Columna de Juan Carlos Guajardo: El fin de la fundición Ventanas

"Desde el inicio de Ventanas, hace casi 60 años, las tecnologías de las fundiciones han evolucionado, así como los estándares ambientales exigidos para su operación. Y Chile se quedó atrás."



Recuerdo las tardes de infancia en Valparaíso, en que los días de buena visibilidad permitían apreciar la fundición de Ventanas distante 35 kilómetros en línea recta hacia el norte. Mi abuelo me relataba los afanes que la comunidad de Valparaíso había hecho a fines de los años 50 para lograr que la decisión fuera construirla en esa región en lugar de otras opciones que también pujaban por atraerla. Se buscaba conseguir el estatus industrial que una planta de esta magnitud significaba.

Con los años, se adosaron otras instalaciones industriales de diferente naturaleza: logística, energética y química, entre otras. Pero, por otro lado, las visitas a la hermosa costa cercana a la fundición fueron dando cuenta de que las cosas iban cambiando, y el entusiasmo por su aporte industrial daba paso a interrogantes ambientales. En algún punto, las planificaciones y planes reguladores no fueron capaces de recoger esta situación.

En los últimos años los episodios de emergencia sanitaria en la zona se hicieron frecuentes planteando una situación insostenible para la salud de la población circundante. Pero parece apresurado y también injusto que sea Codelco quien asuma la responsabilidad de esta situación, abriendo la puerta a riesgos derivados que hoy no es posible predecir se cerrará Ventanas sin tener la certeza de cuál es la fuente de contaminación que realmente afecta la salud de las personas. Es impresentable que después de varios años el estado no sea capaz de saber con claridad qué es lo que sucede en esa zona. ¿Qué pasará cuando estando ya cerrada la fundición de Ventanas sigan ocurriendo episodios de contaminación severa? Sin ir más lejos, esto fue lo que pasó en el último episodio, pues la fundición no estaba operando. El cierre de la fundición requiere primero que se reforme una ley de la República y luego aplicar un plan que tomará largo tiempo. Se pudo haber manejado esta situación de una forma ordenada, no precipitada.

Pero hay más lecciones que sacar de esta decisión. Desde el inicio de Ventanas, hace casi 60 años, las tecnologías de las fundiciones han evolucionado, así como los estándares ambientales exigidos para su operación. Y Chile se quedó atrás. Se buscaría revertir el rezago que ostenta el país con inversiones, lo que es sin duda necesario, pero la cuestión es cómo y hasta qué punto. Si se trata de preservar una cierta capacidad de fusión similar a la actual pero con estándares productivos, económicos y ambientales adecuados, bienvenido eso sea. Pero no hay que olvidar que el negocio de la fusión y refinación es malo comparado con el minero. Una fundición con mucho esfuerzo tiene tasas de rentabilidad ajustados, aún las mejor administradas en el mundo.

La cuestión fundamental es que si el país va a apostar a mantener una capacidad de fusión tiene que hacer un esfuerzo diferente al que ha hecho en las últimas décadas. Hoy se podrá gastar miles de millones de dólares en una fundición último modelo pero si no hay otras capacidades conexas, como trabajadores especializados y remunerados de acuerdo a la realidad de este negocio (que no es minero), energía limpia y planes de inversión razonables y regulares, entre otros, las siguientes generaciones estarán nuevamente enfrentando el problema que se vive hoy en Ventanas.

La triste agonía y desenlace de Ventanas demuestra como la vida evoluciona. Las preferencias de la sociedad y las circunstancias cambian y si el Estado quiere jugar un rol en actividades de esta magnitud debe tener un mejor desempeño. No sirve un Estado con voluntarismo si no es capaz de seguir el ritmo de cambio en la sociedad de forma de asumir su responsabilidad de manera permanente.

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