Columna de Luis Larraín: Cambio de gabinete, ¿para qué?



Los rumores de cambio de gabinete suelen comenzar en clave partidista: quién gana, quién pierde, son las típicas reflexiones iniciales. Pero un Presidente debe tener otras consideraciones para armar un nuevo equipo.

Siempre hay una evaluación sobre quién lo hizo bien y quién mal. La mayoría calificaría solamente como mediocre y hay carteras claramente deficitarias como Cancillería, Agricultura y Educación. No sabemos si lo de la ministra Urrejola es inexperiencia o falta de carácter para imponerse a quienes se las han arreglado para convertir el ministerio que todos los políticos quieren en un problema para el gobierno. El ministro Valenzuela tuvo una mala gestión en el combate a los incendios cuando estaba en posición privilegiada para lucirse, parece que definitivamente no da el ancho. Algo similar ocurre con el ministro Ávila, que se empecina en una agenda controvertida y no se hace cargo de lo fundamental en su cartera: el inquietante déficit de conocimientos y hábitos de los estudiantes.

Entre los que lo hacen bien hay imprescindibles como Marcel, que sostiene la estantería, aunque tiene tarea pendiente en una definición mayor: ¿insistirá el gobierno en la refundación u optará por el reformismo? El ministro de Hacienda debiera jugársela y flexibilizar sus dañinas reformas tributaria y previsional. Detener un nuevo retiro es su otro desafío. La ministra Tohá ha subido varios escalones respecto a su antecesora en gestión política interna, pero enfrenta una misión imposible: combatir la criminalidad y mantener el orden público con las reglas de uso de la fuerza que maniatan a las policías y a las FF.AA. (cuando excepcionalmente actúan en tareas de orden público). Esta es la demanda número uno de los chilenos y la ministra corre alto riesgo de defraudarlos.

Se discute cuál es el momento adecuado, algunos dicen que después de las elecciones del Consejo Constitucional. Pareciera que eso es repetir el error del 4 de septiembre. La fecha más probable es en torno al 11 de marzo. Un cambio importante de subsecretarios, donde campea Apruebo Dignidad, parece imprescindible para que esto sea de verdad.

Hay que conciliar equilibrios internos del oficialismo con objetivos de largo plazo del gobierno. Entre los equilibrios está la contradicción entre refundación y reforma, y es una cuestión de realismo político entender que esa tensión ya la resolvió la ciudadanía. Si Boric no lo entiende, será el emblema de un gobierno fracasado.

Pero hay que reconocer que un problema para él es la ausencia de figuras reformistas que estén dispuestas a ocupar posiciones de liderazgo que fuercen un cambio desde el proyecto refundacional hacia un gobierno de administración, como el que quiere la ciudadanía. El Partido Socialista está aquí al debe y paga su pecado de haberse entregado a la extrema izquierda.

Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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