Postales del abismo

Basta con revisar las transcripciones de lo expresado en los Consejos de Clubes del fútbol chileno entre los años 2011 y 2015 para confirmar lo evidenciado aquí hace mucho rato: los asistentes sabían perfectamente lo que pasaba, todos habían leído, visto o escuchado las denuncias de un sector de la prensa contra Sergio Jadue, todos hablaban del tema... pero decidieron hacerse los lesos. Peor aún: decidieron minimizar y ocultar lo que pasaba. Nadie fue sorprendido o engañado. Nadie escuchó las acusaciones sólo al final del período. Era tanta la plata dulce, hoy trasformada en deuda y vergüenza, que casi todos optaron por mirar para el lado -y hasta aplaudir- mientras la estatura moral se caía a pedazos. Protagonizando, de paso, un ridículo que quedará en los anales de nuestro fútbol. No sólo porque obviaron las señales de manera irresponsable y muy poco profesional, sino por el agravante que significó formar una literal barra brava que apoyó, defendió y felicitó a los mafiosos una y otra vez, haciéndoles fiesta, bendiciéndolos y alentándolos mientras denostaban a los pocos mensajeros, en los medios o en Quilín, que intentaban ser decentes.
Salvo la gente de Temuco y de O’Higgins (club que presentó una carta-reclamo donde demostraban su preocupación por lo que acontecía), ningún dirigente pasó la prueba de la blancura. Ninguno. Todos prefirieron arrastrarse con tal de pertenecer, de ser invitados al baile, de usufructuar de un sistema que apestaba desde el primer día.
Ahora que no hay cómo tapar la vergüenza y el escándalo, ahora que desde afuera prácticamente los obligaron a tomar medidas (tibias todavía) todos tratan de escapar del naufragio y negar responsabilidades. Pero las actas que hoy se publican demuestran lo contrario: la era Jadue sólo fue posible gracias a la complicidad y la participación de muchos que hoy pretenden convertirse en “traicionados”.
El drama es que debido a esa misma complicidad, en vez de haber sido expulsados a patadas, buena parte de los responsables del oprobio aún siguen enquistados en el fútbol chileno. Frenando a la justicia y propiciando silencios y amnistías.
Vuelvo a preguntar, como de 2011 a 2015, ¿nadie va a hacer algo realmente significativo? ¿Ni desde adentro ni desde afuera? ¿Nadie va a limpiar la mugre que flota todavía en el pantano intelectual y moral que sigue siendo el Consejo de Clubes? ¿Van a seguir callando? ¿Van a seguir castigando a quien no corresponde, como hicieron con Concepción, un pobre club destruido impunemente, sin que nadie pagara por ello? ¿No había una ley de S.A. que obligaba a los dirigentes a responder por las pérdidas? ¿No se le prestó a los lilas, estos últimos años, más dinero que nunca en su historia? ¿Dónde quedó esa porrada de dinero, en los bolsillos de quién si ni siquiera se pagaban los sueldos de los jugadores?
No sé a usted, pero a mí me daría vergüenza seguir formando parte del Consejo y no hacer algo terminal y elocuente. Es difícil intentar meter preso al tipo que se sentaba al lado tuyo. Ok. Es difícil despreciar a la comunidad de la que formas parte. Cierto. Pero más difícil es seguir caminando orondo por la calle habiendo hecho tan mal las cosas, habiendo sido, hasta hoy, tan mentirosos y tan cobardes.
Señores: ustedes tenían que cuidar el reino y vigilar la caja. Tenían que frenar los abusos. Para eso estaban en el Consejo. Para eso llegaron al fútbol. Y, sin embargo, mire lo que hicieron: callar y aplaudir a los bandoleros. ¿Así quieren que los respeten? ¿Así esperan que les crean, que los quieran? Entiendan de una vez: el enemigo estaba y sigue estando adentro. El enemigo se sienta al lado suyo, no en una redacción o una fiscalía.
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