El complemento de Alberto Abarza: ejecutivo de banco y nadador paralímpico de alto rendimiento

Domingo 07 de diciembre 2021, Santiago Entrevitas a Alberto Abarza Medallista paralimpico. Foto Juan Farias / La Tercera.

El deportista que ganó el oro en Tokio 2020, quien enfatiza en la importancia del ahora, cuenta cómo divide su vida entre el agua, las competencias y las giras de meses, y el trabajo en el banco, donde actualmente es uno de los rostros de la iniciativa Acción Diferente.



De lunes a viernes, todos los días, se levanta a las cuatro de la mañana. Cuarenta minutos después, sale de su casa en Maipú rumbo al Estadio Nacional donde, a las 5:15 horas, comienza su primer entrenamiento en la piscina. Más tarde, a las 7:30 horas, toma desayuno para luego, a las 8:30 horas, entrar al gimnasio y ya a las once tomar sus cosas e irse a las oficinas del banco Bci en Santiago Centro, donde trabaja. A las dos de la tarde termina su jornada laboral, pero su día no acaba: vuelve por segunda vez al agua, a las 19:30 va a la Teletón. Ahí, durante hora y media hace terapia física, después pasa a ver a su hija mayor, de 11 años, con quien se toma un té o un jugo, y, finalmente, a las nueve de la noche, llega de vuelta a su casa para encontrarse con su pareja y su hija de un año.

Alberto Abarza (36), nadador paralímpico chileno que acaba de ser elegido como uno de los mejores deportistas de 2021 por el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile y triple medallista olímpico, cumple con esta rutina estricta e intensa desde hace 12 años, complementando su vida de deportista de alto rendimiento y de ejecutivo en una oficina, cuando entró a trabajar al banco Bci. Una rutina que, de vez en vez, se ve interrumpida por campeonatos o giras de meses.

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El Premio Nacional de Deportes 2018 nació en Cerrillos en 1984. A los pocos meses le diagnosticaron síndrome de Charcot-Marie-Tooth, una enfermedad que afecta los nervios que controlan el movimiento muscular y los que transmiten la información sensorial al cerebro. A su mamá, en ese momento, le advirtieron que el avance del trastorno se podía aplazar a través del deporte. Así es como, a los dos años, entró por primera vez a una piscina.

“La natación es lo único que he conocido en mi vida como deporte porque me lo mostró mi mamá cuando ni siquiera tenía uso de razón”, dice Abarza. “Siempre voy a tener que hacer deporte en mi vida, porque es como un auto que va a 100 km por hora y el deporte hace que vaya a 20. Va a llegar a la meta sí o sí, pero si hago deporte va a ir más despacio. Mi mamá me mostró y siempre me ha encantado, siempre digo: el agua es ella y yo. Porque, por ejemplo, para conducir necesito que mi auto esté adaptado o para andar por las calles necesito una silla de ruedas, pero en el agua no necesito nada. Solo las ganas de nadar”.

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Tenía 24 años y un currículum en blanco. Había nacido su primera hija y era hora de enfrentarse al mundo laboral. “Ahí me di cuenta de que a una persona con discapacidad le costaba mucho. No encontraba trabajo”, cuenta.

Abarza, que no dejaba de buscar, con sus papeles consigo, un día entró a un edificio que se topó en Avenida España con Alameda sin saber lo que era. “¿De qué es esta empresa?”, le preguntó a una persona que encontró adentro. “Es un banco”, le contestó. Tras este breve cruce de palabras, dejó su currículum y se fue. Tres semanas después, supo que había conseguido una entrevista en Bci.

“Fui a la entrevista y la niña de Bci me dice ‘¿de verdad no has hecho nada?’. Y yo: ‘O sea, hice algo así como contestando teléfonos en algún momento, pero nada importante’. ‘¿No se te habrá quedado una hoja por ahí?’, me preguntó, y yo le dije ‘no, de verdad, no he hecho nada’. Ahí hicimos unas pruebas y me dijo ‘ya, vamos a ver…’ y yo ahí dije ‘ah, listo, no voy a quedar trabajando’ y me fui”, recuerda.

