Catalina Droguett: "La maternidad la vivo desde una gratitud absoluta"

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Desde que se propuso ser mamá comenzó una cruzada de 7 años teñida por violencia obstétrica, decenas de tests de embarazos negativos, tratamientos millonarios, terapias alternativas y un devastador cáncer de útero. Fue un camino doloroso, dice la periodista Catalina Droguett (@catadroguettp), pero necesario para encontrarse con su hija, y para fundar Súper Mujer, una comunidad con más de 15 mil miembros creada para apoyar, educar y empoderar a las mujeres.




"Nunca quise ser mamá. Nunca fue mi sueño, la maternidad no tenía nada que ver con mi felicidad o realización personal". Con esa frase parte esta entrevista, sentadas en el living de su casa, mientras Catalina (40) describe ese periodo sin hijos, mucho antes de saber que la lucha por ser madre se convertiría en el eje de su vida. La palabra Paloma, el nombre de su hija de 3 años, tatuado en su antebrazo derecho confirma que esa declaración de intenciones estuvo lejos de ser su realidad.

"Tuve que ser una sobreviviente desde que nací. Mi origen es muy humilde, crecí en una comuna muy popular, en Conchalí, con un padre que es chofer y una madre peluquera. Éramos pobres, pero tuve una infancia muy feliz. En ese contexto, para mí no había reservado un futuro próspero; el futuro era seguir en mi población, tener un par de guaguas, trabajar en 'alguito' y quedarme ahí. En mi entorno el sueño de la mayoría era ser mamá, era como su graduación hacia la adultez. Pero no para mí, mis sueños eran viajar, estudiar, emprender, realizarme personalmente. Quizás una mirada egoísta para ese tiempo", cuenta. Y así lo hizo, se tituló de periodista, viajó, fundó varias empresas y el programa de radio y televisión Chile Sustentable, entre otros proyectos.

¿Qué cambió respecto a tu visión de la maternidad?

A los 30 me había ido muy bien como empresaria de las comunicaciones y estaba con varios proyectos de internacionalización, así que estar en pareja o tener un hijo no eran temas, porque mi tiempo también era muy escaso… hasta que conocí al hombre del que me enamoré y con el que me casé. Con Juanjo conectamos desde el principio, fue todo muy intenso y nos casamos a los 3 meses. Ahí de inmediato empezó la presión social chilensis por los niños. Acá, lamentablemente, la gente se siente con el derecho de preguntarte cuándo vas a ser mamá, por qué no has tenido hijos, o si tienes uno, cuándo viene el segundo. Sin darte cuenta empiezas a entrar en un diálogo sumamente incómodo, y que me enseñó a no meterme nunca más en la vida de las personas ni a preguntar huevadas.

¿Eso influyó en que cambiaras de parecer?

En parte sí quise cumplir una expectativa que no era mía. Al año de casada escuchaba a Juanjo hablar sobre niños, además yo siempre he sido muy guaguatera, así que de a poco empecé a evaluar en serio la idea. Pensé: laboralmente me ha ido bien, soy una mujer feliz y agradecida, tengo un marido soñado, lo que me falta en este cuadro para que sea perfecto es el hijo. Así que dije que mi nuevo proyecto se llama 'ser mamá', como si fuese otro de mis proyectos empresariales, y me puse un plazo de 60 días para lograrlo.

¿Qué pasó cumplido el plazo?

Obviamente no quedé embarazada según mi programa, así que altiro recurrí a la ciencia para que alguien me explicara qué estaba pasando. Me mandaron de vuelta a la casa y me dijeron que tenía que tomarme un año, que ese era el tiempo normal para quedarse embarazada. Pasaron esos 365 días y nada, ese año me hice un test de embarazo todos los meses. Fue un proceso muy solitario, porque una no anda contando que quiere ser mamá y que no le resulta. Volví a buscar respuestas donde varios médicos que eran eminencias de infertilidad en Chile, hasta que un día el director de infertilidad de una gran clínica en Santiago en su consulta me pidió algunos datos, hizo algunas estadísticas en su computador y me dijo que mi curva de fertilidad iba para abajo y que él no creía que yo pudiese ser madre alguna vez. Así, sin siquiera mirarme a los ojos.

¿Según qué diagnóstico te dio esa respuesta?

No había una razón biológica, pero a él sus estadísticas, según mi edad -¡yo tenía 31 años!- le daban ese resultado. Empecé a vivir y a conocer lo que era la violencia obstétrica, porque muchas mujeres en procesos de querer embarazarse o que van al ginecólogo por otros temas vivimos una violencia terrible, médicos que no saben tu nombre, que no te evalúan según tu historia, que ni siquiera te miran a la cara. Ven tu útero, le sacan una foto y dan su veredicto. Y uno cree a ciegas lo que dicen los doctores, entonces con esa respuesta me fui a un hoyo. Quedé aterrada.

