Columna de Juan José Obach: Mucho ruido y algunas nueces



El discurso del Presidente Boric, quizás más por necesidad que por convicción, estuvo marcado por un constante llamado al diálogo y la unidad. El diálogo requiere, como el mismo dijo “ceder y aceptar acuerdos sub-óptimos”, lo que es una buena noticia para el país. Una deliberada opción por el diálogo y unidad tira por la borda la agenda refundacional e identitaria plasmada en su programa de gobierno. Lo que hoy importa es la seguridad, la protección social y el desarrollo económico. Ahora, la gran duda que dejan sus palabras es la capacidad del gobierno para encauzar las necesarias reformas que el país necesita.

En materia de recuentos y medidas concretas, no ayudó mucho el tono autocomplaciente del Presidente. El país no está pasando por un buen momento, tenemos una compleja crisis de seguridad y violencia y una economía estancada. En este sentido, la Cuenta Pública tuvo poco de accountability; no se mostraron avances con nitidez y faltaron medidas concretas con sustento técnico.

Condicionar una extensa batería de derechos sociales a la aprobación de la reforma tributaria no parece una buena estrategia. El pacto fiscal, según ha señalado explícitamente el ministro Marcel, tiene precisamente como norte identificar las prioridades de gasto. Pero, las palabras del Presidente dejan entrever que esas prioridades ya están definidas. Así, el gobierno queda en mal pie para avanzar en, quizás, su reforma más importante. Tampoco hay claridad en la agenda de educación. La mención a la condonación de la deuda histórica de los profesores y del CAE solo se puede leer como un guiño a su base más dura (equivale a tres veces los recursos de la fallida reforma tributaria), cuando la prioridad debió haber estado en el terremoto educacional ocasionado por la pandemia. Es curioso que el mismo Presidente haya hecho un mea culpa sobre el cierre excesivo de escuelas que apoyó, pero no haya puesto el plan de reactivación educativa como máxima prioridad.

En seguridad, se necesitará más que la demolición de memoriales narco y proyectos de ley para restringir sus funerales. Con todo, es positivo el énfasis en generar capacidades de inteligencia para combatir el narcotráfico y el crimen organizado. Pero ojo, de nada sirven más anuncios si no hay capacidad de ejecutar los actuales. A abril, la publicitada Política Nacional contra el Crimen Organizado, que cuenta con más $65 mil millones, no había ejecutado ni un solo peso.

En economía, su tono excesivamente optimista contrasta con la delicada situación del empleo y con una reactivación que, por ahora, se ve lejana. El Presidente parece obviar que en siete de los últimos ocho meses se ha registrado un crecimiento negativo y que el desempleo lleva seis meses al alza. Aquí, nuevamente la retórica le ganó a los anuncios concretos para avanzar hacia una agenda pro crecimiento y pro inversión. Con todo, la reivindicación de la triada cobre-litio-hidrógeno verde es una buena noticia, ya que deja atrás el trasnochado discurso antiextractivista, tan propio del octubrismo.

En resumen, se reconoce un buen tono en el discurso del Presidente. Ahora, el verdadero desafío no está en el diálogo mismo, sino en la capacidad de este para llevar adelante las reformas que el país necesita. Desde esta óptica, los anuncios dejan más dudas que certezas. Para que sus reformas emblemáticas vean la luz -contrario a lo que planteó al inicio de sus palabras- deberá dejar de lado, probablemente, alguna de sus convicciones.

Por Juan José Obach, director ejecutivo de Horizontal

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.