La alerta india que llevaría al divorcio de Ponce y PCS
La decisión del regulador de ese país, que obliga a la canadiense Potash Corp a vender su participación en SQM, fue un terremoto para los socios. La firma apeló, pero el proceso comenzó y se vislumbra no exento de dificultades.

Desde el inicio fue a la fuerza y por conveniencia, pero en el último tiempo el matrimonio entre Julio Ponce y sus socios canadienses Potash Corp (PCS) pasaba por su mejor momento. Sin embargo, un balde de agua fría cayó sobre los dueños de SQM luego de que la Comisión de Competencia de la India (CCI) decidiera poner como condición a Potash que venda, entre otras inversiones, el 32% de la propiedad que tiene en la minera no metálica chilena si quiere concretar su millonaria fusión con Agrium. "Estábamos pasando por el mejor estado de la relación, pero ahora todo se complica y no sabemos cómo va a terminar", revela una alta fuente de los accionistas de la firma.
El propio Ponce sabe lo complejo que hoy resulta vender acciones que den acceso a SQM, tras el fracaso del primer proceso que iniciaron para desprenderse de los papeles de Oro Blanco, debido a las garantías que pedían los posibles compradores de un pronto fin al conflicto entre SQM y Corfo y, además, en favor de la minera, algo que no se pudo asegurar. Un problema que también enfrentarán los canadienses si se ven forzados a vender, lo que podría complicarse incluso por el alto precio de la acción. Para cualquiera que quiera entrar a la propiedad, comprar hoy es caro y, además, sin acceder al control, mientras que para Potash vender con su papel por las nubes no es fácil de asumir.
Dimes y diretes
La relación con Ponce no ha sido fácil para la canadiense. Desde que en 2001 pagó US$ 118 millones por el 18% de SQM, mediante la compra del 33,35% de las acciones Serie A que estaban en manos de las AFP, su incursión en la minera ha sabido de conflictos con su socio y también de suculentos beneficios. Hace 16 años, pagó $ 1.900 por cada acción de la serie y hoy el papel se transa en $ 33.000, un rendimiento de 1.600%. Un período en que SQM, además, ha obtenido US$ 4.421 millones en utilidades.
Pero ha habido batallas duras, como en 2005, cuando Potash quiso crecer y mostró interés por controlar la compañía, intentando comprar el 8% que tenía Israel Chemicals. Ponce encendió la alarma y salió a comprar para mantener el control. En los siguientes dos años hubo OPAs y contra OPAs que elevaron a Potash como mayoritario, con el 32% de la propiedad, el límite de concentración que permiten los estatutos de la sociedad.
Ponce, sin embargo, fiel a su estilo, contraatacó y en una polémica jugada se alió con los japoneses de Kowa, relación que hasta abril de este año le permitía nominar a cuatro directores afines y tener el voto dirimente del presidente.
Otra batalla que libraron fue en 2015, cuando en marzo de ese año los directores elegidos por PCS, José María Eyzaguirre, Wayne Brownlee y Alejandro Montero, renunciaron por discrepar de la decisión del directorio de no dar a conocer información al Ministerio Público como parte de la investigación por la emisión por parte de la firma de boletas sin respaldo para ser entregadas a políticos. Esto dio forma al llamado caso SQM, que hoy tiene formalizados a políticos de casi todo el espectro nacional.
Firma de la paz y el "pololeo"
Pero había que buscar la paz y esto comenzó en 2016, cuando Potash inició las negociaciones formales con Agrium para fusionarse y crear una gigante del potasio. La canadiense necesitó dinero y pensó en su inversión más rentable: SQM. Forzada o no, buscó la paz para aumentar su acceso a los dividendos, aprovechando, además, que las sociedades cascadas pasaban por aprietos financieros. Fue así como a inicios de este año, el propio Eyzaguirre y Patricio Contesse Fica, director ejecutivo de las cascadas, comenzaron las tratativas para un armisticio entre ambos accionistas, que se selló a mediados de abril último. El acuerdo, entre otros puntos, establece que bajo ciertos ratios financieros se reparta el 100% de las utilidades de SQM, que el directorio será electo de manera amistosa y que el presidente ya no tendrá el voto dirimente en decisiones clave.
