Irlanda del Norte: A 50 años del “Domingo Sangriento” que aún divide al Úlster

Un trabajador limpiando un monumento a los caídos del Bloody Sunday. Foto: AFP

El historiador Liam Kennedy conversa con La Tercera respecto a la importancia del Bloody Sunday en el conflicto que durante tres décadas enfrentó a republicanos católicos y unionistas protestantes.


No fue el gatillo del conflicto, pero sí un momento clave en la historia de The Troubles, como llama la prensa británica al conflicto norirlandés. El Bloody Sunday (Domingo Sangriento) del 30 de enero de 1972 –inmortalizado por U2 en la canción Sunday Bloody Sunday- partió como una protesta pacífica por los derechos civiles en Londonderry (o Derry, como le dicen los republicanos católicos partidarios de la reunificación con la vecina República de Irlanda), pero luego de salir de los barrios católicos de la ciudad, la manifestación fue duramente reprimida por paracaidistas británicos. El saldo: 14 muertos, decenas de heridos y la apertura de una grieta que algunos aún no consideran del todo cerrada en el Úlster.

El conflicto en Irlanda del Norte tomó un cariz violento en agosto de 1969, y dio paso al fortalecimiento de grupos paramilitares como el Ejército Republicano Irlandés Provisional o IRA Provisional y la Fuerza Voluntaria del Úlster. La lucha derivó en actos de terrorismo y violencia que tuvieron un cese oficial con los Acuerdos de Viernes Santo en 1998, y que se oficializaría con el fin de “la lucha armada” declarado en 2005 por el IRA.

Mural conmemorativo de los muertos del Bloody Sunday en Londonderry, Irlanda del Norte. Foto: AFP

En 2020, el historiador Liam Kennedy publicó el libro Who was responsible for The Troubles? (¿Quién fue el responsable por The Troubles?), en el que hace un balance de los 30 años de conflicto. El día del Bloody Sunday, Kennedy estudiaba en la Universidad de College Cork, al suroeste de Irlanda, y era vicepresidente de la unión de estudiantes ahí. “Tuvimos una asamblea de emergencia. Muchos de mis compañeros vieron en los disparos actos de opresión colonial y un intento de borrar la oposición usando fuerza letal”, cuenta al respecto a La Tercera.

El Ejército Británico, en un inicio, era visto como un interventor pacifista entre los republicanos católicos y los unionistas protestantes (férreamente apegados a su pertenencia a la corona británica). A principios de los 70, sin embargo, se volvió evidente que los soldados, si no colaboraban con los segundos directamente, al menos perseguían a los primeros.

Durante ese tiempo, apunta Kennedy, la vida de los norirlandeses se vio altamente afectada: había redadas policiales, intimidación paramilitar y la destrucción con bombas de varios lugares de trabajo, cines y edificios públicos. “Mucha gente prefería no dejar sus barrios ni ir a pubs, o visitar el centro de las ciudades, por miedo a los atentados. La vida social entre protestantes y católicos se arruinó”, cuenta el historiador.

Vista del Museo del Domingo Sangriento en el área de Bogside en Londonderry, Irlanda del Norte, el 18 de enero de 2022. Foto: AFP

En su libro, Kennedy señala que, a grandes rasgos, el mayor responsable por los asesinatos ocurridos durante The Troubles fue el IRA Provisional y sus aliados. “Los republicanos fueron responsables por la mayoría de las muertes (el 59%), e impulsaron su guerra durante casi tres décadas. Cuando decidieron que no podrían seguir progresando en su fin, llamaron a un cese al fuego. Una vez que tomaron esa decisión, el conflicto se desinfló rápidamente”, opina el profesor emérito de Historia en la Queen’s University de Belfast.

Desde los Acuerdos de Viernes Santo, en 1998, la violencia en la región bajó considerablemente. “Los acuerdos fueron exitosos en desarmar, más o menos, la política irlandesa. Vivimos en condiciones pacíficas, y eso es un gran logro. Sin embargo, la sociedad sigue profundamente dividida y no ha habido mayor reconciliación intercomunal”, indica Kennedy, que de paso celebra que hoy un 20% de los norirlandeses no se considera ni nacionalista ni unionista. “Al menos, vivimos con esperanza. No hay duda de que la vida es mucho mejor de lo que era hace 20 años”, concluye el historiador.

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