Ucrania: La guerra de la infamia

Foto de Pool del Kremlin vía AP, Archivo


SEÑOR DIRECTOR:

La guerra de Putin en Ucrania es el fracaso del sistema de Naciones Unidas. Es lo contrario de lo que ocurrió con la Guerra del Golfo (1990), en que, al amparo de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, una fuerza multinacional acometió la tarea, a través del uso legítimo de la fuerza, de liberar a Kuwait de la ocupación por parte de Irak.

La guerra de Putin, la primera en territorio europeo desde la Segunda Guerra Mundial, es una guerra de elección, lo contrario a una que defiende, que está dirigida principalmente a objetivos civiles, como niños, mujeres, ancianos, escuelas, hospitales, zonas residenciales, infraestructura de variada índole. Es un claro ejemplo de genocidio, unido a la comisión de crímenes de guerra. Nada de esto puede quedar impune.

Ya vendrá el momento de revisar la responsabilidad de Occidente y de la propia OTAN en haber contribuido a crear en Putin la percepción de una amenaza contra sus intereses vitales. La lamentable Declaración de Bucarest (2008), en que la OTAN invita a Georgia y Ucrania a unirse a dicha alianza militar, ocupará un lugar destacado. Nada de eso, sin embargo, justifica esta guerra de la infamia.

¿Qué hacer? Lo primero es proveer a Ucrania del armamento militar necesario para defenderse de la guerra de agresión. Simultáneamente, hay que abrir un espacio para la política y la diplomacia, lo que significa un cese al fuego y definir un curso de acción donde Crimea y las dos provincias orientales estarán sobre la mesa, con variantes como una posible neutralidad (buffer zone) que implique, por ejemplo, que Ucrania pueda ingresar a la Unión Europea, pero no a la OTAN. En el intertanto, solo cabe una solidaridad activa de la comunidad internacional, en la que es digno de destacar el papel de EE.UU. y algunos países europeos.

Ignacio Walker

Excanciller

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