Filantropía y el arte de la trascendencia

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Hace poco tiempo fuimos testigos de un hito en la historia cultural del país. La joven soprano chilena Yaritza Véliz fue una de las 10 finalistas del Paris Opera Competition, convirtiéndose así en la primera latinoamericana en llegar a esa fase del certamen de talento lírico internacional. Nuestra Fundación organizó la etapa de audiciones y clasificación, en la que participaron 30 representantes de toda América Latina y, así, fuimos testigos de cómo un jurado de primer nivel puso sus ojos en esta artista nacional.

Pero detrás de este gran logro existe otra historia que también es importante destacar. El francés Pierre Vernes, creador y fundador del concurso, fue un motor esencial para que éste se posicionara como uno de los más influyentes y congregara a los directores de los teatros más relevantes del mundo. Lamentablemente, falleció de manera sorpresiva poco antes de la final, generando incertidumbre respecto de su legado y de las oportunidades para los artistas.

En nuestro país, la filantropía muchas veces se enfrenta a esta misma disyuntiva. Fundaciones que se transforman en un pilar de apoyo a ciertas actividades cobran vida gracias a la voluntad, empuje, creatividad y al financiamiento de su fundador. La gran pregunta es cómo lograr que ese legado filantrópico trascienda a quien lo originó.

Afortunadamente, el Paris Opera Competition pronto contó con el apoyo de la familia de Vernes y de otros empresarios fuertemente comprometidos con la cultura, y respaldado con un marco regulatorio que promueve la filantropía. Se trata de una realidad que en Chile comienza a avanzar y que se palpa, por ejemplo, en que el 44% de las fundaciones que existen en el país fueron creadas durante los últimos 12 años, de acuerdo a cifras del Centro de Filantropía e Inversiones Sociales de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Con todo, eso no basta. Para crear una arraigada cultura filantrópica, la sociedad civil y el Estado deben avanzar de la mano. Las familias, por ejemplo, formando a niños sensibles y conectados con su entorno, que en el futuro puedan tomar decisiones que sean un aporte transversal a la sociedad; los expertos, reforzando la idea de que la filantropía no solo se hace a través de grandes obras, sino que también a partir de la suma de aportes individuales dirigidos a un mismo fin; y el Estado, impulsando normativas que converjan hacia esta meta. Aquí las nuevas generaciones pueden jugar un rol estratégico para que este proceso se acelere. Personalmente conozco a varios jóvenes empresarios que ya trabajan desinteresadamente para acortar brechas y generar nuevas oportunidades en el país. Ya sea para tener más Yaritzas en certámenes artísticos, conservar el medio ambiente, entre otros, debemos caminar juntos. Crear una cultura filantrópica toma tiempo, la buena noticia es que ya hemos comenzado.

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