MasDeco

Métete a la Burbuja

 ¿Una ciudad en la que ni siquiera se pueden abrir las ventanas por la contaminación? Desgraciadamente es una realidad. Desde Shanghái, un estudio de arquitectura italiano propone una medida paliativa para hacer más vivible estas urbes de pesadilla, grises, ultracontaminadas y con una pésima, pésima vista.

2292362
2292362

La ciudad se despliega en una tupida trama de líneas verticales de los cientos de edificios que se disparan hacia el cielo. En medio de ella, en pleno centro se está gestando una masa blanca y sinuosa, una pausa visual, escultura gigante que invita a sus ocupantes a volverse hacia dentro. Es el proyecto del estudio italiano 3 Gatti iniciado en 2013, que toma un decaído y viejo edificio de oficinas existente en el centro para cambiarle la cara por completo, cubriéndosela, y regalándole una nueva identidad de carácter más sustentable y contemporánea, acorde al nuevo impulso de desarrollo inmobiliario que está viviendo esa zona.

“Cuando me cambié a Shanghái -describe Francesco Gatti, fundador del estudio con base en Roma y desde 2004 en la ciudad china-, me di cuenta de muchas diferencias ambientales. Una era el hecho de que cuando miraba por la ventana no me daba la misma buena sensación que usualmente tenía en Roma. Probablemente era una combinación de los edificios y los cielos grises y el hecho de que no puedes abrir la ventana debido a la polución externa del aire”. Sensible a la luz, Francesco se dio cuenta en este escenario extremo de que casi los únicos momentos agradables que le generaba el cielo de Shanghái eran por la noche, cuando no lo veía o cuando estaba bajo un tragaluz. De ahí la inspiración para el Bubble building, una idea en base a estructuras inflables que logra bañar de luz natural hasta el último rincón de los espacios internos al tiempo que optimiza el clima del edificio y le regala una vista amigable e inspiradora; la sustrae del gris telón de fondo de Shanghái creando un ambiente vivible y agradable ahí donde no existía.

Luz y vida

Vidrio, concreto reforzado, acero y un nailon antibactérico técnico son los principales materiales de este proyecto cercano a los 9 mil m². En su nuevo programa incorporará negocios, cafés y restaurantes en las plantas bajas, manteniendo las antiguas oficinas en los pisos superiores, pero esta vez envueltas en la suavidad del blanco luminoso de las estructuras inflables y rodeadas del verde de un pseudoinvernadero situado entre la capa de tela blanca de la burbuja y el vidrio de las ventanas.

Como explica Francesco, su funcionamiento es simple: “Hay una burbuja posicionada al exterior de cada oficina separada por una vidriera de los espacios habitables. Se conecta al sistema de ventilación, aire acondicionado, así que cada vez que en la oficina este se activa también se infla la burbuja y de noche además se ilumina. De este modo el edificio, además de ser dinámico, interactúa con el exterior como una escultura viva que comunica a los paseantes la actividad que se desarrolla en su interior”.

Simple como diseño, como dice el arquitecto, pero complejo en cuanto a las características ambientales que trata, Gatti explica su elección de los llamativos inflables como solución. “Teniendo mucha experiencia con ellos, sé cuán versátiles y efectivos pueden ser. Una pequeñísima diferencia de presión entre el interior y exterior es suficiente para mantener la tela inflada” (un nailon blanco antibactérico técnico para exterior con Polygene Silver Icons).

Esta estructura sirve además como aislación. El aire entre el vidrio y el inflable mantiene la temperatura y oxigena el interior gracias a la barrera verde de plantas. “Este microinvernadero (green-house) constantemente intercambia la presión del aire con el interior abasteciendo la oficina del mejor clima en invierno y verano”. Como un organismo vivo, gracias a un sensor, cuando las oficinas están a toda máquina en pleno funcionamiento la ventilación sube y el inflable se extiende al máximo, mientras que cuando están vacías sin gente, el sensor baja el nivel de la ventilación y las burbujas se vuelven casi desinfladas. Es decir, interactúan con sus habitantes que desde adentro “ven las plantas del invernadero con un fondo blanco de luz natural de día, y artificial de noche. La luz natural es percibida psicológicamente como proveniente de una lucarna o un pequeño patio interior”, cuenta Gatti.

A la vez, la luz natural se amplifica gracias a la forma esférica de las burbujas, llegando hasta espacios muy alejados de las ventanas manteniendo constante su intensidad.

¿Es una buena solución para el ahorro de energía si pesamos en la luz y la climatización del edificio? ¿Funcionaría bien para otras ciudades muy contaminadas y llenas de edificios? Francesco dice que “sí, seguramente el ahorro de energía, porque el invernadero creado entre la ventana y la burbuja es un buen aislante térmico y ayuda en parte incluso a depurar el aire que luego vendrá enviado dentro de la oficina. Es un tipo de sistema que va bien solamente para aquellas áreas que desgraciadamente no gozan de un buen clima ni un buen panorama, o sea en casi todas las ciudades chinas en las que a causa de la polución se obliga a la mayor parte de los edificios a funcionar exclusivamente con un sistema de ventilación artificial y filtrada, sin la posibilidad de abrir las ventanas para obtener ventilación natural, que sería siempre la solución más deseable.

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.

Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE