Opinión

Matarle... pero a besos

Aton Chile DRAGOMIR YANKOVIC/ATON CHILE

Cuando Pedro Sánchez tomó el liderazgo del PSOE en España, el socialismo español se encontraba arrinconado y apanicado -de una forma muy similar a lo que ocurrió en Chile entre el Frente Amplio y la Concertación- por la emergencia de los briosos jóvenes de Podemos.

Así las cosas, antes de retomar el desafío de convertirse en alternativa creíble de gobierno, el PSOE debía responder a la pregunta de qué hacer con Podemos: ¿Pactar, competir, negociar? Y cuando esa disyuntiva dominaba la escena de la política ibérica, comenzó a popularizarse en los medios un concepto -muy usado por los españoles- para definir la línea que tomaría Sánchez con Pablo Iglesias, líder de Podemos: Le matará… pero a besos.

Algo de esa estrategia seguida por Sánchez para robarle la cartera a Podemos ha venido a mi memoria al analizar el camino seguido por José Antonio Kast y los Republicanos para procesar la amenaza que significó Johannes Kaiser. Procesarla, gestionarla y amasarla… hasta desinflarla.

En relativamente poco tiempo, Kaiser pasó de ser la novedad en el mapa político de las derechas a ser el tercero en una competencia en la que los dos primeros están en fuga y disputando. Luego de estar segundo pasó ahora a un modesto cuarto lugar en las encuestas, y ahora no logra sacudirse de la pregunta obligada, en cada entrevista o punto de prensa, sobre si esta caída lo hace pensar en bajarse de la carrera.

Y ha sido la paciencia y una estrategia de soft power lo que permitió a José Antonio Kast pasar de estar amenazado a ser una opción revalidada por la emergencia del libertario. En efecto, los republicanos abandonaron relativamente rápido la idea de disputar frontalmente con Kaiser. Y aunque era evidente que éste crecía a costa de ellos, la invitación del republicano fue a unir fuerzas contra un enemigo común: la derecha cobarde.

Así las cosas, como en el judo, Kast usó la fuerza con la que Kaiser venía a por ellos para mostrarle un blanco nuevo, Matthei, y acometer juntos la tarea de debilitarla. En paralelo, el partido Republicano comenzó con la tarea de trabajar una lista parlamentaria común, que uniera los destinos de ambos grupos más allá de lo que pasara con sus abanderados presidenciales. Zanahorias, no garrotes.

Kaiser y los libertarios entraron gustosos en ese juego envalentonados por los vientos favorables en las encuestas y por el subsidio que la novedad le daba al diputado desafiante. Una vez consolidada esa estrategia de todos contra Matthei, sin embargo, el crecimiento del libertario se estancó y sin quererlo, los libertarios pasaron a ser comparsas de quiénes venían a jubilar y, en el camino, perdieron novedad, eficacia y filo.

Ya sea por inexperiencia o por ansiedad, Kaiser pasó a los postres antes de tocar el plato de fondo y hoy se enfrenta a la amenaza más temible para una joven promesa: pasar a retiro antes de siquiera haber debutado. Durante un tiempo, los libertarios fueron una amenaza real a la hegemonía republicana en lo que han denominado la nueva derecha. Hoy, sin embargo, pareciera que Kast se está comiendo de vuelta al libertario… pero a besos.

Por Camilo Feres, director de Asuntos Políticos y Sociales de Azerta.

Más sobre:KastKaiserRepublicanos

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

No sigas leyendo a medias

NUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mesAccede a todo el contenido SUSCRÍBETE