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Vieja y nueva

Esta casona de 1905 pasó por una remodelación respetuosa que sacó a relucir la belleza del pasado, conjugándola con la modernidad. Principalmente hecha en adobe, esta antigua villa de trabajo se transformó en un espacio envolvente, inspirado también en las villas del Mediterráneo.

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La sustentabilidad pasa por no ser rimbombante. De hecho esta casa cumple esta premisa a su manera, en su lenguaje de recuperación, respeto, riqueza patrimonial y reutilización de materiales existentes. Construida originalmente en 1905, esta era una villa suburbana no muy lejos de la ciudad en donde la familia que la habitaba trabajaba con la comunidad, en este caso la de El Monte. Les impartían clases de matemáticas, les hacían misiones religiosas, para luego ir a descansar a sus haciendas de veraneo.

Pasaron las centenas y en 1985 aquí habitaban unas tías de la familia que se dedicaban a hacer mermeladas. Unos cuantos años más y vino la voz de Ricardo Cruzat, heredero de la casona, que puso acento -luego del terremoto de 2010- en que debía hacerse algo importante en la propiedad, debido a los daños causados por el desastre natural y para que también los próximos herederos, sus hijos, pudieran aprovechar la casa, gozarla. Fue en ese instante cuando se llamó al arquitecto Carlos Maillet para que hiciera la remodelación. Querían algo que uniera lo antiguo con lo nuevo, y Carlos lo supo interpretar al pie de la letra. “Modernidad versus el valor patrimonial, jugar con contrastes. Por eso hicimos ciertas modificaciones en la conjugación de los espacios, pero hicimos un trabajo arqueológico cuidadoso con lo antiguo, por ejemplo, decapar en vez de agregar pintura, mover en vez de reemplazar. Hicimos también un trabajo de sustentabilidad, reciclamos lo que estaba, la estructura de la casa no ha cambiado en nada, no quitamos la historia. Todos los materiales que agregamos los sacamos de lugares que tenían que ver con la casa; las maderas, por ejemplo, son de la zona o nativas. Intentamos que la casa no quedara como un hotel boutique, sino que quedara vieja, que se destacara la belleza de la vejez y adecuada a la contemporaneidad”.

De afuera hacia adentro

Lo primero que se hizo, afuera, fue separar la naturaleza del mundo racional, del interior. En el borde de los corredores había plantas en maceteros que permeaban humedad en los pasillos y hacia dentro de la casa; era una cosa casi salvaje y había que detener la situación, sacar la naturaleza de donde vivía la gente. “El piso de los corredores estaba completamente podrido, por lo que se construyeron drenajes y se puso una especie de ‘basta’ de piedras en la orilla, que le da firmeza a la construcción y la separa mucho de la humedad. La naturaleza es linda dentro de la casa, pero ¿la madera? ¿Los ratones?”, detalla el arquitecto. Luego continúa: “El zinc en el techo lo pusieron el año 1985 y no quisieron poner tejas por su peso. Decidimos dejar el zinc y sobre eso pusimos unas tablas de madera de OSB, fieltro y sobre eso zinc otra vez para reforzarlo y dar mayor aislación”.

En toda la casa hay roble americano, raulí, álamo, roble nacional y pino oregón. “La casa es de adobe completa y la reestucamos completamente porque estaba agrietada, y el estuco que usamos lo hicimos con una mezcla con cemento, porque después de los terremotos del 85 y 2010 había muros muy debilitados”.

Por otra parte, también había pisos de madera que estaban podridos; algunos se rescataron, y donde no se pudo, se reemplazaron con baldosas Córdova.

Luego están los lofts, dos pequeños ‘departamentos’ que se crearon donde originalmente estaban las habitaciones, previamente oscuras y llenas de puertas, incómodas de habitar. “Lo que había era incómodo para la vida moderna. La idea es que los dos hijos de esta familia pudieran crecer aquí junto al proyecto, por eso que estos lofts están adecuados con varias camas y niveles para que puedan usarse en distintas etapas de sus vidas. Tienen 5 metros de alto, y en el suelo se bajaron 60 cm. En el cielo se dejaron las vigas a la vista y se delimitaron los espacios con camarotes hechos con maderas recicladas de los pisos, que tienen un juego de maderas puestas de un modo horizontal muy interesante.

Por último, la instalación eléctrica, que funcionaba pero los cables eran muy angostos. “Yo les planteé a los dueños hacer las canalizaciones por fuera, viéndose todo bien cuidado y mucho más práctico, y se ve moderno. Se van agregando enchufes si se quiere, mucho más fácil”.

“Lo principal de la casa es el comedor, conectado por una cocina abierta que moderniza la vivienda. Ganar en luz, en conectividad, en cosas que antes no existían en estas casas, llenas de puertas, donde todos los espacios eran jerárquicos, todo muy encerrado. Que se genere una conexión propia de la vida moderna, eso fue lo que intenté”, finaliza”.

w carlosmaillet.com

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