Columna de Valentina Ilic: Desarrollo integrado y nuevos techos



El impacto del Covid-19 en la economía mundial ha sido tan devastador que, según las últimas estimaciones, esta sería la primera vez que la pobreza aumenta en todo el mundo, desde 1990. Evidentemente, Chile no se escapa de esa realidad. Según las últimas estimaciones del Banco Mundial, se prevé que la pobreza en Chile llegará a 10,5% en 2022, lo cual sería el primer aumento después de casi 15 años en nuestro país. Esto, sumado a las proyecciones del último informe de Política Monetaria del Banco Central sobre la recesión económica del próximo año, nos dejan en un escenario altamente desalentador.

Pese a lo anterior, sería injusto desconocer todo lo que se ha avanzado como país en esta materia en las últimas décadas. Según la encuesta CASEN, en el 2006 Chile presentaba un 29,1% de pobreza, mientras que en el 2017 esta llegó a 8,7%, es decir, una disminución de casi 2 puntos porcentuales por año. Dichos avances han sido observados de cerca por diversos informes de Desarrollo Humano del PNUD, el cual indica -en múltiples ocasiones- que los “nuevos pisos” alcanzados y la mejora en las condiciones materiales, vienen acompañados de “nuevos techos” y de una ampliación del horizonte de posibilidades y de expectativas de los/as chilenos/as (PNUD, 2009).

En este sentido y con el escenario adverso, el desafío que enfrentamos como país de superar la pobreza debe venir acompañado de una visión a largo plazo -o de Estado- que, como plantea el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, nos permita dirigir la atención hacia una visión integrada del desarrollo económico y social. Para Sen, el desarrollo existe cuando las personas tienen la verdadera libertad para elegir lo que quieren ser y hacer. O, en otras palabras, cuando existen las condiciones estructurales para que las personas desplieguen sus libertades y tengan verdaderamente la capacidad de elegir.

Esta visión va de la mano con el desafío de los “nuevos techos” anunciados por el PNUD hace ya varios años. Junto con enfrentar el desafío de impulsar el crecimiento económico y la mejora en las condiciones de vida, Chile tiene el deber de pensar cómo diseñar y crear cimientos sólidos para que los/as chilenos/as y sus familias puedan ampliar su horizonte de posibilidad.

Chile no puede permitirse retroceder en el camino hacia un desarrollo integrado. Chile debe poner el crecimiento económico al servicio del desarrollo social y de la ampliación de las libertades. Chile debe, en su camino hacia la erradicación de la pobreza, crear las condiciones estructurales para que los/as chilenos y sus familias tengan la posibilidad de elegir trayectorias de vida más largas, más libres y más fructíferas.

Por Valentina Ilic, directora de la Escuela de Ciencias de la Familia, Universidad Finis Terrae

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