Agroecología a la casa

“Disciplina científica, conjunto de prácticas y movimiento social”, así parte definiendo la FAO la agroecología, que, más allá de un manejo limpio y sano de la agricultura y la ganadería, involucra el trabajo comunitario y la justicia social, claves para un desarrollo rural sostenible y sustentable. En tiempos de reseteo global, vamos a esa comida que de verdad alimenta y que ahora se muestra más cercana, incluso tocando su timbre.




Canastas

El confinamiento las masificó y el ojo se puso en el origen y el trato. Dos ejemplos de hortalizas que además de no usar químicos –base de toda agroecología– apuestan por beneficios para el organismo, territorio y comunidad

El Borde, intensa variedad

“Hay más de mil variedades de tomates, berenjenas, ajíes, que tienen sutiles diferencias. Eso me gusta, poder ofrecer cosas distintas, que la gente aprenda pero sobre todo que se alimente bien”, cuenta Tamara Bogolasky, mujer de rastrillo tomar, a punto de terminar la tercera temporada de El Borde, el huerto que comenzó a pensar en Nueva York mientras trabajaba en distintos jardines, granjas urbanas y restaurantes, junto a un curso de agricultura urbana y justicia agraria. Compró un terreno en Santa Ana, Peralillo (IV Región), desarrolló el modelo de negocio y empezó con su huerto biointensivo; es decir “cuando cultivas mucho en un espacio limitado, solo posible si trabajas y nutres la tierra, conociéndola, sin maquinaria, ni químicos, a escala humana”.

Una mezcla de ciencias y técnicas la acompañan: permacultura, biodinámica y otras que profundizan un manejo impresionante para dar con hortalizas atípicas, y que además plantea otra forma de consumirlas. “AAC viene de un sistema inglés, que yo adapté como Agricultura Apoyada por la Comunidad. Se trata de ir con el agricultor en los procesos de la huerta suscribiéndose a una canasta antes de empezar la temporada, ayudando en la siembra, pestes, heladas, que son los momentos difíciles, para que después por seis meses llegue todas las semanas (26) una canasta de productos nutritivos, diferentes, interesantes. Hay otra que es semana por medio”.

Lo que busca es crear comunidad, alimentar. Por primera vez abrirá una canasta de invierno, más corta y de menos variedades. Sus hortalizas son un cuadro: broccolini morado, colinabo, papa de apio, zanahorias amarillas, zapallos. Va cambiando, manda boletín con la lista, recetas, noticias de la huerta. En su instagram hay un formulario con los extras que saca de la tierra para encargar. @elborde_chile

Agrícola Huairao, los colectivos

“Miércoles y jueves tanteamos la huerta. Viernes y sábados subimos a Instagram las promociones, la gente se va anotando y depositando. Cosechamos sábados y domingos y el lunes partimos nosotros mismos a dejar las canastas. Es lo que nos acomoda a nuestra escala, un stock limitado donde lo que nos importa es que esté hiperfresco: lechuga firme, rabanitos crujientes, bok choy tenso. También incluimos productos de vecinos acorde a la filosofía y manejo del campo, como manzanas orgánicas, miel, queso, huevos de gallina araucana”, cuenta Constanza Arraño junto a su pareja Pablo Meléndez, ambos santiaguinos hace cuatro años instalados en Quinamávida, Colbún (VII Región), donde en medio de la naturaleza comenzaron a cultivar tomates, se enamoraron del proceso, vieron un negocio y cambiaron sus vidas.

Estudios, capacitaciones, prueba y error, siempre seguros de que el cultivo orgánico era el único camino. Han ido construyendo comunidad y abriendo caminos alternativos a los que abundan en la zona del Maule. Acaban de terminar mesotúneles, invernaderos accesibles que completan 1.000 m2 de terreno sano y vibrante. Para este invierno tendrán familias de brócolis, repollos, hojas verdes, esperando otra vez por sus tomates, muchas variedades absolutamente imperdibles. @agricolahuairao

La Cooka, conserva agroecológica

Una foto estirando el plástico UV para la ampliación del invernadero, seguida por otra en que revuelve un puré, va donde las gallinas, recoge paltas, muestra árboles, el abono… y así. El instagram de Coca Garrido es una clase de agroecología hecha a punta de pruebas y curiosidad. Desde San Francisco de Mostazal (VI Región) salen más de 30 productos hechos por sus manos, que partieron de tomates a salsas, de frutas a mermeladas, de ajíes a pastas y de pepinos a pickles. Cada año con más demanda, veranos con hordas esperando esos tomates multicolores y formas, y ella parte de una comunidad de artesanos en el oficio de cultivar, cocinar y conservar. Creció en este campo familiar, dio vueltas hasta por Nueva Zelandia y volvió a él, haciendo que su abuela firmara un compromiso de no meter ni medio químico en el campo. Ha ido creciendo y aprendiendo, creyendo en que la agroecología es la manera de entender el campo, aplicando diferentes conocimientos, enseñando también. Lo hermoso es ver –y comer– el paso de las estaciones con ella. Hace poco recogió membrillos y vendió un dulce que era un vicio. Ahora está con el puré de castañas que, a falta de más, compra a unos agricultores orgánicos de Chillán. Luego vienen las naranjas, los pepinos –que también busca de otros para que todos ganen, partiendo por el cuerpo y la tierra–. Apúrense por las castañas, salsas y todo resabio de verano, que vuela. @lacook_a

Pasturas Grassfed, carnes regenerativas

Han cambiado los tiempos, las miradas y los consumos de las carnes. No solo por un espíritu animalista, sino por sus repercusiones en el medioambiente, algo que la ganadería regenerativa equilibra no solo por una crianza sin químicos, ni anabólicos, antibióticos, también por una alimentación solo con pasto como parte de un ciclo que da vida y oxígeno al suelo y el entorno. Eso supo hace más de diez años Nicolás Simian, agrónomo con dos décadas en Chillán, trabajando con agroecología en diferentes empresas. La carne es lo suyo y por eso a conectar con ganaderos antiguos, que por demanda e industria transformaron sus métodos que ahora, con relación y compromiso, Nicolás compra para Pasturas, su proyecto: carnes alimentadas con pasto, sin químicos, con tiempo y maduración, haciéndolo incluso cuando no se conocía aquel proceso. Hoy ya puede despostar él mismo, un arte que hace con el máximo de aprovechamiento, haciendo que el comensal salga de la comodidad de lo conocido. También dando valor agregado: un pastrami, charqui y caldo de huesos… destacable. Ahora longanizas de cerdo también de pastoreo, algo muy difícil de conseguir todavía en Chile. Trabaja de dos novillos mayores por vez, madura dos semanas y desposta. La gente se inscribe por cortes y espera a que él mismo venga a repartir. Una nueva carne está saliendo y es la que vale consumir. @pasturas_grassfed

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.