Por Bastián DíazGaspard Estrada: “El tipo de derecha que va a llegar al poder en este nuevo ciclo electoral es más desinhibida”
El politólogo experto en América Latina y miembro de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics pone en contexto la victoria de José Antonio Kast y recuerda que la mayoría de los gobiernos en América Latina habían sido liderados por la izquierda. "Era lógico que la alternancia se diera hacia la derecha", opina.

Mientras el presidente de Argentina, el libertario Javier Milei, publicaba un mapa de Sudamérica con países pintados de azul, el presidente de Colombia, el izquierdista Gustavo Petro, aseguraba que se vienen “tiempos de muerte”. La segunda vuelta presidencial en Chile fue seguida por el resto del continente, que a simple vista vive un “ciclo electoral” con elecciones que han venido favoreciendo a la derecha.
Desde Argentina hace dos años, pero este año en Bolivia, Honduras, Ecuador, y a la espera de las próximas elecciones en Perú y Colombia en 2026, el péndulo se movió claramente en una dirección. En entrevista con La Tercera, el politólogo especializado en América Latina y miembro de la Unidad del Sur Global de la London School of Economics, Gaspard Estrada, comenta y pone en contexto la victoria de José Antonio Kast en las elecciones presidenciales chilenas.
Dentro de los liderazgos, dígase de extrema derecha o derecha populista que se han visto estos últimos años en la región, ¿qué representa la figura de José Antonio Kast en comparación con otros líderes latinoamericanos?
Yo creo que es un fenómeno muy propio a Chile. O sea, digo, tres veces candidato a la presidencia, ya es una persona identificada. No es un fenómeno como Jair Bolsonaro, que era considerado un outsider. Bueno, Bolsonaro también fue congresista durante 30 años, pero digamos que no era percibido como alguien de la élite política hasta antes de su llegada a la presidencia. Era una persona considerada como del bajo clero del Congreso, y no tenía realmente una expresión política propia.
José Antonio Kast ya fue candidato presidencial, llegó a la segunda vuelta frente a Gabriel Boric, y tuvo casi el 45% de los votos en la elección pasada. Entonces ya es una persona, pues digamos, con mucho arraigo y con una fuerte presencia. Yo creo que lo que es nuevo es un poco cómo se han difundido los valores que José Antonio Kast ha venido defendiendo durante esta campaña electoral, el tema de la migración, de la inseguridad,
Eso es algo que se ha venido desarrollando en la región, y en particular en Sudamérica. El tema de la seguridad y de la respuesta a la inseguridad era un tema que existía en otras partes de América Latina, pienso en particular en América Central. El tema de las políticas de mano dura y de super mano dura, eso es un tema que lleva ya más de una década en Centroamérica. Sin embargo, el tema migratorio en particular no estaba tan arraigado en América del Sur, y eso es algo que se ha desarrollado en los últimos años en particular a raíz de la migración venezolana.
Chile tiene sus propias lógicas políticas, y yo creo que estamos en un ciclo electoral bastante denso en la región, y lo que estamos viendo es más bien una alternancia. La mayoría de los gobiernos en América del Sur han sido liderados hasta el día de hoy por la izquierda, entonces era lógico que la alternancia se diera hacia la derecha.

¿Qué diferencias podemos ver dentro de las derechas que están tomando el poder en la región?
Lo que me parece nuevo es el tipo de derecha que va a llegar al poder en este nuevo ciclo electoral, que es una derecha más desinhibida, que no tiene problemas en tener temáticas de extrema derecha, y en el caso específico de Chile, el tema que José Antonio Kast reivindique una forma de filiación con el pinochetismo. Está claro es que Kast, contrariamente a Sebastián Piñera, por ejemplo, que fue presidente de Chile dos veces, Piñera era de Renovación Nacional, Piñera votó contra Pinochet en el plebiscito, lo cual no fue el caso de Kast, y entonces eso pone a Kast en una situación nueva, es decir, es el único presidente desde que regresó la democracia a Chile que asume esta filiación con el pinochetismo.
Entonces es ese carácter nuevo, desinhibido, que no existía en el ciclo electoral anterior. Y las derechas que están regresando al poder sí tienen esta lógica, aunque no se puede decir que sea un movimiento homogéneo. Por ejemplo, en el caso boliviano, el nuevo presidente Rodrigo Paz era un candidato más centrista que su rival, su rival (Jorge Quiroga) era mucho más radical y él planteaba cosas mucho más duras en materia de seguridad pública, en la relación con Estados Unidos.
¿Hay factores regionales generales, más allá de solo la alternancia, que expliquen el auge de las derechas? ¿Qué realidades han cambiado en la región?
Hay varios fenómenos. Yo creo que el primero es el mantenimiento de una gran forma de hostilidad y de reticencia de las sociedades latinoamericanas hacia sus élites económicas y políticas. Eso no viene de ayer, el propio ejemplo chileno es un buen ejemplo de ello: hubo todo este tema del estallido social en 2019, que de hecho fue lo que catapultó a Gabriel Boric, y su elección en un primer momento fue un poco el reflejo político de esta insatisfacción.
Yo creo que el germen de esa insatisfacción se mantiene, agravada además por la pandemia. Entonces en el ciclo electoral anterior, es decir, el que llevó al poder a los gobiernos que ahora están finalizando su mandato en Chile, en Colombia, en Bolivia, en Honduras, todos estos gobiernos que fueron electos en 2021, 2022, luego, después de la pandemia, no lograron generar suficiente redistribución o suficiente crecimiento económico para mantener índices de popularidad.
Estos gobiernos lo que tuvieron fue gestionar la pospandemia, con dificultades de crecimiento económico, y con un aumento en América del Sur de la migración venezolana, entonces eso afectó a los países de la región.
También se dio un cambio en la arquitectura del crimen organizado, y en particular de narcotráfico con la llegada de drogas sintéticas a Estados Unidos, el fentanilo. Provocó una reorientación de las rutas de las drogas que se producen en particular en la zona andina, pienso en particular en la cocaína, y que esta pasó a ser exportada ya no tanto hacia Estados Unidos, sino sobre todo a Europa. Este cambio en las rutas también se tradujo en una evolución de los territorios donde operan los carteles, y eso tuvo consecuencias prácticas.
Por ejemplo, la explosión de la violencia en Ecuador, que era un país tradicionalmente seguro, y en los últimos cinco años se ha vuelto muy violento. Esto, en particular, por la llegada de los carteles mexicanos a Ecuador, y el uso del puerto de Guayaquil como plataforma de exportación de la cocaína a Europa

