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Cómo Marco Rubio se transformó en el principal impulsor de la vía militar contra Maduro y la pugna que abrió en la Casa Blanca

Según The New York Times, el secretario de Estado “lidera” una campaña para intensificar la presión militar sobre el líder chavista y así tratar de forzar su salida del poder. Sin embargo, hay funcionarios en Washington que aún apuestan por la vía diplomática.

El secretario de Estado, Marco Rubio, habla durante una reunión del gabinete en la Casa Blanca, el 30 de abril, en Washington, mientras el presidente Donald Trump observa. Foto: Archivo

“No vamos a quedarnos de brazos cruzados viendo cómo esta gente navega por el Caribe como si fuera un crucero”, dijo entonces Marco Rubio. El ataque del 2 de septiembre a una lancha que, según funcionarios estadounidenses, transportaba drogas desde Venezuela y que dejó 11 fallecidos puede haber marcado un cambio sorprendente en las relaciones entre los países, pero la creciente presión sobre la nación sudamericana ha definido gran parte del cuarto de siglo del secretario de Estado norteamericano en la política.

El principal diplomático del presidente Donald Trump, exsenador de Florida, ha descrito a Venezuela como un vestigio de la ideología comunista en el hemisferio occidental. Rubio ha presionado constantemente por la salida de su líder, Nicolás Maduro, ha abogado por sanciones económicas e incluso ha abogado por la intervención militar estadounidense.

“Creo que las Fuerzas Armadas estadounidenses solo deberían utilizarse en casos de amenazas a la seguridad nacional”, declaró en una entrevista con Univisión en 2018. “Creo que hay un argumento sólido en este momento: Venezuela y el régimen de Maduro se han convertido en una amenaza para la región y para Estados Unidos”.

En los últimos días se ha intensificado la presión de los principales colaboradores de Trump para destituir a Maduro, y miembros del gobierno de Estados Unidos están debatiendo una amplia campaña que aumentaría la presión militar para tratar de forzar su salida, según afirman funcionarios norteamericanos citados por The New York Times. Y la figura de Rubio emerge nuevamente como una de las centrales en busca de ese objetivo.

De hecho, según el periódico, la iniciativa la está “liderando” Rubio, secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional. El cubanoamericano convertido en “enemigo número uno” de Maduro, como lo definió el diario español El Mundo, sostiene que el líder chavista es un dirigente ilegítimo que supervisa la exportación de drogas a Estados Unidos, lo que, según él, implica una “amenaza inminente”.

En las últimas semanas el Ejército estadounidense ha desplegado ataques letales contra embarcaciones civiles que, según el gobierno de Trump, traficaban con drogas de las bandas venezolanas. Pero Rubio está perfilando una estrategia más agresiva, utilizando información proporcionada por la CIA, según dijeron los funcionarios. El Pentágono ha acumulado una fuerza de más de 6.500 soldados en la región.

El director de la agencia de inteligencia, John Ratcliffe, y Stephen Miller, principal asesor de política interior de Trump, apoyan el enfoque de Rubio, añadieron los funcionarios citados por el Times. Esta semana, el diario británico The Guardian informó que Miller ha desempeñado un “papel clave” en la coordinación de las operaciones contra supuestas embarcaciones de narcotraficantes venezolanos.

El Ejército estadounidense ha estado planeando posibles operaciones militares dirigidas contra sospechosos de narcotráfico en la propia Venezuela como fase siguiente, indica el periódico. El reporte va en línea con lo informado por la cadena NBC News el 26 de septiembre pasado, cuando aseguró que funcionarios militares de Estados Unidos están elaborando opciones para atacar a los narcotraficantes dentro de Venezuela, y los ataques dentro de las fronteras de ese país podrían comenzar en cuestión de semanas.

Trump aún no ha aprobado ninguna acción, y Washington y Caracas están hablando a través de intermediarios de Medio Oriente, dijeron fuentes a la cadena de televisión norteamericana. “Esto incluye conversaciones entre Estados Unidos y Venezuela a través de líderes de Medio Oriente que actúan como intermediarios, según ha sabido NBC News. Según un alto funcionario del gobierno, Maduro ha hablado con esos intermediarios sobre las concesiones que estaría dispuesto a hacer para permanecer en el poder. El alto funcionario de la administración no especificó qué países actúan como intermediarios, más allá de decir que son aliados”, señaló la emisora.