Ese 50 por ciento

Dejó pasar un tiempo y buscó otro médico especialista en infertilidad. Así llegó hasta el doctor Ricardo Pomer, que se convirtió en su compañero en un viaje "kamikaze" por ser madre, como lo describe. "(Ricardo) Jamás mencionó que yo no iba a ser madre, solo me mostró las alternativas que tenía para lograrlo. En ese minuto la ciencia no tenía respuestas para nosotros, porque con Juanjo biológicamente no teníamos nada mal, solo estábamos en el rango de 'no embarazados' sin explicación, como lo están muchas parejas".

Fuiste por respuestas y no obtuviste ninguna, ¿cómo tomaste eso?

Fue duro, porque yo estaba acostumbrada a que las cosas siempre me funcionaran. Así que empecé a irme hacia adentro, a conectar con una energía más holística. Más que respuestas científicas, que no las había, comencé a mirar mis procesos como ser humano, como mujer, y me di cuenta de que yo no había tomado la decisión de ser mamá. Toda la etapa anterior había sido un 'tener que', pero no había dialogado conmigo. Me di cuenta de que efectivamente tenía una luz interna que tenía muchas ganas de ser mamá.

Con la determinación que la caracteriza fue a la consulta de su médico de cabecera para hacerse un chequeo general y discutir los pasos a seguir para quedar embarazada. Ese día recibieron una respuesta inesperada. Tenía un cáncer en el útero del tamaño de una pelota de tenis, que había comprometido todo el ovario izquierdo. Debía entrar a pabellón con urgencia. "En 6 meses el tumor se comió todo mi ovario, y con él un 50% de mis posibilidades de ser madre. Ahí terminé de irme a la chucha y di por perdida la batalla. Internamente quedé devastada y enojada. Me di cuenta de que es la emoción la que te enferma, y claramente yo tenía un tema con no ser madre que me estaba enfermando, porque el tumor pudo aparecer en cualquier parte de mi cuerpo, pero apareció justo en mi útero".

El otro 0,2 por ciento

Afortunadamente la biopsia reveló que no era cáncer, y con la primera buena noticia que recibía en mucho tiempo Catalina comenzó un profundo camino de reconciliación con su cuerpo, a nivel físico y espiritual. "Empecé a respetar mis procesos y vulnerabilidades, y a conectarme con la Cata mujer, porque había confundido el éxito con masculinizarme. Aprendí la que fue mi primera gran enseñanza como madre: que se puede liderar y generar todos los cambios que queramos siendo mujer. Con la ayuda de terapeutas holísticos, acupunturistas, instructores de yoga, logré sanarme. Cuando me sentí bien físicamente volví a la consulta de Ricardo Pomer, y ahí comenzó nuestro viaje kamikaze".

¿Por qué kamikaze?

Mi tratamiento desde el comienzo fue un fracaso. Me hice varias fertilizaciones asistidas que fallaron, y el último recurso fue la fertilización in vitro, que también tenía todas las de fracasar. A una mujer le sacan 8 óvulos, fertilizan 6 y luego apuestan con 2 en cada intento de in vitro. En mi tratamiento, de 8 óvulos quedaron 2, y de 2 sobrevivió 1. Ricardo me dijo que esperara otro ciclo porque las posibilidades de quedar embarazada si lo intentábamos con un óvulo eran de 0,2%, pero yo energéticamente ya no daba más, para mí ese intento era el último cartucho. Fuimos con un huevito, apostando a que fuera un ganador.

Y lo fue. Paloma nació el 12 de febrero de 2017. "Fue un embarazo increíble. Desde el día en que supimos que estábamos embarazados comenzó un viaje superlindo. Al principio tenía terror de que algo saliera mal, pero luego empecé a soltar y a disfrutar esta espera. Para mí ella es un milagro que estuve a punto de no tener, un regalo de la vida que solo tenía 0,2% de posibilidades de llegar a este mundo. Por eso la maternidad la vivo desde una gratitud absoluta".

Maestros inesperados

Con un orgullo imposible de ocultar, a Paloma la describe como su hija, pero también como su maestra, quien logró conectarla con su femineidad y con el respeto genuino por su género. "Con ella aprendí que podemos liderar desde lo femenino y a entender cómo ser madre nos potencia, no nos disminuye. Lo que hacía en 8 horas con ella tuve que aprender a hacerlo en 3, gracias a ella he logrado optimizar mis talentos y a encontrar una mejor versión de mí".

