Por Cristóbal OsorioKast y la prudencia: una virtud cardinal pendiente

“Yo soy católico, pero soy Presidente de la República de un Estado laico. No puedo imponer mis convicciones personales a mis ciudadanos”. Esta fue la respuesta que Valéry Giscard d’Estaing dio a Juan Pablo II en 1974 respecto de su postura cuando se discutía la despenalización del aborto en Francia.
La convicción de Giscard d’Estaing por apuntar al interés general y la estatura presidencial es un faro que es de esperar vea José Antonio Kast. Si bien el candidato ha dicho con menos elegancia “yo no me meto en la cama de nadie” y que se centrará en las “urgencias” del país, hay dudas sobre su capacidad de tolerar la diversidad de Chile.
Todo indica que el próximo 14 de diciembre Kast recibirá un respaldo amplio, pero debe entender eso -si sucede-, como un mandato por concretar seguridad, crecimiento y eficiencia burocrática, y no una “carta blanca” para una cruzada cultural. Su triunfo pírrico en el Consejo Constitucional, que concluyó con el segundo fracaso constitucional, debiese ser una enseñanza suficiente.
Con todo, el peligro existe, en particular si es que la diferencia es muy amplia con Jeannette Jara, lo que puede llevar al republicano a cometer el mismo error de Sebastián Piñera, quien confundió una amplia victoria electoral con una victoria cultural, y emprendió acciones tales como Aula Segura, que se devolvió como la mecha estudiantil que prendió el Estallido Social.
Chile es un país complejo y encarna una sociedad diversa, cuyo proceso político ha caminado hacia la desafección de los partidos y un antielitismo que marca una paleta de colores cada vez más populista e inmediatista, capaz de horadar la institucionalidad.
Así el llamado a resolver una “emergencia nacional” para superar la crisis de seguridad y migratoria, marcará un romance breve. A los pocos meses la exigencia será más difícil; crear vasos comunicantes más profundos con chilenos y chilenas. Para lograrlo no solo hay que observar el “Chile tuneado” de Franco Parisi, sino que también el liderazgo de una mujer; Giorgia Meloni en Italia, quien entendió que para dar con el tono y la altura de su cargo debe volverse alguien razonable.
Eso implica acopiar “prudencia”, la virtud cardinal de la fe católica que más se extraña hoy. Razón por la cual tal vez vale la pena volver sobre las encíclicas Pacem in Terris y Providentissimus Deus, que recomiendan apertura, en un espíritu que puede parecerse mucho a la la frase icónica y laica con que se inaugura la Universidad de Chile: “todas las verdades se tocan”.
Además, la “moderación” ha sido una de las herramientas más caras de los presidentes chilenos. Después de todo, el actual presidencialismo contiene una paradoja; mientras más poder centraliza el Presidente como líder de una cultura política y jefe de Estado, Gobierno y coalición, más vulnerable se vuelve, dado que en su figura se centran todos los ataques.
Así, Kast deberá cuidarse -si gana- de cierto “parlamentarismo de facto” que emerge en cuanto se debilita la figura presidencial, del cual podrá solo escapar si sigue cierta inteligencia política. Esto implica pasar con éxito su primer examen; el chequeo de su gabinete y segundo piso, cuyos miembros pueden caer como hojas de otoño si es que encarnan impresentables ideas y conflictos de intereses.
Pero, la verdadera prueba de fuego será la de su ego. A ver si se resiste a una mentalidad de cruzada que lo puede llevar muy temprano a ser un pato de feria en un país con rifles y sin mucha paciencia.
Por Cristóbal Osorio, profesor de derecho constitucional, Universidad de Chile.
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