Productividad, futuro y bienestar

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José Maza en una polémica entrevista dijo "la derecha en 100 años nos mantuvo a todos analfabetos…, porque si tengo 100 campesinos en el campo, ¿para qué quiero que sepan leer y escribir? (...) pero se acabaron esos tiempos, ahora hay que manejar una máquina, un sistema complejo, se necesita gente mucho más preparada". En palabras simples, este es el principal problema con la caída en la productividad.

Productividad, en economía, se mide como el producto por unidad de insumo, y se calcula, generalmente, como la relación entre el PIB y las horas totales trabajadas.

Por otra parte, la productividad total de los factores (PTF) mide la proporción del crecimiento del PIB que no puede atribuirse a la acumulación de capital y trabajo, y es una medida de la contribución de la tecnología (Kenton, 2019).

Según la Comisión Nacional de Productividad (CNP, 2017), en Chile hay una "preocupante reducción de la tasa de crecimiento en la PTF desde el 2000", de 1,2% 2000-2005 a -0,2% en 2010- 2015. Una tendencia que no se revierte y es transversal en la economía. Además, las empresas de los países OCDE tienen una productividad 2,5 veces mayor que las empresas chilenas, y Chile aparece muy por debajo de los países desarrollados en materia de presencia gerencial sobresaliente (World Management Survey).

El crecimiento de la productividad debería ser importante para las empresas porque, por una parte, podría traducirse en mayores utilidades. Sin embargo, la productividad es fundamental también para el bienestar de las personas, ya que ésta podría traducirse en menores precios, mayores salarios reales, mayores ingresos tributarios (más gasto social), y la posibilidad de reducir la jornada laboral (sin disminuir los salarios) y elevar el tiempo libre (CNP, 2017).

¿Cómo hacemos para aumentarla en un escenario, además, de emergencia climática? La política económica se ha centrado en las palabras simples de Maza: reducir los costos laborales, nulo gasto en innovación y pagar pocos impuestos (bajo gasto público). Esto obviamente no aumenta la productividad. De hecho, Henry Ford en 1914, en un polémico golpe innovador, redujo las horas de la jornada laboral y aumentó la productividad de su empresa.

Para aumentar la productividad se necesita una fuerte inversión en el desarrollo de las capacidades de todos (incluidos los gerentes), una fuerte inversión pública y privada en innovación y desarrollo y ciencia y tecnología para cambiar urgentemente nuestro modelo de desarrollo y disminuir la huella de carbono, entre otras.

Atrás quedaron los tiempos de peones y latifundistas, "let it go".

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