Opinión

Una cuestión de hombres

Una cuestión de hombres Andres Perez Andres Perez

Hace 20 años, la mujer en Chile estaba enfrentada a múltiples adversidades que hacían estructuralmente muy difícil su desarrollo, tanto puertas adentro como afuera del hogar. Comunidad Mujer nació entonces para concientizar a una sociedad que no tenía claridad del impacto de esa situación. Parecía una “cuestión de mujeres”.

El tiempo y la acción decidida de organizaciones que tomaron el tema han permitido un reconocimiento explícito de las múltiples tareas que desempeñan las mujeres en beneficio de la familia y la sociedad. Y las generaciones jóvenes aceleraron el cambio. Los hombres jóvenes quieren aprovechar el tiempo con sus hijos, participar en la crianza y de paso cocinar algo más que un huevo.

Sin duda, las condiciones han mejorado en estas dos décadas. En la esfera privada y en la pública. La tasa de participación de las mujeres en el mundo laboral alcanzaba sólo a un 34% en el 2000; hoy se ubica en torno al 53%. Es un avance significativo, aunque sigamos por debajo de los países de la OCDE, donde la participación promedio es de 62%. Y también muy por debajo de países como Islandia, Suecia, Suiza y Nueva Zelanda, con tasas de participación femenina que se acercan al 80%.

Cuando pienso en los factores que han influido en este avance, me parece que además de la innegable contribución de las políticas públicas, hay otras razones que están detrás del alza de casi 20 puntos en la participación laboral femenina.

La posibilidad de un trabajo flexible: mucho se discutió acerca de la flexibilidad laboral. Había voces a favor y en contra, que argumentaban asimetría a la hora de negociar. Pero la pandemia hizo lo suyo. El trabajo remoto, que partió como una necesidad, continuó como una práctica extendida. Se fue instalando la idea de que un trabajo -en las actividades que lo permiten- no necesariamente debe ser a tiempo completo ni presencial.

Pero hay otro motivo, más importante a mi juicio: la necesidad. Hoy, un sueldo no es suficiente para mantener una familia. Se hizo evidente, no sólo en la teoría sino en la realidad de cada familia, que es un despropósito desaprovechar capital humano que aporta significativamente a aumentar el bienestar.

Una mujer que ingresa al mundo laboral contribuye a disminuir la pobreza y la vulnerabilidad, a aumentar el consumo, incrementar la base tributaria y descomprimir el sistema previsional.

Falta mucho camino por recorrer, en especial para reducir la informalidad que afecta especialmente a las mujeres. Hoy, 27 de cada 100 mujeres que trabajan son informales. Ahí tenemos que poner foco. No es posible descuidar esta realidad.

Vamos por mayores oportunidades para las mujeres, para que puedan manejar sus propios ingresos y soñar con un futuro más próspero para ellas y sus cercanos. Ojalá éste no sea un tema que pongamos en el debate público las organizaciones de mujeres. Ojalá sea -y pronto- una cuestión de hombres.

Por Anita Holuigue, vicepresidenta de ComunidadMujer

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