y esto es el mayor sufrimiento que pueda aguantar o padecer una persona. Por lo que la persona que acepta esto, no se quiere… Y hay una paradoja con la frase del Evangelio, para mí no tiene sentido, es una cosa totalmente monstruosa. Esta frase me puso enferma cuando leía los evangelios a los 12 años. Antes me fascinaba, pero a esa edad descubrí el sufrimiento y ahí se planteó el problema. Porque Jesús se ofrece al sufrimiento, y la Iglesia lo glorifica, y yo me pregunto por qué. ¿Por qué el sufrimiento se tiene que ver como una redención, como una cosa que se glorifica? Y ahí es cuando enfermé. Y es al escribir Sed que empiezo a encontrar un principio de respuesta. Y esto me sentó muy bien”, afirma.

Cuenta que en esos días en la primavera de Madrid lo ha pasado muy bien, que el día está magnífico y que está rodeada de amigos y ha comido muy rico. “Y hay gente que puede pensar que esto aquí es una impostura. Pero Sed está en todas nuestras vidas. Cuando hay sufrimiento, de una manera u otra, nos referimos a Jesús, seamos o no creyentes. El auténtico sufrimiento lleva a las auténticas preguntas”, dice.

Justamente fue un dolor muy grande el que vivió Nothomb después de escribir esta novela: la muerte de su padre. Cuenta que él alcanzó a leer Sed y le gustó mucho. “Creo que Sed llegó en un buen momento, justo antes de la muerte de mi padre. Yo, por supuesto, no sabía que se iba a morir, pero fue el último libro que él pudo leer y eso me alegra tanto. También (el libro) me ayudó a aceptar la muerte de mi padre, y luego me permitió escribir sobre esta pérdida. Creo que siempre hay que escribir, sino no sabemos cómo ocurren las cosas. Virginia Woolf dijo que las cosas que no pasan hasta que las escribimos”.

“El Vaticano fue muy tibio. También diría que gracias a Sed recibí mis primeras cartas de insultos de curas. Y también recibí cartas de curas jóvenes, son muy bonitas, y me agradecían este libro. Podríamos resumir diciendo que la Iglesia joven es favorable al libro, y la vieja Iglesia es bastante tibia, por no decir insultante”.

Amélie Nothomb, escritora

A su madre también le gustó mucho el libro. Y eso, dice, es lo más importante. La opinión del resto de la familia Nothomb, “eso es más complicado”, revela. “No les ha gustado, pero se han mantenido mesurados. No tuve la impresión de haber escrito cosas muy blasfemas en Sed… Jesús tiene relaciones sexuales con una mujer, considera que la crucifixión ha sido un error, esto es lo que algunas personas han considerado que son blasfemias. He recibido cartas insultantes de otros católicos… Es siempre un misterio como una persona que dice ser de una religión que promueve el amor, una religión de amor, llega a decir cosas tan odiosas. Creo que esa es una idea bastante diferente de la que yo me hago de esta religión”, asegura.

Y evidencia un factor de género en todo esto. “Para simplificar, diría que mi familia piensa que si yo fuera un hombre todo esto iría bien. Al ser mujer considera que no lo está”.

Simón, el más bello personaje

Podría parecer extraño escribir una novela sobre Jesús hoy, en un mundo convulsionado. Como ella misma dice, las cosas parecen ir de mal en peor: pandemias, guerras, nacionalismos, xenofobia. Pero para ella, el tema de Jesús es muy candente. “¿Por qué Jesús nos salvará, si todo va peor? ¿O es que no hemos entendido nada quizás? Tampoco les puedo decir: lean Sed y todo se aclarará después; no, las cosas seguirán así. Pero lo que me gustaría decir es que sí he aportado mi visión de Jesús y por lo menos esto me ayuda a vivir. Y quizás ayude a vivir a más”.

Sobre los personajes de la vida de Jesús y su representación en la novela, parte por hablar de Judas. El suyo es bastante especial, más un incomprendido que un traidor. Dice que, aunque suene chocante, se inspiró en alguien cercano y que quiere. “Creo que todos tenemos un Judas cerca, no en el sentido de que nos traicionará, sino en el sentido de que nadie entiende por qué esta persona es nuestro amigo”.

Cuando le mostró la novela a “su” Judas, este se reconoció en San Juan- cuenta riendo.

Hay tres personajes que usted ha dotado de gran humanidad en su libro: María Magdalena, María y Simón de Cirene, que ayuda a Jesús con la cruz. ¿Qué pensó y reflexionó al crearlos?

Simón de Cirene es el personaje más bonito de la Biblia, incluso más bello aún que Jesús. Es el tipo que llega y que no está al tanto de la situación. Ve a un hombre con una cruz y no se hace ninguna pregunta y corre a ayudarlo. Eso es un milagro. Más grande que todos los de Jesús. Lo formidable es que hay gente así. Simón de Cirene existe, nos hemos encontrado con gente así. Ahora, las dos Marías, María Magdalena y la madre de Jesús, son evidentemente personajes muy buenos. La madre me ha tocado mucho porque es una adolescente. Cuando queda embarazada de Jesús tiene 13 años. Lo que me impacta es la extrema juventud de María, una juventud que no es normal, pero que yo interpreté que es uno de los últimos milagros de Jesús. Él acepta morir, y a causa de él una madre tiene el sufrimiento más grande que una madre puede vivir: su hijo muerto. Pero le devuelve el físico que tenía de jovencita. Las vírgenes, la virgen en todas las mater dolorosas, siempre casi son adolescentes. Y ¿qué sabemos de ella? Que adora a su hijo, que incluso muerto lo abraza, lo cubre con besos, es un amor a toda prueba. En cuanto a María Magdalena, es el gran amor de la vida de Jesús y los entendemos a los dos. Ella es una seductora, además es pecadora, y también entendemos que ella ve a Jesús como el único hombre que mira a las esclavas, que mira a las mujeres -porque así se consideraba a las mujeres en aquel entonces, esclavas-, y no se las miraba. En cambio, él es un hombre seductor que las escucha, que las toma en cuenta… Es una mujer muy bella- dice al terminar.

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