Columna de Raúl Perry: De la esperanza al hábito

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El poeta griego Sófocles inmortaliza, en “Edipo Rey”, la siguiente frase: “Para quien tiene miedo, todo son ruidos”. Quien teme no puede ver la salida en el incesante ruido que le provoca su propio temor. ¿Cómo salir entonces del miedo?

La seguridad sigue siendo la principal preocupación de los chilenos y chilenas. Según la encuesta “Sueños y temores de los chilenos”, de Cadem, Mutual de Seguros de Chile y Universidad Adolfo Ibáñez, un 56% de la muestra catalogó a la delincuencia y las drogas como la principal preocupación. En este contexto, resulta una buena noticia que Carabineros reporte una reducción de los delitos llamados “encerronas” o “portonazos”. Eso sí, este antecedente va acompañado de otra triste cifra: el 50% de los detenidos son adolescentes de 16 y 17 años. ¿Es que tenemos entonces que aprender a temer a nuestra juventud?

Si queremos mirar a nuestros jóvenes con esperanza, debemos despejar el ruido de la contingencia para entrar en el fondo: ¿qué ocurre que nuestros niños, niñas y adolescentes (NNA) terminan optando por las redes de la violencia, la delincuencia y el narcotráfico? Parte importante de las respuestas están en los adultos que rodeamos este camino: en las comunidades, las escuelas, los padres y cuidadores. Podemos generar entornos saludables para el desarrollo de jóvenes empáticos, respetuosos, constructivos, pero se requiere que nos desafiemos de la misma manera en nuestro trato, nuestros estándares o nuestro comportamiento. ¿Cómo aprender a hacerlo?

Citando un documental sobre ajedrez, hay muchos movimientos que pueden hacerse, pero el jugador experto solo debe analizar un movimiento: el correcto. En nuestro país, existen disponibles programas de intervención que pueden ayudarnos a generar las condiciones apropiadas para el buen desarrollo de nuestros NNA, los que lamentablemente cuentan con coberturas parciales que deben ampliarse. Ahí destaca Nadie es Perfecto de ChileCreceContigo, o el Sistema Lazos de la Subsecretaria de Prevención del Delito, con componentes como Triple P, Terapia Multisistémica y Familias Unidas, programas que están dentro de lo mejor que existe a nivel internacional (y por los que no sería necesario reinventar la rueda). Sin ir más lejos, por ejemplo, Familias Unidas, programa creado por la Universidad de Miami y adaptado por la Fundación San Carlos de Maipo a Chile, cuyo foco está en potenciar las habilidades parentales de padres o cuidadores, cuenta con más de 20 años de evidencia sólida en sus resultados previniendo el consumo de drogas, pero su cobertura supera apenas las 1.500 familias al año. Ahí está el desafío. Es cómo pretender terminar con la pandemia vacunando solo al 1% de la población.

Frente a la frase de Sófocles, podemos poner la frase de otra dramaturga, Lillian Hellman: “Las cosas comienzan como esperanzas y terminan como hábitos”. Quiero tener esperanza en que podremos construir un país en donde los adultos, gracias a las habilidades que adquiramos, podamos generar un contexto de desarrollo positivo para nuestros NNA. ¿Podremos trabajar en esto, hasta que esta esperanza se haga costumbre?

Por Raúl Perry, gerente de Programas de Fundación San Carlos de Maipo

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