Y aunque estaba seguro de que no seguiría en el proceso, se equivocó: mes y medio después lo llamaron, dio el examen sicológico y quedó: su primer trabajo fue en el call center del banco.

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Domingo 07 de diciembre 2021, Santiago Entrevitas a Alberto Abarza Medallista paralimpico. Foto Juan Farias / La Tercera.

“La única vez que dejé de nadar fue desde los 17 hasta los 22 años. Un día no pude mover las piernas y tuve que comenzar a andar en silla de ruedas. Me vino el bajón, estuve encerrado tres años en mi casa, no salía a ninguna parte. Ahora me arrepiento: ¡tres años perdidos! Pero por algo pasan las cosas. Me sirvió para encontrarme conmigo, para plantearme muchas cosas, y después cuando volví a nadar, volví con todo”, relata Abarza.

“Volví con todo” es una frase que el deportista repite más de una vez. Una frase que, además, se ve reflejada en su último gran logro: la medalla de oro que ganó en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 tras alcanzar el primer lugar en los 100 metros espalda S2 masculino con un tiempo de 2′00″40.

“Cuando toqué el partidor se me pasó toda la carrera por delante, mi mamá, las cosas le decían a ella como ‘para qué lo vas a mandar a estudiar si al final va a quedar en cama’, y mi mamá me mandó al colegio igual de una oreja, me enseñó que la vida seguía, el hecho de encontrar trabajo, de tener hijas... se me pasó todo lo que ha pasado en toda mi vida y que lo coroné con lo más grande que es para un deportista como ganar una medalla en unos juegos olímpicos”, dice.

Reflexivo y haciendo énfasis en la importancia del tiempo, el nadador, tras una pausa, dice: “Siempre digo una frase: ‘Voy con todo, sino ¿pa’ qué?’. En el sentido de que estoy ya como en el segundo tiempo de un partido de fútbol, en cualquier momento no me voy a poder mover más, entonces lo disfruto. Lo disfruto con responsabilidad, claramente, pero no pienso en lo que va a pasar ni lo que pasó antes, sino que disfruto el hoy día, aprovecho lo que puedo hacer. De eso se trata esta vida, que es tan cortita”.

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Su primer trabajo, poco a poco, se convirtió en una carrera paralela al deporte. Pasó el tiempo y ya no contestaba teléfonos, sino que se dedicaba a las cuentas más básicas del banco, luego a las cuentas corrientes y así ascendiendo hasta que, en un punto, Abarza decidió renunciar.

“Me empezó a costar teclear en el computador. Mi discapacidad va avanzando día a día hasta que te deja postrado en cama. Entonces empezó a morir la fuerza de mi cuerpo, y las manos ya no las podía mover bien. Estaba cansado, más encima lo del deporte, entonces le dije al banco que no podía seguir”, cuenta.

Sus jefes, sin embargo, no aceptaron la renuncia y buscaron un puesto en el que pudiera sentirse cómodo. Así, entonces, pasó al área de Experiencia en Bci, donde tenía, por ejemplo, que fiscalizar que los ejecutivos cumplieran las condiciones que pone el banco. Estuvo en eso unos años hasta que tomó un cargo de ejecutivo en el área de comunicaciones de la División Banca Retail, que mantiene hasta hoy, momento en el que, además, es rostro de la nueva campaña de la empresa, Acción Diferente, una iniciativa que reúne todas las acciones que el Banco está realizando para hacer una diferencia en la vida de sus colaboradores, clientes y comunidad; facilitando el acceso a oportunidades y favoreciendo el desarrollo económico, social y ambiental.

Tras contar su historia de más de una década en una empresa, para cerrar la conversación, Abarza concluye: “Cuando jubile en Bci, y cuando deje el deporte, me gustaría irme a vivir a Puerto Varas y tener algo allá, una camioneta y vivir. Siempre digo: vivir y sobrevivir es algo totalmente diferente. Creo que la gente va muy rápido y se olvida de vivir. Yo quiero eso: vivir, disfrutar, pasarlo bien. Aprovechar, no dar por sentado que tenemos un mañana. Creo que por eso veo la vida así, porque como sé lo que tengo, me lleva a disfrutar, a pasarlo bien, a disfrutar a mis hijas”.

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