Niñez en campamentos: ¿cómo impacta esta realidad en su bienestar?
Si bien en Chile, en promedio, han mejorado las condiciones materiales de las viviendas, el número de niñas y niños que viven en campamentos ha crecido de manera sostenida. Hoy más de 84.000 niñas y niños experimentan esta realidad en todo el país. Así lo revela Niñez y Vivienda, el informe que acaban de publicar Observatorio Niñez y Déficit Cero.

Josué Mendoza creció en un campamento en Tarapacá. Gran parte de su niñez y juventud la vivió allí. Al crecer estudió pedagogía y, tras años de esfuerzo y formación, no solo obtuvo su título, sino que hoy es un gran líder dentro de TECHO-Chile. Está a la cabeza del trabajo con la niñez de la región de la que es oriundo y enseña a los vecinos de la comunidad para que rindan exámenes libres. “Todos aprobaron, lo cual fue una muy buena noticia. Josué entiende que esto no sólo impacta a los adultos en su formación y educación, sino también en sus hijos y en el resto de los niños al visibilizar que nunca es tarde para aprender y estudiar”, cuenta Isidora García, directora social de TECHO-Chile.
La vivienda y su entorno son los principales lugares en donde niñas y niños aprenden, juegan, se vinculan y se desarrollan. Sin embargo, cuando ese entorno es un campamento, existen múltiples obstáculos para su desarrollo y protección.
Si bien en promedio las condiciones de vivienda en Chile han mejorado paulatinamente en las últimas décadas, existen realidades que se han vuelto más graves. Más de 84.000 niñas y niños viven y crecen en campamentos. Así lo revela el reciente informe, Niñez y Vivienda, elaborado por Observatorio Niñez Colunga y Déficit Cero, que para este análisis utiliza datos de TECHO-Chile.
“Hoy, 1 de cada 50 niñas y niños vive en un campamento. En Tarapacá, la cifra es uno de cada diez”, afirma Paloma del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga. Según cifras de TECHO-Chile, actualmente en Chile existen más 1.428 campamentos, espacios sin acceso garantizado a condiciones básicas de habitabilidad.
¿Qué significa vivir en un campamento?
La situación habitacional en campamentos es de las más precarias, vulnerando profundamente el derecho a una vivienda adecuada. “Miles de los niños que viven en campamentos ven vulnerados de forma cotidiana sus derechos más básicos. El acceso a agua potable, electricidad, saneamiento o alcantarillado, pero también el derecho a vivir en un entorno seguro, sin hacinamiento, con espacios para jugar, estudiar y desarrollarse plenamente”, explica García, directora social de TECHO-Chile.
De acuerdo al último catastro de TECHO-Chile, proporcionalmente viven más niñas y niños en campamentos que en el resto del país. En estos espacios, la niñez representa el 23,7% de la población, versus el 17,7% de niñas y niños que existen a nivel nacional.
Para esas niñas y niños, vivir en territorios hostiles y rodeados de limitaciones, afecta su desarrollo desde la primera infancia. “Los primeros 10 años de vida son clave: es cuando los niños desarrollan imaginación, lenguaje, vínculos y emociones a través del juego y del contacto con su entorno. Cuando ese entorno es hostil o deficiente, como en los campamentos, las brechas comienzan a construirse desde la infancia. Y esas brechas no se cierran solas”, dice Del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga.
Vivir en campamentos significa crecer sin redes de apoyo, sin factores protectores y con un entorno que, muchas veces, refuerza la exclusión social. “Los niños están creciendo en espacios de alta complejidad territorial, lo que implica falta de redes de apoyo y factores protectores”, dice Alejandra Stevenson, directora general de Fundación Recrea.
Los efectos de esta precariedad se expresan desde la infancia media. “Los índices de salud mental se presentan desde más temprano, desde los 11 o 12 años en adelante”, añade Stevenson. Según el Estudio Niñez en Campamentos: contextos de desigualdad para el ejercicio efectivo de derechos, de Fundación Recrea, un 15% de niñas, niños y adolescentes entre 11 y 17 años que vive en campamentos presenta indicios de sintomatología depresiva.
El impacto se extiende también al ámbito del cuidado: solo un 55% de las niñas y niños que vive en campamentos declara que siempre hay un adulto presente cuando lo necesita. Y se agudiza en aspectos tan básicos como la alimentación: el 55,5% de los hogares en campamentos ha enfrentado dificultades económicas para comprar alimentos en el último año, y uno de cada cuatro niños y niñas escolarizados no recibe alimentación del Programa de Alimentación Escolar (PAE), a pesar de vivir en condiciones de alta vulnerabilidad.
