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EE.UU. y el regreso de la “Doctrina Monroe”: los focos de la ofensiva en América Latina

Después de décadas, Washington ha vuelto a prestar atención al hemisferio occidental, aunque no de la manera que se esperaba. La llamada "Doctrina Monroe 2.0" o "Doctrina Donroe", con bombardeos a supuestas narcolanchas, presión sobre sus líderes y aranceles hechos a medida para cada país, "está por escribirse".

El “Golfo de América” de Trump finalmente llega a Google Maps. Foto: Archivo

Del Atlántico para acá, ese es mi barrio. Desde que el presidente estadounidense Donald Trump retornó a la Casa Blanca en enero, las Américas han sido uno de los principales objetivos de su política exterior, y la lista es larga: prometió apoderarse del Canal de Panamá, insistió en renombrar el Golfo de México, y a medida que fue pasando el año, las cosas llegaron al punto en que bombardea embarcaciones en las aguas del Caribe cercanas a Venezuela, acusando al presidente Nicolás Maduro de narcotráfico, mientras amenaza con atacar a los carteles de la droga dentro de México y Colombia. Todo ello mientras el mandatario republicano despliega en la zona al USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande y avanzado del mundo.

Ahora, mientras en la mesa está la idea de invadir Venezuela y derrocar a Maduro por tierra, los analistas confirman lo que se intuía hace poco: de la antigua “Doctrina Monroe”, el gobierno MAGA (Make America Great Again) ha pasado a una “Doctrina Donroe”, donde Estados Unidos se incumbe con presión, dinero y fuerza bruta en los asuntos de los países de la región. No solo se trata de acciones militares, sino de aranceles punitivos, sanciones severas, campañas de presión y rescates económicos en toda América.

Quizás uno de los más interesados en esta reescritura de la vieja doctrina es Marco Rubio, el primer secretario de Estado de ascendencia hispana, y que apoyado por un equipo de diplomáticos con gran experiencia en la región, busca alejar a China y Rusia de lo que consideran su continente. Ya la semana pasada, asegurando “tener el derecho operar en su hemisferio”, espetaba a Europa: “Me parece interesante que todos estos países quieren que les proporcionemos misiles Tomahawk con capacidad nuclear para defender Europa, pero cuando EE.UU. posiciona portaaviones en nuestro hemisferio, donde vivimos, entonces eso es un problema”.

Donald Trump junto al presidente argentino Javier Milei en la Casa Blanca. Foto: Archivo

Ya se hablaba de “Doctrina Donroe” en enero, cuando el término apareció en la portada del New York Post, y se planteaba “un giro trumpiano” a una idea del siglo XIX. Pero a diferencia de la Doctrina Monroe, la nueva “está por escribirse”, y cada mes que pasa la vemos aplicándose, en una visión que asegura que las principales amenazas para Estados Unidos estarían no en Beijing o Moscú, sino “en casa”, en forma de drogas, inmigración venida del sur y una “izquierda lunática”.

Desde el diario The New York Times ya asumen que, en la visión trumpista, habría que dividir el mundo en esferas de influencia norteamericanas, chinas y rusas, y cómo tal, no hay espacio que perder a este lado del Atlántico. Ya el jueves pasado, justificando el accionar de sus Fuerzas Armadas en el Caribe, el secretario de Defensa Pete Hegseth tuiteaba: “El hemisferio occidental es el vecindario de Estados Unidos, y lo protegeremos”.

Pero entre vecino que cuida y amo que castiga y premia, la “Doctrina Donroe” parece inclinarse por la segunda opción. El exembajador de EE.UU. en Panamá, John Feeley, aseguró que Trump, en tanto originario de una ciudad como Nueva York, podía entender el mundo como ese lugar donde hombres de negocios, políticos y jefes de la mafia se reparten el territorio: “Él traduce esa visión tan parroquial de Nueva York a una visión global. Y si lo pones en el contexto actual, América es su esfera de influencia”, declaró al Times.

El USS Gerald R. Ford, el mayor portaaviones del mundo que se unió al despliegue de EE.UU. cerca de Venezuela. Foto: Archivo

En 1823, la Doctrina Monroe apareció en medio de un discurso que dio el entonces presidente James Monroe, en un momento que marcaría las relaciones internacionales venideras. Ahí, frente al Congreso, el jefe del Ejecutivo dio los ejes fundamentales de Washington: “En las guerras de las potencias europeas, en asuntos que les conciernen, jamás hemos participado, ni se ajusta a nuestra política hacerlo. Sólo cuando nuestros derechos son vulnerados o seriamente amenazados nos indignamos o nos preparamos para nuestra defensa”.

Y ahí advertía a las potencias coloniales: “Con los acontecimientos en este hemisferio estamos, por necesidad, más directamente vinculados, por razones que resultan evidentes para todo observador ilustrado e imparcial”. Así, unas décadas recién después de conseguir su independencia, el joven país le hablaba al Viejo Continente: “En aras de la franqueza y de las relaciones amistosas que existen entre Estados Unidos y dichas potencias, debemos declarar que consideramos cualquier intento de su parte por extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio como una amenaza para nuestra paz y seguridad”.

