
Columna de Teodoro Ribera: Política exterior 2025

Tras décadas de grandes consensos en materia internacional -apertura comercial, multilateralismo, defensa de los DD.HH., democracia, regionalismo abierto, entre otros-, el país enfrenta una agenda internacional que concierta desafíos sustantivos.
En este ámbito destacan el creciente uso de la fuerza a nivel internacional (Ucrania/Rusia, Siria, Medio Oriente), la presión/amenaza de su uso (China/Taiwán o USA/Panamá, por dar algunos ejemplos), la utilización del comercio internacional con fines geopolíticos (a través de aranceles y/o prohibiciones de comercialización, entre otros), y un claro debilitamiento de ciertos organismos internacionales.
Las turbulencias globales y el anclaje de distintos gobiernos y sus políticas exteriores a modelos que perdieron o están perdiendo vigencia, han derivado en crisis y enfrentamientos que se traducen en turbulencias militares, políticas y económicas, y en el brote de nuevas pugnacidades derivados del predominio de tecnologías de impacto masivo. En este cuadro de alta sismicidad, se constata una interconectividad entre este oleaje internacional y los estados de ánimo electorales internos, siendo las recientes elecciones en EE.UU. un claro ejemplo.
En este conjunto de sucesos en marcha, nuestra política exterior requiere identificar y definir el curso de su agenda internacional, actualizando el consenso en torno a los intereses nacionales que cobran vigencia, privilegiando enfoques materiales por sobre los ideológicos, y evitando invertir recursos limitados en iniciativas multilaterales improductivas. Avanzar hacia relaciones estratégicas y más equilibradas (China, India, Indonesia), una revalorización más comprensiva y diversa de nuestra condición de país marítimo, una prelación más selectiva de las iniciativas multilaterales, son prioridades que se ensamblan con la necesidad de identificar y preservar algunos equilibrios vecinales.
Un problema no menor para este cambio es que muchos de quienes definen o influyen en la política exterior consideran como un objetivo volver a los “años dorados” de los noventa, donde Chile con su transición pacífica y ordenada era un adalid de la democratización mundial.
El mundo y la región cambiaron, y por lo mismo llegó el momento de repensar y de redefinir nuestros objetivos internacionales, reorganizando nuestros esfuerzos y capacidades limitadas para tal objeto. ¿No será el momento de cuantificar los aportes que cada misión chilena realiza al país? Un marco institucional que permita la formulación y evaluación constante de la gestión en política exterior vecinal y global, requiere, al mismo tiempo, contar con acciones medibles que conduzcan a implementar una política internacional enfocada a lo que realmente le interesa a Chile y a sus regiones.
Por Teodoro Ribera, rector Universidad Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores
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