El primer directorio bajo el nuevo pacto quedó integrado por Luis Eugenio Ponce en la presidencia, junto a Hernán Büchi, Gerardo Jofré, Fernando Massú, Gonzalo Guerrero, Joanne Boyes, Robert Kirkpatrick y Arnfinn Prugger. Cercanos a la mesa corporativa aseguran que las cosas cambiaron, que ya no hay tanta tensión en las reuniones, que se toman decisiones de forma unánime e incluso que se pensó en extender la vida útil del acuerdo y no limitarlo sólo a tres años como está firmado.
Pero la armonía chocó con la realidad. En esta nueva etapa y con sorpresa mayúscula, hace unas semanas el presidente de las cascadas, Rafael Guilisasti, y Contesse Fica se enteraron de que las tratativas con el regulador indio no habían llegado a buen puerto y, por tanto, la opción de vender SQM debería concretarse en el mediano plazo, si es que la firma pierde la apelación que presentó ante los tribunales del país asiático, hoy pendiente.
Cuestión de precio
En todo caso, no es lo único. Esto, porque si las sociedades cascadas querían vender una parte de sus acciones, ahora tienen más complicaciones, ya que la sobreoferta en el mercado les haría recibir un precio menor del que esperan. Por eso, ahora la orden es ser espectador de una posible venta de Potash para ver la reacción del mercado y sus eventuales compradores. Dato importante en ese cuadro es que la última refinanciación de pasivos generó alivio en lo inmediato a las deudas de las cascadas. No solucionó el problema de fondo, pero sí, al menos, le resta apuro.
Según otras fuentes allegadas, hoy está más claro que a Potash no le acomoda vender de esa manera, punto que reconocen de lado y lado. Vender obligado no maximiza el precio, advierten conocedores del proceso, pues si el mercado sabe que hay apuro, se puede terminar cediendo un paquete relevante sin un premio millonario como el que debería recibir.
Igual de claro también es que si Potash vende el bloque completo a un solo actor, de cierta forma las cascadas deben visar al comprador. Si es o no un competidor, cuáles son los conflictos de interés y cuáles son sus intenciones al ingresar a SQM están entre los principales factores a analizar. Así, un buen socio sería quien quiera beneficiarse de SQM en la última línea del resultado y no quien quiera incidir en su estrategia comercial y productiva. Pero el mundo ideal no existe y Ponce y su círculo lo saben.
El factor Corfo, otra vez
El apuro o no por vender es un tema, pero la variable Corfo, el otro socio por obligación de SQM, también complica las cosas. Esto, porque los interesados que suenan por estos días para quedarse con el 32% de Potash son los mismos que, antes, estuvieron en el proceso de venta de acciones de Oro Blanco que fracasó, en parte, por el juicio arbitral que enfrenta a SQM con la entidad pública por el contrato de arriendo en el Salar de Atacama, en la II Región.
El diseño original de Guilisasti, que apuntaba a vender un paquete de acciones de las cascadas, se complica con esta nueva oferta de venta por la sobreoferta y porque tardaron mucho en decidir desprenderse o no del 32% de SQM.
Los tiempos apremian. La negociación con el vicepresidente de Corfo, Eduardo Bitran, tienen plazo hasta marzo de 2018, el juicio arbitral debería terminar en unos meses y la cuota de extracción de litio a SQM podría acabar en 2023. Cercanos al tema, en todo caso, no descartan que el conflicto con Corfo se destrabe pronto, punto que permitiría esquivar otro flanco posible, como es el resultado de la próxima elección presidencial.
Negociar en un eventual nuevo gobierno de Sebastián Piñera parece difícil, entre otras razones, por la rivalidad histórica que tendría con Ponce. La última revelación -esta semana- de una nueva boleta de SQM con la que se habría pagado un gasto de la campaña 2009 de Piñera nada ayuda.
Así las cosas, aunque los bancos de inversión Goldman Sachs y Bank of America siguen en la búsqueda implacable de compradores nada se da por sentado.
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