De ahí en adelante, la Doctrina Monroe se sintetizó como “América para los americanos”, aunque sin precisar qué América, ni qué americanos. De ahí en adelante, otros presidentes norteamericanos como Theodore Roosevelt asegurarían que su país tenía el “derecho a vigilar” el hemisferio, en respuesta a “casos flagrantes de mala conducta” y por la “responsabilidad de preservar el orden y proteger vidas y bienes”.

Desde luego, Trump no ignora esta tradición, y aún si el demócrata Barack Obama había dicho en su tiempo que esa visión del rol de Washington “era historia”, el magnate la trajo de vuelta, y ya ante la Asamblea General de la ONU de 2018 decía: “Desde la presidencia de Monroe, la política oficial de nuestro país ha sido rechazar la injerencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos”. Ahora la injerencia sería la suya, sostienen sus críticos.

Trump acusa a Maduro de liderar el Cartel de los Soles. Foto: Archivo

En este sentido, la Casa Blanca ha premiado a sus amigos con aranceles bajos y ayuda económica, como ha sido el caso de Guyana y Trinidad y Tobago. Más lejos aún, el gobierno MAGA siguió de cerca las últimas legislativas en Argentina, asegurando que incluso su auxilio en dólares vendría con una victoria de Javier Milei en los comicios.

Por el otro lado, los castigos a las administraciones percibidas como “enemigas” han sido severos. En el caso del extremo opuesto en política, Trump impuso aranceles del 100% a Nicaragua, está aislando aún más a Cuba, y en Venezuela aún no saben si las lanchas bombardeadas cerca de sus aguas es lo peor que les ocurrirá.

En Caracas el asunto es personal, y Nicolás Maduro ha sido calificado de fugitivo, con una recompensa de 50 millones de dólares por su captura. No es secreto que, además, Trump está considerando ataques terrestres y uso de fuerzas de Operaciones Especiales en territorio venezolano, mientras la Marina trasladó su portaaviones más grande a una “distancia de ataque” contra el país caribeño, a la espera de la orden.

Trump anunció la suspensión de subsidios y pagos a Colombia y acusó a Petro de ser “un líder del narcotráfico”. Foto: Archivo

Pero, como apuntó el diario español El Mundo, la historia muestra que en la Casa Blanca es tradición la “niebla de la guerra”. “Desde luego, Trump no sería el primer presidente en encubrir una retirada ante un gran problema atacando uno menor. Ronald Reagan atacó la pequeña isla de Granada después de que marines estadounidenses murieran en Beirut en 1983. Al analizar el panorama de amenazas a nivel mundial, me parece que Trump tiene sus prioridades al revés", sentenciaba estos días David Ignatius, uno de los columnistas más seguidos en Washington.

“Creo que en realidad se trata del deseo de Trump de imponer la hegemonía estadounidense en Latinoamérica, a punta de pistola. Detener el narcotráfico u obtener acceso al petróleo serían beneficios colaterales, pero no son la causa de la guerra. Y... por cierto, si nos guiamos por sus antecedentes, Trump utilizará la amenaza de guerra como moneda de cambio para obtener concesiones de Maduro y una ‘victoria’. Esto podría ser como la ‘guerra arancelaria’: una gran movilización beligerante seguida de un acuerdo”, comentó Ignatius en un chat en vivo del diario The Washington Post, bajo el título “¿Cuál es el motivo del inminente ataque contra Venezuela?“.

El enviado especial de Trump para América Latina hasta junio, pero que sigue asesorando a la Casa Blanca, Mauricio Claver-Carone, comentó al Times: “(Trump) cree que este es el barrio en el que vivimos. Y no puedes ser la potencia global preeminente si no eres la potencia regional preeminente”.

Christopher Hernandez-Roy y Juliana Rubio, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), comentan en tanto: “Estados Unidos ha prestado más atención al hemisferio occidental en nueve meses que muchas administraciones anteriores de ambos partidos desde la Guerra Fría; si bien, en la región algunos lamentan ahora haber obtenido lo que deseaban”.

Al respecto, estos analistas no se muestran optimistas. “La Administración Trump parece estar adoptando un enfoque de ‘Doctrina Monroe 2.0’ para el hemisferio occidental. Estos esfuerzos pueden producir algunos resultados a corto plazo, pero probablemente crearán una mayor distancia entre Washington y la región con el tiempo, en beneficio de los rivales de Estados Unidos”, escriben.

Por su parte, Sebastian Contin Trillo-Figueroa, experto en análisis geopolítico de la Universidad de Hong Kong, apunta: “Este es el ‘Corolario Trump’ en acción. Lo que comenzó como una promesa de poner fin a los compromisos estadounidenses en el extranjero se ha convertido en la proyección más asertiva del poder estadounidense desde la Guerra Fría. America First ahora significa ‘Estados Unidos en Todas Partes’: una doctrina que disfraza la expansión con la retórica de la retirada".

“Antes de completar su primer año en el cargo, Trump ha rediseñado el mapa de la autoridad estadounidense, sustituyendo la apariencia de colaboración por la contundente afirmación del mando. El método es simple: amenazar a los aliados, atacar a los adversarios y actuar antes de que nadie pueda objetar. Sin formación de coaliciones. Sin consenso multilateral. Sin disculpas. La voluntad estadounidense basta. El resto es acatamiento”, concluyó.

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