No se puede trabajar así



Estas últimas semanas hemos visto una serie de conflictos laborales. Esto es coherente con lo observado por el Observatorio de Huelgas de COES de que en 2016 hubo 462 huelgas, el número más alto desde el año 1990. Esto es bastante notable en un país que tiene baja densidad sindical (12%), baja cobertura de la negociación colectiva (8%) y está limitada a la empresa (no es por rama o sector) y no existe un derecho efectivo a huelga. Tanto así que los trabajadores de Lan Express depusieron la huelga y la Dirección del Trabajo no lo permitió.

No es un secreto que, desde una perspectiva proempresa, los sindicatos son organizaciones dedicadas a entorpecer el equilibrio del mercado laboral haciendo más costoso el empleo. Desde ese punto de vista, la huelga es inadmisible. ¿Qué derecho podría tener un grupo de trabajadoras a no trabajar por invocar mejores condiciones laborales? Sin embargo, en una sociedad que privilegia la democracia y la distribución equitativa del bienestar, la principal justificación de existencia de los sindicatos es la redistribución del poder político al interior de la empresa, en la economía y en la sociedad.

Los grandes empresarios pueden alterar la vida de muchos cambiando el giro de su proyecto, no invirtiendo o manteniendo sus utilidades a costa de condiciones laborales. Al igual que en el caso de grandes proyectos inmobiliarios, que en muchos países incluyen la participación de la comunidad que afectan, al interior de las empresas estas comunidades son las organizaciones de trabajadores. Así, los sindicatos existen no solo para negociar mejores salarios, sino para participar de las decisiones que los van afectar.

Hace unas semanas se publicó un estudio que encuentra que la desigualdad del ingreso afecta la distribución del poder político y el respeto a las libertades civiles de ricos y pobres (Cole, 2018). ¿Por qué? Según el estudio, los individuos de más recursos económicos lo usan para ejercer influencia política, ejercen presión, financian campañas, think tanks y medios de comunicación. También moldean la política porque es más probable que participen en ella. Por otra parte, las élites se han vuelto cada vez más concentradas, centralizadas e interconectadas, lo que les permite coordinarse mejor. Las "masas", en cambio, cuando están desorganizadas se ponen en clara desventaja política (Mills, 1956).

Los sindicatos pueden hacer la distribución del poder político más equitativa. Un aumento de las huelgas muestra una demanda por más democracia, no solo mejores condiciones laborales y más igualdad. Chile en su historia ya ha tenido situaciones similares y muestra que las élites no han estado a la altura, y demandas por democratización han terminado en violentos conflictos sociales (Rodríguez-Weber, 2017). Este 1 de mayo es una buena oportunidad para recordarnos los desafíos pendientes en materia laboral, social, política y económica.

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