
Una Cuenta Pública desconectada

La reciente Cuenta Pública del Presidente Gabriel Boric dejó una sensación de decepción: fue extensa en su duración, pero exigua en contenido relevante para los chilenos. Más allá de las formas y gestos, lo esencial estuvo ausente: una mirada honesta y responsable sobre los problemas que más preocupan al país.
Durante dos horas y media, el Presidente insistió en promover una agenda de corte ideológico, destacando la despenalización del aborto y la transformación del penal de Punta Peuco en cárcel común. Estas propuestas, lejos de responder a prioridades nacionales, dividen y polarizan, desviando la atención de asuntos urgentes como la seguridad, la reactivación económica, el empleo o la salud.
Fue particularmente grave la omisión de la crisis migratoria, que afecta directamente la calidad de vida en todo el país, en especial entre los sectores más pobres y en las ciudades del norte. No se reconoció la magnitud del fenómeno, ni se plantearon remedios. De igual modo, la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado apenas fueron tratados con el rigor que merecen. El temor con que viven miles de familias no encontró eco en la exposición del Primer Mandatario.
Otro gran ausente fue el drama de las listas de espera en salud pública. Mientras se proclaman avances, en hospitales y consultorios los hechos contradicen el discurso. ¿Dónde están las medidas concretas para quienes llevan meses o años esperando una operación, un examen o una consulta con especialista?
A lo anterior se suma una alarmante falta de autocrítica. El Presidente eludió referirse al escándalo de corrupción asociado a la fundación ProCultura y al uso fraudulento de licencias médicas por parte de funcionarios públicos, que ya involucra más de 25 mil casos según la Contraloría. ¿No merecían estos hechos, que afectan la fe pública, una palabra de condena y un compromiso claro por restablecer la probidad? En cambio, se optó por un tono autocomplaciente, ajeno al descontento creciente de una ciudadanía que percibe que sus prioridades no son escuchadas.
Chile enfrenta hoy desafíos complejos que exigen gobernantes con visión y determinación de unir voluntades. Sin embargo, lo que presenciamos fue un ejercicio de autocelebración, más preocupado de sostener un relato preelectoral que de ofrecer soluciones tangibles. Cuando el país sigue aguardando señales de seriedad y realismo, encontró en cambio ideologización y omisiones ostensibles.
Y así, paradójicamente, la mejor noticia de esta Cuenta Pública es que ha sido la última. Con ella se cierra un ciclo de alocuciones que, pese a su retórica triunfalista, no conectan con el alma del país. Chile no tendrá que sufrir otra más. Ahora queda esperar que el tiempo por venir traiga consigo un liderazgo más comprometido con la verdad y menos preocupado de agradarse a sí mismo. Porque el país no está para más narraciones vacías, sino esperando respuestas.
Por Álvaro Pezoa, Director Centro Ética y Sostenibilidad Empresarial, ESE Business School, U. de Los Andes
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