Colin Powell



Por Soledad Alvear, abogada

Muchas veces pareciera que los personajes de la escena mundial son seres lejanos, como si la realidad no les tocara. Sin embargo, existen algunos que, por alguna razón se perciben cercanos. Además, si después uno los puede conocer en la intimidad de sus vidas, éstos también resultan ser personas fascinantes, lo que es doblemente reconfortante. Se descubre que no son seres perfectos. Por el contrario, cometieron errores, pero en la suma y la resta fueron hombres y mujeres excepcionales que muestran el camino para generaciones posteriores. Colin Powell es un gran ejemplo. Un ser humano que en apariencia es como cualquiera de nosotros, pero resulta ser extraordinario porque superó barreras que otros no se atrevieron a romper sin perder la esencia de la humildad que los caracterizó desde la cuna.

Creció en el Estados Unidos segregacionista de la postguerra. Trabajó desde niño con un judío de la lejana Europa que le enseñó a hablar perfectamente yiddish y lo acercó a esa cultura para siempre. Hijo del rigor, fue a la Universidad de la Ciudad de Nueva York y después al Ejército, superando enormes dificultades. Como teniente tuvo complicaciones en el sur norteamericano; nadie le arrendaba una casa por ser afroamericano. Superó todas las barreras con realismo e inteligencia. Trabajó como oficial militar en la Casa Blanca y su brillante carrera le hizo llegar a ser Joint Chief of Staff de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.

Fue el primer afroamericano en ser secretario de Estado, específicamente en el período del Presidente George W. Bush. Quizás ahí tuvo el momento más duro en su carrera. Tuvo que defender la incursión a Irak cuando no fue una causa popular ni tampoco ajustado a lo que la comunidad internacional le estaba señalando a Estados Unidos. Me tocó estar en esa sala. Fui la Canciller de un país al sur del mundo que le dijo con respeto y convicción que no estaba en lo correcto. Ahí es donde salió el hombre de Estado más brillante. Capaz de discutir con ideas y razones. No solamente fue muy generoso con quienes disentíamos, pero además pudimos cultivar una amistad.

Fue una persona que pudiendo serlo nunca quiso ser Presidente de los Estados Unidos. Estuvo en el gabinete de un republicano, pero apoyó con fuerza candidatos demócratas como Barack Obama o Joe Biden. Incluso, entendió que el futuro era la juventud era ahora, a la que dedicó todas las energías en los últimos años. Fue un hombre de Estado que pensó en el largo plazo.

Fue una gran ayuda para Chile en momentos complejos. Recuerdo que para la negociación del Tratado de Libre Comercio la situación era muy compleja. Nos habíamos negado a la guerra en Irak (con justa razón). En ese mismo tiempo habíamos terminado de negociar el Tratado y debíamos empezar su traducción al español. Sin embargo, todo ahí se detuvo. Finalmente, y después de un tiempo, pude viajar a Estados Unidos. Powell se preocupó personalmente en destrabar la situación. Tras sus gestiones, junto a Robert Zoellick y la representante Nancy Pelosi (hoy presidenta de la Cámara), además del senador Kelly, pudimos seguir adelante. Colin Powell lo logró.

Permítanme escribir unas líneas muy personales y que no suelo compartir. En ese mismo tiempo, mi hijo tuvo un accidente muy grave. El propio Powell había pasado tiempo atrás por lo mismo con uno de sus hijos. Fue una permanente compañía al teléfono apoyando. Fue desde entonces un amigo a pesar de la distancia, los idiomas y las diferencias que tenemos los seres humanos. No lo olvidaré nunca. Ahora en la partida, mi más sincero homenaje.

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