Estas eventuales operaciones en suelo venezolano no solo tendrían como objetivo interferir en la producción y el tráfico de drogas en ese país, sino también “estrechar el cerco” sobre Maduro, sostiene The New York Times.

En repetidas oportunidades, destaca el periódico, Rubio se ha referido a la acusación del Departamento de Justicia contra Maduro y otros funcionarios venezolanos en 2020 por cargos de narcotráfico. Recientemente describió al líder chavista como un “fugitivo de la justicia estadounidense” y el jefe de “una organización terrorista y del crimen organizado que se ha apoderado de un país”.

Efecto en Cuba

Rubio, nacido en Miami hace 54 años de cubanos que salieron de la isla en la época de Batista, fue senador entre 2011 y este año, cuando Trump lo escogió para liderar la política exterior de Estados Unidos. El político hispano, que desde el Senado fue uno de los arquitectos del régimen de sanciones a Venezuela, es uno de los artífices del giro político de mano dura hacia Caracas, que ha llevado a Estados Unidos a desplazar miles de soldados y navíos a la región y a poner precio, hasta 50 millones de dólares, por pistas que ayuden a la detención de Maduro, al que la Casa Blanca califica de líder del Cartel de los Soles.

El régimen bolivariano es muy consciente de ello, y por eso ataca cada día a Rubio, mucho más que a Trump. A comienzos de septiembre Maduro advirtió a su homólogo de Estados Unidos que el secretario de Estado de su país quiere “manchar sus manos” con “sangre venezolana”, al acusar al jefe de la diplomacia norteamericana de buscar un cambio político en la nación caribeña con una “amenaza militar”. “Mister president Donald Trump, usted tiene que cuidarse porque Marco Rubio quiere manchar sus manos de sangre, con sangre suramericana, caribeña, con sangre venezolana, lo quieren llevar a un baño de sangre”, dijo el líder chavista.

Caracas lleva todo el año diciendo que “la mafia de Miami comandada por Rubio” está detrás de los giros de la Casa Blanca, sostiene el diario El Mundo. Tras la salida precipitada de Mike Waltz del puesto de consejero de Seguridad Nacional, sus responsabilidades cayeron también en Rubio, y Maduro lo culpa directamente de la directiva del 8 de agosto de este año, un documento secreto pero filtrado por el que Trump autorizaba al Pentágono a usar fuerzas militares contra carteles, después de que el Ejecutivo los designara bandas terroristas. Así se pueden usar los mismos métodos que en Afganistán, por ejemplo, y no solo tácticas policiales.

Pedro Urruchurtu, asesor de la líder opositora María Corina Machado, dijo en una entrevista que la oposición había desarrollado un plan para las primeras 100 horas tras la destitución de Maduro que implicaría un traspaso de poder a Edmundo González, quien compitió contra el líder chavista en las elecciones presidenciales del año pasado, que observadores electorales independientes han dicho que se vieron empañadas por el fraude.

“Lo que estamos hablando es de una operación de desmantelamiento de una estructura criminal, y eso contempla una serie de acciones y herramientas”, dijo Urruchurtu. Y añadió: “Tiene que ver con el uso de la fuerza, porque de otra manera no sería posible derrotar un régimen como el que estamos enfrentando”.

Según The New York Times, solo un pequeño número de funcionarios participa en las conversaciones de planificación de la Casa Blanca sobre Venezuela. Algunas personas informadas de las conversaciones sugirieron que Rubio y sus aliados estaban buscando formas de derrocar a Maduro sin tener que recurrir a la acción militar directa de Estados Unidos.

Como senador republicano por Florida, Rubio fue uno de los impulsores de los esfuerzos del primer gobierno de Trump para deponer a Maduro. Rubio, hijo de migrantes cubanos, sostiene desde hace tiempo que sacar a Maduro del poder debilitaría al gobierno comunista de Cuba, estrecho aliado de Venezuela.

