Niñez y vacaciones: el desafío de cuidar y trabajar
El receso escolar es, para muchas niñas, niños y sus familias, una oportunidad de descanso, juego y conexión. Sin embargo, también puede ser un periodo desafiante, donde se hacen más visibles las tensiones entre el tiempo libre infantil y las exigencias de conciliación laboral y familiar, y un recordatorio de las brechas que persisten en el acceso al bienestar y al cuidado infantil. ¿Qué pasa con las necesidades de cuidado de niñas y niños en vacaciones? Aquí algunas revelaciones.

Llega el invierno, bajan las temperaturas y la lluvia comienza a caer, con ello, las niñas y niños en Chile dan inicio a sus ansiadas vacaciones. Esta pausa escolar representa, para muchas familias, un merecido descanso y la oportunidad de compartir más tiempo juntos. Sin embargo, para muchas familias también es sinónimo de semanas desafiantes.
El receso invernal expone las brechas de cuidado, accesibilidad a actividades y bienestar de niñas y niños. Lo que para algunos es sinónimo de relajo y disfrute, para otros se convierte en fuente de tensión. “¿Quién cuidará a los niños?”, “¿Qué harán todo el día?” y “¿Podremos salir al cine o a algún panorama?”, son preguntas que rondan en miles de hogares, especialmente aquellos sin grandes ingresos o redes de apoyo.
Paloma Del Villar, directora de Observatorio Niñez Colunga —centro que recopila, sistematiza y analiza datos sobre niñez en Chile—, explica que esta problemática afecta no solo a quienes cuidan, sino también a la niñez. “Las vacaciones pueden ser un momento desafiante tanto para niñas y niños como para sus cuidadores. Estos últimos deben buscar estrategias para acompañarlos sin el soporte diario de la escuela. A su vez niñas y niños deben adecuarse a nuevas rutinas, sin tener a veces el acompañamiento de sus cuidadores”, señala.
Una pausa desigual
Durante el periodo escolar, muchas niñas y niños encuentran en la escuela un espacio no solo para aprender, sino también para jugar, compartir y acceder a experiencias culturales y recreativas. Pero en vacaciones de invierno, ese entorno desaparece. ¿Qué pasa entonces en casa? Se cambian los libros de estudio por las pantallas.
Durante el receso invernal, las niñas y niños pueden pasar gran parte del día consumiendo contenido en redes sociales o jugando videojuegos sin ningún tipo de supervisión adulta. Ernesto Treviño, investigador principal del Centro de Justicia Educacional UC, advierte sobre sus efectos: “Es generalizado el uso de pantallas en los hogares, y esto puede ser un factor que influya negativamente en el bienestar infantil”.
Según la Encuesta de Vulnerabilidad Escolar, sistematizada por el Observatorio Niñez, en 2023 un 37% de las cuidadoras principales; ya sea madres, abuelas o padres, de niñas y niños en prekínder y kínder declaró haber leído o contado historias solo una o dos veces en el último mes. Además, un 27% no realizó ninguna actividad cultural fuera del hogar —como ir al museo, al cine o al teatro—, y un 8% no compartió con ellas o ellos ninguna actividad deportiva o recreativa. Estas cifras, que se han mantenido estables en los últimos años, reflejan una realidad persistente: muchas familias enfrentan barreras significativas para ofrecer experiencias enriquecedoras fuera del espacio escolar. “Las oportunidades de aprendizaje y cuidado se reducen drásticamente para muchas familias durante el receso escolar, limitando también los espacios de juego, aprendizaje y socialización”, asegura Del Villar.
La escuela no solo es un espacio educativo, sino también una fuente de apoyo para el desarrollo integral de la niñez, y su ausencia deja al descubierto desigualdades que el país aún no aborda de forma estructural.

Las brechas en las condiciones de cuidado
Como muestran las cifras, muchas familias enfrentan barreras importantes para ofrecer a niñas y niños experiencias enriquecedoras fuera del espacio escolar. Entre los factores que lo explican están las exigentes condiciones laborales, los bajos ingresos, el acceso limitado a servicios gratuitos y una alta carga de cuidado que recae, en su mayoría, sobre las mujeres.
Además, según datos sistematizados por el Observatorio Niñez, ha aumentado el número de familias sin redes de apoyo para el cuidado, mientras que medio millón de niñas y niños viven en condiciones de pobreza severa, lo que restringe aún más el acceso a servicios de cuidado, actividades recreativas o espacios de acompañamiento. A esto se suma que un 30% de las niñas y niños vive en hogares donde los adultos no cuentan con un empleo formal y permanente. En estos contextos, muchas familias no tienen derecho a vacaciones, y deben recurrir a arreglos informales que no siempre garantizan el bienestar infantil.
“La organización del sistema escolar y de cuidado debe verse en relación con los derechos de los niños, las familias y los trabajadores”, señala Treviño. “Los periodos vacacionales escolares son más largos que los periodos de receso laboral, lo que agudiza los problemas de cuidado por la falta de políticas y programas generalizados de esparcimiento y cuidado de la infancia”, agrega.
Esta desincronización se vuelve especialmente compleja en hogares monoparentales, en su mayoría, liderados por mujeres. Estos hogares enfrentan una doble carga: cuidar y generar ingresos. “Mientras que el 73,6% de los cuidados post jornada escolar lo asumen las madres, solo el 22,7% corresponde a los padres. Para las mujeres esto genera gran tensión en la conciliación entre el trabajo y la vida personal, y dificulta su participación laboral, además de producir sentimiento de culpa y frustración”, explica Del Villar.
La misma Encuesta de Vulnerabilidad Escolar muestra que un 20% de las personas cuidadoras de niñas y niños en prekinder y kinder declaran sentirse solas o muy tristes en el contexto de la crianza. Estas cifras reflejan un malestar silencioso, alimentado por la falta de redes y el escaso acompañamiento. Esta desigualdad se agudiza durante las vacaciones y deja al descubierto la falta de una infraestructura pública de apoyo a la crianza y el cuidado.
El apoyo de las organizaciones de la sociedad civil
A pesar de las barreras estructurales que enfrentan muchas familias, algunas organizaciones de la sociedad civil han tomado la iniciativa para ofrecer alternativas concretas durante las vacaciones de invierno. Son esfuerzos valiosos que demuestran que es posible generar espacios seguros, lúdicos y educativos también fuera del aula.
Fundación CMPC, por ejemplo, ha desarrollado el portal educativo “Conecta en Invierno”, con más de 300 actividades gratuitas que promueven el juego, la música y el aprendizaje digital. Por su parte, desde la Fundación Mustakis, se organiza el Campamento de Invierno 2025, con talleres presenciales y virtuales en áreas tan diversas como teatro, robótica, skate o fútbol.
Estas iniciativas demuestran que es posible —y necesario— generar condiciones que promuevan el bienestar integral de la niñez más allá del calendario escolar. Sin embargo, no pueden ser la excepción ni reemplazar el rol del Estado. “Hace falta una mayor flexibilidad para la provisión de servicios de esparcimiento y educativos durante vacaciones. Jardines infantiles y escuelas tienen infraestructura ociosa, que no se usa durante las vacaciones, y que podría aprovecharse. Lamentablemente, la política pública es muy rígida en el reconocimiento de este tipo de programas y los recursos dedicados a ellos son escasos”, afirma Treviño.
Las vacaciones también son parte de la vida y del desarrollo. Asegurar que niñas y niños las vivan con bienestar, juego y oportunidades no puede seguir siendo responsabilidad exclusiva de las familias: es una tarea del país en su conjunto.
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