Cuando Paloma tenía dos años, Catalina sintió que era momento de reencontrarse con su individualidad, porque hasta ese momento su prioridad fue siempre su hija. Para dar inicio a esta nueva etapa organizó un viaje familiar a Brasil, que desde el primer día comenzó mal. "Necesitaba hacer ese cambio, así que un viaje me pareció el plan perfecto para marcar este comienzo. Aterrizamos en Río de Janeiro y empecé a sentirme pésimo. Terminé hospitalizada, y luego de hacerme algunos exámenes el doctor entró a la pieza y me dijo que mi malestar era porque estaba embarazada".

Un diagnóstico inesperado, me imagino.

No lo podía creer, estaba en shock. Tenía 39 años y según los doctores especialistas en fertilidad con todas las probabilidades en mi contra, y ahora sin intentarlo quedaba embarazada. Me enojé, no entendía cómo había pasado de ser infértil a superfértil. Venía de tantas incertidumbres y miedos, que ahora solo quería certidumbres, y esto me ponía nuevamente en una posición incierta.

¿Cómo lo tomó el resto de la familia?

Juanjo estaba en el paraíso y la Paloma también estaba feliz de que iba a tener un hermanito o hermanita. Pero a diferencia de mi primer embarazo, en este siempre me sentí mal. Hasta que a los 3 meses, en uno de mis chequeos, el doctor encontró algo malo en el corazón de la guagua y nos dijo "prepárense porque esta velita se va a apagar, ahora solo hay que esperar". Jamás me voy a olvidar de esa frase. A partir de ahí me vi enfrentada a una situación tremendamente dolorosa como mujer, porque vives todos los síntomas de un embarazo, pero sabes que ese hijo no va a vivir. Es una espera horrorosa, te cuestionas qué hiciste mal, si no te cuidaste lo suficiente. Como familia pasamos del cielo al infierno.

¿Hasta cuándo duró esa espera?

Un día en que mi marido estaba en el trabajo y la Paloma con mi mamá desperté inundada de sangre. No podía caminar del dolor, pero mi nana me ayudó a subirme a un Uber, me acuerdo que llorábamos los dos con el chofer en el auto. Llegué a la clínica y ahí vino lo peor, con todo el dolor que sentía me dijeron que no me podían dar un analgésico porque por protocolo tenían que comprobar que el aborto había sido espontáneo y no intencional. Sentí una impotencia tremenda, después de todo lo que había pasado, de años intentando ser madre, estaban cuestionando si yo había abortado a mi hijo. Me operaron ese día, y acostada nuevamente en la cama de una clínica reflexioné en cómo algo que para mí antes no era tema, se había convertido en el eje de mi evolución como persona y en mi relación con el mundo.

Luego de 4 días internada, Catalina volvió a su casa con el corazón destrozado. "Fue muy doloroso explicarle a la Paloma que ya no estaba su hermanito. Me fui muy para adentro, me eché la culpa y caí en una vorágine de desencuentros conmigo. Tuve que volver a armarme y a encontrarme con la maternidad, y en ese sentido mi hija fue una gran compañera, porque no me permitió estar triste. De a poco hice el duelo de ese ser, agradecí a la vida su venida, lo dejé ir y logré perdonarme. Sabía que esa alma había venido por algo, pero todavía no sabía por qué.

¿Y lo descubriste?

Sí, gracias a él aprendí a vivir una maternidad desde otra perspectiva, por eso siento que también fue un maestro. Como me fui para adentro solo tenía cabeza para la Paloma y para el trabajo, no tenía ganas de ver a conocidos, así que me puse a hablar con desconocidos a través de mi Instagram. Se convirtió en mi escape y en mi conexión con el mundo exterior. Hablábamos de todo, desde mujeres que habían vivido experiencias similares a la mía, o a las que le habían sido infieles, emprendedoras, de todo. Al tiempo creé el Instagram Comunidad Súper Mujer, para compartir con otras mujeres y hablar de temas que nos interesaban a todas.

La cuenta agarró vuelo, hasta que Catalina sintió que era momento de convertir esa comunidad de miles de mujeres en una escuela gratuita, donde se impartieran cursos de diversas temáticas, como imagen personal, nutrición, marketing digital, pero con la premisa de que fuese educación gratis y de calidad. De alguna forma el dolor de la pérdida de ese hijo la llevó a concebir un proyecto que buscaba solucionar las carencias de miles de mujeres, y sobre todo de conectarlas y empoderarlas.

En septiembre de 2018 nació Escuela Súper Mujer (www.super-mujer.cl), que hoy reúne más de 15.000 miembros. "Ese fue el gran regalo que me dejó esa guagua, una comunidad de mujeres con las que volví a sonreír y a conectarme con la felicidad y con el poder que tenemos como género. Por eso le puse Súper Mujer, porque con todo lo vivido entendí que todas ya somos supermujeres, que no tenemos que probarle nada a nadie".

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