Nuestras lectoras preguntan: ¿Cómo mejorar la relación con la hija de mi pareja?




LA PREGUNTA

Me casé con un hombre que me hace muy feliz y con él tengo dos hijos. Él, tiene una hija adolescente de una antigua relación con la que he intentado construir lazos desde que era pequeña, pero ha sido muy difícil. Hoy, ella tiene 15 años y nuestra comunicación ha empeorado. Esto sin duda afecta mi relación con mi marido, quien no sabe como manejar esta situación.

Carolina, 45 años.

LA RESPUESTA

“Primero trata de entender qué es lo que podría estar interfiriendo en tu relación con ella. Reflexionar si tal vez hay aspectos no resueltos de la separación y ella se muestra desafiante por esto; tal vez tú te sientes compitiendo por la atención o el cariño de él o quizás ella te evoque una relación no resuelta del pasado. Pueden ser muchos motivos, por eso, es importante plantearse la raíz del problema de la relación”, aconseja María Elena Montt, psicóloga especialista en terapia familiar de Clínica Las Condes. La profesional señala que luego de repensar los “por qué”, es importante intentar conocer a la hija del marido como persona, con sus gustos, motivos y emociones, mostrando interés por acercarse a su mundo de a poco.

Según Cecilia Taborga, psicóloga de Clínica Indisa, la responsabilidad de establecer una relación cordial, amable y cercana con las hijas e hijos de las parejas, es de los adultos, quienes se supone tienen mayor capacidad de comprender al niño o adolescente que está en desarrollo. “Es la nueva pareja quien se va integrando paulatinamente a las rutinas y hábitos de la relación filial, es quien respeta el espacio del hijo, ya que caerse bien es un proceso de construcción que requiere dedicarle tiempo, cariño y comprensión”.

Ante una nueva pareja, los hijos e hijas de padres separados sienten miedo a ser desplazados, a perder su tiempo de intimidad con su padre o madre y temor de que ese nuevo personaje intente tomar roles parentales que no le corresponden. Al respecto, Taborga explica que “la fantasía de tener a los padres juntos es un proceso que se va elaborando y que cuando llega una nueva pareja es la constatación de que los padres no volverán a estar juntos. La nueva pareja no reemplaza al progenitor y la relación con su hija o hijo se define desde un rol que está por construirse, por lo tanto, la figura de autoridad –que está definida por el vínculo afectivo, quien pone las reglas y quien establece los límites– sigue siendo el padre o la madre”.

Por eso, el momento indicado para conocer a los hijos e hijas de las parejas, según María Alejandra Martínez, psicóloga de Clínica Santa María, es cuando ambos estén de acuerdo. “Lo más probable es que, solo en un espacio donde ambas partes se encuentren cómodas y dispuestas, se podrá ir construyendo un vínculo respetuoso y bien tratante”.

Cuando deciden vivir todos juntos

En su libro Mis hijos y tus hijos. Crear una nueva familia y convivir con éxito, Suzie Hayman habla de las familias reconstituidas, es decir, de aquellas formadas por niñas y niños que están emparentados con un miembro de la pareja, pero no con el otro. En él la autora explica que los problemas que afectan a esta nueva estructura familiar suelen ser bastante similares: poca o nula aceptación de la nueva pareja del padre o madre, malas relaciones con los hijos aportados por la pareja y también entre ellos.

Lo cierto es que muchas personas separadas rehacen sus vidas y deciden convivir con sus nuevas parejas, y eso implica vivir con los hijos e hijas de alguno de los dos o con los de ambos. Cuando llega ese momento –explica Martínez–, “es importante explicarles claramente el rol de esa persona en la vida de ellos y no forzarlos a tener cercanía, pero sí a establecer una relación basada en el respeto mutuo”.

Para que esa convivencia resulte, señala Hayman en su libro, hay que tener mucha paciencia y, sobre todo, bastante tacto. Para ella la clave es enfrentarse a los problemas, no a las personas. Al respecto, María Elena Montt explica que una buena forma de hacerlo es con una actitud empática, comprensiva, paciente, tolerante y aceptadora de los procesos de cada uno; con muestras de respeto recíproco de todos los adultos involucrados y una disposición a mantener una colaboración conjunta, con el objetivo de apoyar el desarrollo saludable de las hijas e hijos”.

Sobre esto último Taborga agrega que no hay que olvidar que la familia ideal no existe. “Toda familia presenta conflictos, y para su comprensión y resolución, es fundamental el cariño y el esfuerzo que los adultos pongan en reparar los errores, pedir disculpas y dar tiempo a los menores”.

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