Se marcha Sampaoli y el fútbol chileno sufre de orfandad. No hay reemplazante. Piensan en un entrenador chileno interino por dos partidos a la espera  del Mesías. Y ese salvador no debe ser Pedro, Juan o Diego. Debe tener el peso específico para proseguir el camino del éxito en que el calvo DT nos acostumbró. ¿Y por qué no un chileno a carta cabal? Para eso debemos hacer historia.

La formación de entrenadores en Chile se inclinó por la orientación francesa, esa que inculcó Fernando Riera para mejorar la base en provecho de la élite. Pero los galos descubrieron los méritos de la formación desde muy temprano aprovechando la fuerza que representaban sus educadores. Y aquí está el punto de quiebre en tratar de emular lo extranjero.

El educador es primordial, no sólo en lo deportivo, debe formarse en la escuela de la vida. Riera inculcó el gusto por el trabajo profesional pero muchos hicieron oídos sordos. No todos adquirieron cultura, conocimiento, conciencia ni menos acción.

La mayoría se estancó con lo aprendido, se resistió al cambio, no caminó acorde a los tiempos. No salieron de las zonas de confort para vivenciar las zonas de incomodidad que existen a raudales en esta profesión. Siento mucho respeto por todos aquellos que han dejado una herencia tangible, por esos educadores con vocación en su trabajo anterior y agrego a los del mundo amateur lamentablemente tan olvidados en su capacitación.

Duele pero hay que decirlo, no tenemos un entrenador nacional de categoría para este desafío. Hay nombres pero aún verdes como Salas, Sierra, Pellicer con un futuro innegable.

¿Dónde está la verdad de la formación de entrenadores?

Que el fútbol evoluciona veloz con una dirección técnica de calidad. Que evoluciona el juego en la cancha. ante las exigencias cada vez más elevadas de los jugadores.

Y evolucionan los asuntos relacionados con la sicología, sociología, historia, antropología e informática. Mientras tanto Sampaoli sigue tintineando en los oídos como la frase del Chapulín Colorado.