Las gracias de Anna Castelli (1918-2006) son varias. Loca con y por el movimiento moderno, durante sus años de estudiante viajó a conocer a Le Corbusier, su obra y su personalidad. La impresionó, pero no tanto como el arquitecto racionalista Franco Albini, teórico del reduccionismo. Para Anna la idea de la reducción en función de la belleza significó un descubrimiento y una filosofía de vida. "No es cierto que lo que es útil es hermoso. Lo que es hermoso es lo que es útil. La belleza puede mejorar la forma de vida y de pensar de las personas", afirmaba.

Representante de la generación dorada del diseño italiano de posguerra, fue también pionera, una de las primeras mujeres en graduarse en el Instituto Politécnico de Milán, en 1943, como arquitecta.

Se casó con

Giulio Castelli

, un ingeniero con quien fundó Kartell en 1949. En ese momento 'una empresa de muebles', una fábrica que años más tarde se convertiría en una factoría experimental y tecnológica, que impulsaría el trabajo y la investigación del plástico como material de alta calidad. En parte el sello de Kartell se debe al poder de convencimiento de Anna, quien ayudó a su marido a perfilar un negocio diferente, arriesgado, basado en el diseño.

La obra de Anna como arquitecta está representada fielmente por el edificio de Kartell en las afueras de Milán, que diseñó en colaboración con Ignazio Gardella.

El sistema apilable Componobili puede ser redondo o cuadrado, con o sin ruedas. Kartell lleva más de 30 años produciéndolo.

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