Columna de Héctor Soto: ¿Volver a qué?

Cuesta entender, por ejemplo, que tengamos una televisión por cable tan mala y tan descomedida. Descontado que gran parte de los canales solo transmiten basura, los pocos que llegan a entregar contenidos de algún interés por lo general lo degradan con tandas publicitarias tan invasivas y con apoyos de sintonía tan reiterativos que resulta difícil no sospechar si tras estos manejos no existe una trama deliberada para embrutecer audiencias a escala industrial.



Aunque sería lindo volver a ver las películas en salas, la pregunta que viene después es un tanto dura: ¿para qué? Porque si la oferta va a seguir concentrada en franquicias como Matrix o Spiderman, si es que no en estrenos infantiles tipo My Academy Hero -que es lo que está ocurriendo en la actualidad-, bueno, significa entonces que nunca encontraremos mejores razones que ahora para quedarnos en casa. Es cierto que subsisten los temores sanitarios, pero, vamos, la industria no puede seguir cerrándose a la diversidad de las audiencias con entera impunidad. Pareciera que todavía no computa que el negocio de la exhibición cambió quizás para siempre y que, de seguir apostando a lo mismo, el futuro necesariamente tenderá a multiplicar las plataformas de acceso a la producción cinematográfica desde el hogar. Mucho de esto ya se ha visto y se agradece. Pero son solo los primeros pasos. Aún hay mucho espacio por ganar.

Y por optimizar también, desde luego. Cuesta entender, por ejemplo, que tengamos una televisión por cable tan mala y tan descomedida. Descontado que gran parte de los canales solo transmiten basura, los pocos que llegan a entregar contenidos de algún interés por lo general lo degradan con tandas publicitarias tan invasivas y con apoyos de sintonía tan reiterativos que resulta difícil no sospechar si tras estos manejos no existe una trama deliberada para embrutecer audiencias a escala industrial. Es desesperante y también patético. Alguien debería estudiar el fenómeno.

El poder del perro. Cr. KIRSTY GRIFFIN/NETFLIX © 2021

Lo que más se salva del cable son los canales de largometrajes y los de HBO. Por ahí todavía es dable capturar buenas comedias ochenteras y noventeras, con Steve Martin, Goldie Hawn, Sandra Bullock, Adam Sandler y gente así. Este género ha resistido bastante bien el paso de los años. Más difícil es dar con algunos excelentes documentales biográficos, con los cuales uno se topa muy de tarde en tarde, a veces de manera fragmentaria y a horas inverosímiles. Recién me tocó ver uno buenísimo sobre el cineasta y director de teatro Mike Nichols y otro todavía mejor sobre Arthur Miller, el dramaturgo. En cualquier caso, es impresentable que no tengamos un canal de cine clásico, especialmente de cine americano de los años 30 y 40, básicamente en blanco y negro, producción que no por casualidad sigue teniendo una energía expresiva sobrecogedora. Hollywood fue una fábrica de películas admirables, cautivantes e inteligentes. La historia dejó establecido que nunca invirtió tanto talento, tanta artesanía y tanta genialidad por centímetro cuadrado de pantalla como en la producción de esos años.

Al cinéfilo de hoy también le queda Netflix, obviamente, donde hemos podido ver El poder del perro, de Jane Campion, y Fue la mano de Dios, de Paolo Sorrentino, entre las entregas más recientes, y dos o tres plataformas más. A Mubi, que está haciendo bien su trabajo, llegó hace poco la versión corta del documental IMax Voyage of Time, de Terrence Malik, narrado por Brad Pitt. Las suyas son imágenes bellísimas e hipnóticas, pero por lo visto ya perdimos al director de Días de gloria y de La delgada línea roja en las estratósferas de la pedantería cósmica. La cinta dura solo 40 minutos, pero son minutos largos. Al lado de eso, hay ofertas menos ambiciosas y más gratas.

Mientras somos jóvenes.

Como repasar, por ejemplo, la filmografía completa de Kieslowski, Kiarostami o Almodóvar, o darle una segunda oportunidad a una encantadora comedia del 2014, Mientras somos jóvenes, con Ben Stiller, Naomi Watts y Adam Driver, que un crítico gringo definió acertadamente como la mejor película de Woody Allen dirigida por Noah Baumbach. Muy refrescante. En estos nuevos dominios de pantalla el que busca siempre encuentra.

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