El valor de las inversiones europeas

Unión Europea


Desde mi llegada a Chile, hace apenas dos meses, he seguido con mucha atención el debate sobre el papel de las inversiones extranjeras y su contribución al desarrollo sostenible y equitativo del país. Un debate que cobra gran relevancia en un momento en el que Chile se adentra en un proceso constituyente que previsiblemente se extenderá hasta abril de 2022. En esta senda, Chile cuenta con el compromiso de la Unión Europea y sus Estados Miembros, así como de sus operadores económicos. Para ilustrar la relevancia y el papel de las inversiones europeas, es importante aportar algunas cifras y ejemplos.

Según un estudio reciente del Ministerio de Relaciones Exteriores (septiembre 2020), la Unión Europea en su conjunto es el primer inversionista extranjero en Chile, representando el 33% del stock total de inversión directa extranjera en 2018 (USD 91.541 millones).

El Ministerio confirma también que la presencia de inversión europea en Chile en los últimos años no ha hecho más que crecer. En efecto, la entrada en vigor del Acuerdo de Asociación entre Chile y la Unión Europea, hace ya 17 años, marcó un antes y un después en el compromiso de los inversionistas europeos, que en los primeros diez años de aplicación del acuerdo duplicaron su presencia en Chile.

Actualmente, las empresas europeas están presentes en casi todos los sectores, principalmente en el área de la minería, la energía, los servicios financieros, las comunicaciones y los servicios básicos, contribuyendo a la creación de empleo, a la transferencia tecnológica y a la innovación.

Chile, al igual que la Unión Europea, ha adoptado un claro compromiso en la lucha contra el cambio climático, con el ambicioso objetivo de llegar a la neutralidad en las emisiones de carbono en 2050. Ambos creemos firmemente que el crecimiento económico y la competitividad pueden ir de la mano en la lucha contra el cambio climático.

En este sentido, es importante destacar el papel de las inversiones europeas en la transición energética. Las empresas europeas, pioneras en nuevos sectores como las energías renovables no convencionales, están siendo clave en la diversificación energética a través de sus inversiones, no sólo en Chile sino en toda América Latina.

No es casual que el primer proyecto piloto sobre hidrógeno verde en el sur del país, se lleve a cabo con la participación de tres empresas líderes europeas, dos alemanas y una italiana. Ni que, aunque menos publicitado, un grupo franco-belga esté llevando a cabo un proyecto de hidrógeno verde similar en el norte del país, aprovechando la energía solar. O que Cerro Dominador, la primera central termosolar de América Latina, esté siendo construida en Chile por un consorcio español. O que empresas francesas estén contribuyendo al desarrollo de tecnologías innovadoras para la extracción de litio, de una forma respetuosa con el medio ambiente.

Tampoco es casualidad que, aportando su know-how, empresas holandesas, italianas, españolas y francesas gestionen 14 de los 22 parques eólicos del país y contribuyan a la generación de energía accesible a todos los chilenos. Ni que una empresa irlandesa haya recaudado fondos necesarios para financiar la construcción de una de las mayores plataformas de generación eólica y solar en Atacama. O, por citar un último ejemplo, que una empresa belga contribuya decisivamente a la sostenibilidad de la industria de la construcción.

Sabemos que existe preocupación por el impacto que la crisis económica derivada de la pandemia pueda tener en las inversiones extranjeras, incluidas las europeas. Son inquietudes lógicas, dada la amplitud de la crisis económica global a la que todos nos enfrentamos.

Pero Chile, gracias en gran medida al Acuerdo de Asociación, cuenta con un activo único para los inversores europeos: la seguridad jurídica, y la claridad y previsibilidad de las reglas del juego.

Es esta seguridad jurídica la que explica el enorme aumento de las inversiones europeas en los últimos años y la que, a mi juicio, mitigará el impacto de la crisis actual sobre las decisiones de inversión.

Y qué duda cabe, una exitosa conclusión de la modernización del Acuerdo de Asociación, actualmente en fase de negociación, enviaría un mensaje alto y claro a los inversores europeos sobre el compromiso de Chile con un entorno de negocios abierto, transparente, predecible y atractivo para las inversiones.

Esta transparencia la defendemos también a nivel global, pues el multilateralismo es el único marco que nos garantiza normas preestablecidas y aplicadas a todos de manera igual y no debemos ceder ante las presiones o los cantos de sirena de quienes en realidad defienden a la postre la ley del más fuerte.

Europa es y quiere seguir siendo un socio estratégico para Chile. Con su sello de calidad y su apuesta por la innovación y el desarrollo sostenible, las inversiones europeas han contribuido al fortalecimiento de nuestras economías y seguirán, sin lugar a dudas, dispuestas a apostar por el futuro de Chile.

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