México parece ser el caso que rompe la regla a esta alternancia en el poder. ¿Qué condiciones se cumplieron en ese país para tener el paso de AMLO a Claudia Sheinbaum?
Yo creo que en el caso de México, la primera razón es la fuerte legitimidad del presidente López Obrador durante su mandato, a pesar de que los dos principales asuntos que interesan a los mexicanos según las encuestas de opinión, es decir la economía y la seguridad, pues no avanzaron como se hubiera podido imaginar. Es decir, México sigue siendo un país violento, extremadamente violento, y no hubo realmente mucho crecimiento económico a nivel general macro.
Ahora lo que sí hubo y eso también permite explicar por qué la aprobación del presidente López Obrador es importante, es que sí hubo un crecimiento importante del salario mínimo en México, a niveles realmente nunca vistos en los últimos 30 años. Hubo una revalorización significativa del salario mínimo, hubo cambios también en los contratos de trabajo para darle más prestaciones a las personas y terminar con lo que se llama el outsourcing.
Creo que eso, y el mantenimiento de las políticas sociales del gobierno, tuvo un impacto en la opinión pública y permitió apuntalar la popularidad del presidente y de la candidata que fue respaldada por el presidente López Obrador. Yo creo que la gran interrogante ahora es saber si la presidenta Sheinbaum está en condiciones de mantener en el largo plazo esta popularidad elevada, porque estamos hablando de una presidenta que tiene entre 70% y 80% de aprobación según las encuestas, lo cual para América Latina es bastante único.

Entre los analistas se tiende a veces a agregar el adjetivo “populista” a las derechas que hoy están ganando, para diferenciarlas de las derechas latinoamericanas tradicionales, como ocurre con Javier Milei y Mauricio Macri, por ejemplo. ¿Cómo se ve esto en la región? ¿A qué se debe?
Yo creo que lo que hay efectivamente es esta derecha más desinhibida. Yo tengo problemas con el populismo, ya sea de izquierda o de derecha, porque me parece que en términos de categorías es difícil de identificar y de definir. Pero lo que sí me parece claro es que estamos muy lejos de lo que eran los partidos de derecha tradicionales de América Latina un poco de post transición.
Digamos que en Chile estaba la Concertación, por un lado, y la Alianza, por el otro lado. Ese bipartidismo, aunque fueran coaliciones, se rompió totalmente. Estamos totalmente en una nueva lógica política. En el caso argentino, ahora Milei creó su partido La Libertad Avanza. Sin embargo, todavía vemos que es un gobierno muy unipersonal y depende mucho en la figura de Milei en particular y de su hermana.
En el caso colombiano, por ejemplo, hasta la llegada de Álvaro Uribe hubo bipartidismo entre liberales y conservadores. Y ahora es un panorama mucho más fragmentado, inclusive en la derecha. Y es lo que estamos viendo ahora en esta precampaña presidencial donde los candidatos cercanos al uribismo tienen dificultad en encontrar realmente una candidatura unitaria en la derecha.
¿Cómo ven Estados Unidos y en China este movimiento del péndulo en la región?
Bueno, yo creo que China ve con cuidado estos cambios de gobierno, porque muchas de las negociaciones, ya sea a nivel político, pero sobre todo económico, se hacen a nivel de los Estados, y China ha perdido espacio en Argentina a raíz de la llegada al poder de Javier Milei. En materia de defensa, el gobierno argentino tenía previsto comprar aviones caza chinos, y al final van a comprar F-16 que van a llegar a Argentina desde Washington.
Evidentemente que el gran asset y la gran fuerza que dispone Beijing en América Latina es su influencia económica. Y va a ser mucho más difícil para Washington ocupar ese espacio, porque es un espacio que ha venido trabajando China desde hace más de 20 años, o yo diría hasta 30 años.
Entonces yo creo que las bases de la presencia china en América Latina, que es la presencia económica, se van a mantener, porque hasta ahora la política norteamericana ha sido una política que ha funcionado en base a amenazas, a presiones, y no tanto una arquitectura de partenariado con la región. Y en el fondo la pregunta que uno se puede hacer es qué va a pasar a mediano y largo plazo. Está claro que a corto plazo muchos países de la región pueden intentar reaproximarse a Washington.
Sin embargo, ¿cuál es el incentivo a mediano y largo plazo para tener una relación con Estados Unidos? Pues queda una pregunta. Ahora está claro que esos resultados electorales en la región, a los ojos de Washington, podrían generar una lectura que a mí me parece, digamos, un poco errónea. Ellos sienten que su lógica política está siendo validada por los electores.
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