Rubio y muchos políticos republicanos también son muy conscientes de la importancia de la situación de Venezuela para los votantes de Florida de origen cubano y venezolano, muchos de los cuales se oponen a los gobiernos de sus países de origen.

En 2019 Rubio apoyó a John Bolton, entonces asesor de Seguridad Nacional de Trump, y a Mike Pompeo, secretario de Estado, para respaldar a Juan Guaidó, líder de la oposición venezolana que intentó apartar a Maduro del poder.

“Maduro, por supuesto, no cedió. Unos años después la oposición disolvió su gobierno en la sombra y Guaidó se mudó a Florida, donde permaneció en relativa oscuridad”, escribió Christopher Sabatini, investigador principal para América Latina en Chatham House, en una columna publicada este miércoles en The New York Times. “Un rápido cambio de régimen en Venezuela siempre ha sido el plan del presidente Trump. Simplemente no funcionó la última vez”, destacó.

Sabatini postula que “la estrategia actual parece surgir del deseo de reivindicación -y venganza- de Trump. El Presidente, al parecer, se tomó el fracaso de Guaidó como una humillación personal. Ahora Trump y los partidarios de la línea dura de su gobierno, encabezados por el secretario de Estado, Marco Rubio, redoblan la apuesta. Han prescindido en su mayor parte de la retórica de promoción de la democracia que caracterizó la primera ronda. Esta vez afirman estar desmantelando un narcoestado”.

Sin embargo, el investigador advierte que, “incluso si la demostración de fuerza de Trump desencadena la deserción que finalmente derribe el régimen de Maduro, Venezuela no se convertirá mágicamente en una democracia. Es improbable que los hipotéticos golpistas de Maduro cedan el poder a Machado o a otra figura de la oposición. Incluso si lo hicieran, el nuevo líder aún se enfrentaría a la resistencia de un aparato de seguridad profundamente corrupto, insubordinado y poco profesional”.

Si bien Sabatini destaca que “los gobiernos democráticos vecinos han dudado en salir en defensa de Maduro”, sostiene que “sin duda condenarían una violación categórica de la soberanía territorial y política por parte de la potencia hegemónica del norte”. “Es casi seguro que los líderes de México, Brasil, Colombia y otros países harían todo lo posible por impedir que el Ejército estadounidense iniciara una guerra en suelo venezolano, incluyendo presionar enérgicamente a favor de una solución política negociada”, argumenta.

“Creo en la diplomacia”

Al respecto, el Times apunta que algunos altos funcionarios estadounidenses, entre los que destaca Richard Grenell, enviado de Trump a Venezuela y director ejecutivo del Centro Kennedy, afirman que “cualquier intento de destituir a Maduro por la fuerza sería erróneo”.

Esos funcionarios sostienen que ampliar la campaña contra Venezuela hasta convertirla en una operación de cambio de régimen entraña el riesgo de meter a Estados Unidos en una guerra prolongada del tipo que Trump prometió evitar durante su campaña electoral. Grenell y sus partidarios afirman que la negociación diplomática es la mejor forma de proteger los intereses económicos estadounidenses en Venezuela.

En un discurso pronunciado en un acto del Comité de Acción Política Conservadora celebrado el mes pasado en Paraguay, Grenell dijo que aún había tiempo para la diplomacia. “Creo en la diplomacia”, dijo. “Creo en evitar la guerra”.

El lado de Grenell parece adoptar un enfoque más conciliador, como se vio cuando Estados Unidos permitió a la petrolera Chevron reanudar las perforaciones en Venezuela y en la coordinación de intercambios de prisioneros y vuelos de deportación con el gobierno de Maduro, apunta The Associated Press.

“Creo que la administración está dividida internamente respecto a Venezuela”, declaró Elliott Abrams, quien se desempeñó como representante especial para Venezuela durante el primer mandato de Trump, y añadió que Grenell aboga por una postura más blanda. “Creo que Rubio está impulsando una línea dura contra Maduro, y a veces gana y a veces pierde”.

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