“Más que ninguna otra cosa, no quiero que me comparen con mi padre”, fue el deseo expresado por Luca Zidane Fernández, el mes pasado, en una entrevista concedida al sitio oficial de la FIFA. Hoy, en Puerto Montt, el arquero de la selección francesa que participa en la Copa del Mundo Sub 17, parece más incómodo que nunca al verse constantemente vinculado a Zinédine Zidane, uno de los mejores jugadores de la historia.

En el hotel Diego de Almagro, ubicado en una de las colinas de la capital de la Décima Región, su concentración ha sido total: siempre está acompañado por sus compañeros o por el cuerpo técnico, encabezado por Jean-Claude Giuntini. Incluso durante los paseos en grupos por la ciudad o también por las dependencias del recinto hotelero, siempre está arropado entre sus compañeros, manteniendo un silencio constante.

Ni siquiera luego de los partidos Luca ha roto esa premisa, pese a ser el único hispanohablante de la delegación; su abuelos maternos son andaluces de Almería y él juega por Real Madrid, donde su padre es entrenador de la filial Real Madrid Castilla.

Así, siempre cruza con la cabeza gacha, rápidamente, por la zona mixta del estadio Chinquihue y reacciona con ademanes de disgusto cuando se le solicita, en francés o español, mantener contacto con la prensa.

“A mí no me debe molestar el interés que hay por él; sin duda el equipo de Francia tiene muchos jugadores de altísimo nivel, pero la prensa puede centrar su interés en quién quiera; es el derecho a la libertad de expresión y no puedo decir nada más”, explica gentilmente Giuntini (58 años) entrenador que ha hecho la mayor parte de su carrera como seleccionador nacional en las categorías menores y en el sistema de desarrollo regional de Francia.

Consultado sobre si ese acoso incomoda al joven Luca, admite que “no deben olvidar una cosa: el tiene sólo 17 años. Esa presión no debe ser buena para él. Es necesario que tenga una red de protección, porque está en un proceso de crecimiento, de maduración, como todos los jóvenes que componen esta delegación”.

A pesar de su bajo perfil, dentro de la cancha Luca ejerce una buena cuota de liderazgo desde su posición de arquero, que escogió desde que tomó contacto con un balón. “Cuando era niño y jugaba con mi padre y mis hermanos, siempre me gustaba ponerme al arco”, explicaba a FIFA. De este modo, y aunque el capitán es el talentoso volante Timothe Cognat, Zidane siempre da órdenes y, además, es considerado como un eje de organización de las salidas del equipo del Gallito debido a su buen juego con el pie, muchas veces realizando jugadas que implican situación de peligro para su equipo. Además del alemán Manuel Neuer, su ídolo es Fabien Barthez, ex compañero de selección  de su padre y a quien conoce desde siempre. “Tomar muchos riegos, con algo de locura, es algo que me identifica con Fabien”, ha explicado sobre su estilo, que ya lució en los dos primeros partidos de Francia en Chile, ante Nueva Zelanda y Paraguay.

En las labores más clásicas del juego de un portero (nacido en Marsella, como su padre), su mayor logro es haber sido pieza clave en la obtención de la corona europea, pues en semifinales del torneo continental contuvo tres penales a los belgas. En la final, tuvo menos trabajo, pues Les Bleus demolieron a Alemania por 4-1.

Los méritos de Luca, además, son reconocidos a todo nivel. El diario The Guardian lo ubicó entre los 50 jugadores jóvenes con más proyección en el mundo, honor que comparte consus compañeros Dayot Upamecano (defensa), Bilal Boutoubba (volante) y Jeff Reine-Adelaïde (delantero).

Además de Luca, la dinastía Zidane incluye a Enzo (20 años), Theo (13) y Elyaz (11), todos volantes e integrados a las diversas divisiones de Real Madrid.