Radiografía de la exclusión
Lejos de ser una excepción, los campamentos son una realidad extendida en todo el país y en aumento sostenido. Según los datos de TECHO-Chile, entre 2018 y la actualidad, existe un aumento del 180%: de 741 campamentos en 2018, aumentaron a 1.428 en 2024-2025, y de 43.003 familias a más de 120.000 hoy en día. En cuanto a las niñas y niños que viven en campamentos, el aumento fue de un 46,5% en los últimos cuatro años. Hoy, el 2% de las niñas y niños a nivel nacional viven en esta situación.
Y aunque esta realidad está presente a lo largo del país, la distribución territorial es profundamente desigual. Mientras en la macrozona norte encontramos las mayores proporciones de niñas y niños viviendo en campamentos, en el centro se concentra la mayor cantidad.
De acuerdo al análisis presentado en el informe Niñez y Vivienda de Observatorio Colunga y Déficit Cero (a partir de los datos de Minvu y TECHO-Chile), en Tarapacá, el 10% (10.332) de los niños y niñas vive en campamentos, seguida por Atacama con 7,3% (5.240), Antofagasta con 7,1% (10.861), y Arica y Parinacota con 6,1% (3.386). Mientras tanto, en la región Valparaíso el 5,7% vive en esta situación, pero esta vez equivale a 21.752 niñas y niños.
El campamento como hogar definitivo
Aunque los campamentos nacen como una solución temporal frente a la imposibilidad de acceder a una vivienda formal, para muchas familias —y especialmente para niñas y niños— se transforman en el único hogar que conocen.
“Los campamentos pasan a ser una solución habitacional permanente para muchas familias, lo que implica que niñas y niños pueden pasar sus infancias completas en estas condiciones” dice Del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga.
Según las investigaciones de Fundación Recrea, niñas y niños viven en promedio 10 años en campamentos. Cerca del 40% pasan allí toda su infancia. “En los campamentos, muchos nacen, crecen y se vuelven jóvenes. Se están naturalizando estos espacios”, explica Stevenson, directora general de Recrea.

Este arraigo forzado tiene consecuencias profundas en la trayectoria vital. Afecta la salud física y mental, las oportunidades educativas y la proyección de futuro. La vivienda, en este caso, no es solo un techo, sino el entorno que moldea lo que un niño o niña puede imaginar para sí.
“Las condiciones de vida en campamentos son graves y afectan directamente el desarrollo infantil. Por eso, es urgente que la política habitacional y la protección a la niñez trabajen de forma coordinada y con base en evidencia”, advierte Del Villar.
Salir del campamento: una urgencia para la niñez
Vivir en un campamento no puede seguir siendo el punto de partida para miles de niños y niñas en Chile. Si la vivienda moldea el desarrollo, el futuro y los sueños, garantizar condiciones dignas se vuelve una tarea impostergable.
“La Ley de Garantías y Protección de los Derechos de la Niñez es clara: cuando las familias no pueden acceder a derechos básicos como la vivienda, el Estado debe actuar apoyando a esas familias. Pero hoy vemos que niñas y niños en campamentos no están siendo efectivamente protegidos ni sus familias cuentan con suficiente apoyo”, advierte Del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga.
Actualmente, la política habitacional no incorpora de manera efectiva un enfoque de niñez. No considera la protección integral ni contempla infraestructura que habilite el cuidado, el juego o la seguridad. Tampoco responde con estrategias diferenciadas según las trayectorias de cada comunidad.
“Es fundamental que el Estado implemente estrategias diferenciadas según las trayectorias habitacionales. Sólo así podremos asegurar que la infancia crezca en condiciones que les permitan desarrollarse plenamente y no en contextos de exclusión estructural”, plantea García, directora social de TECHO-Chile.
Desde Fundación Recrea, advierten que pensar solo en viviendas definitivas no es suficiente. “No podemos seguir pensando que la solución a los campamentos es construir más viviendas definitivas, porque no es así. Hay gente que vive en campamentos porque lo prefiere. Las políticas habitacionales tienen que ir acompañadas de políticas de gestión social”, dice Stevenson.
Por eso, el trabajo comunitario articulado cobra especial relevancia: “Las comunidades que ponen en el centro a sus niños y niñas, que identifican los factores de riesgo y las barreras que les afectan, son las que logran articular redes y acercar los sistemas de protección hasta las zonas en que viven. El desarrollo comunitario, junto con el trabajo coordinado con instituciones del Estado, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales, permite llevar soluciones concretas a cientos de comunidades que hoy siguen excluidas”, agrega García.
Los campamentos no pueden seguir siendo sinónimo de espera ni olvido. Asegurar el derecho a la vivienda adecuada es también asegurar el derecho a una infancia plena.
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