Patagonia, el viaje pendiente

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Relato de un viaje de Trinidad Id (@trini_id). Publicista de profesión y ex productora de moda, con estudios en fotografía (Parsons NY) y redacción creativa (NYU). Actual directora de la agencia de marketing digital Chok Chok Social, radicada en Nueva York.




Paula.cl

El pasto de al lado es siempre más verde, dicen, pero yo creo que no hay pasto más verde, lindo, salvaje y maravilloso que el de nuestro sur de Chile.

Teniendo la fortuna de haber viajado por muchos países del planeta, me parecía imperdonable no conocer uno de los rincones más únicos y mágicos de nuestro país (y del mundo). Cuando llamé a mi madre desde Nueva York para contarle que quería que fuera conmigo a la Patagonia durante mi estadía en Chile, le estaba –entre líneas– suplicando que me acompañara a cumplir mi sueño, antes de que fuese demasiado tarde. Ella sospechó que yo estaba viendo mucho documental estilo Leonardo Di Caprio, y si bien estaba en lo cierto, Before the Flood (que habla sobre el cambio climático) solo gatilló una alarma en mi sueño, una alerta que me advertía: "ahora es cuando".

Y se hizo realidad. Si bien a veces los sueños son solo un sueño, este se vive con los ojos bien abiertos, a muchísimas horas de Santiago, con un aire tan puro que duele, y unos cielos que no quieren dar término al día jamás.

Puerto Natales

Llegamos a Puerto Natales. La ciudad a orillas del canal Señoret tiene vientos fuertes y un paisaje estepárico, pero tan verde que me desconcertó. Era como estar en el desierto de Atacama versión hermano del sur, con nubes gordas y canales por todos lados.

Puerto Natales es conocido por ser la puerta al maravilloso Parque Nacional Torres del Paine, y esconde en dentro de sí gente amable y tranquila, y comida maravillosa –como toda la comida del sur de nuestra angosta faja–, donde resaltan los corderos, los ciervos, el curanto y, para mí, que tanto echo de menos mi país, el hermano patagónico del pisco sour: el maqui sour, una maravilla de intenso color violeta.

El clima en la Patagonia es una caja de sorpresas. Lo primero que hay que saber es que una vez que se está en el Parque Nacional Torres del Paine no hay que esperar a que haya un día perfecto para subir a la base Torres, sino que basta con un día decente (no temporal), ya que nadie sabe qué te puede esperar el siguiente día. Es muy importante tomar el consejo al pie de la letra.

Nosotras nos adentramos en el Parque Nacional después de un rico día de aclimatación en Puerto Natales, donde en el Hotel Indigo –con vista al canal– nos dieron el mejor maqui sour que probé en mi cata por la ciudad, y varios tips que siempre sirven cuando uno se siente tan "turista".

Torres del Paine y Lago Pehoé

Al Parque nos fuimos la segunda mitad del día en bus desde el terminal de la ciudad. Después de un par de horas, que en todo momento son agradables, con vistas increíbles y cero recepción telefónica, nos registramos en Laguna Amarga, que es la entrada del Parque. Todos deben registrarse en este punto. Algunos van solo por el día, otros van de camping y se quedan dentro del Parque, y otros –como nosotras– se quedan dentro de alguno de los hospedajes que hay en el Parque. El camino al lago Pehoé fue increíble porque en todo momento pude ver desde distintos puntos lo que luego sería la vista diaria al despertar: los Cuernos del Parque.

Hay gente que confunde los cuernos con las torres, y si bien no son lo mismo, ninguno es menos increíble que el otro. Los cuernos son más cuadrados, macizos, erosionados por los glaciares, y, a mi juicio, majestuosos. Tu día no puede empezar mejor si tu café se acompaña de una vista soleada a los cuernos. Así empezaban nuestras mañanas en la hostería más antigua e insignia del Parque: La Hostería Pehoé.

Ubicada en medio de una mini isla en el Lago Pehoé, lo mejor que tiene la hostería está en su vista cinco estrellas a Los Cuernos y a Paine Grande. Impactante, increíble, inolvidable y todas las palabras con "i" que quieran poner son las que se te vienen a la cabeza y al corazón cuando estás ahí en el medio de la nada y de todo a la vez. La hostería en sí es acogedora y con baños privados, sin lujos y hogareña, con rica comida y un wi-fi temperamental, pero funcional.

Después de atorarnos de tantas vistas hermosas, estábamos listas para partir al día siguiente a nuestro trekking a la Base Torres. Suplicándole a los dioses del sur que nos dieran un panorama digno de compartir y nunca olvidar, nos vestimos con todo lo que es obligatorio, independiente de los gustos personales: ropa en capas, zapatillas de trekking –ojalá no nuevas–, anteojos de sol y bloqueador solar. En una mochila echamos agua, barritas de cereal, naranjas, sánguches y, si pueden, yo recomiendo parches curitas, anti inflamatorios, jockey y orejeras, porque el viento al principio hace doler muchísimos los oídos.

Fueron ocho horas de amor. Es el tiempo promedio que toma subir a Base Torres. A los que le tienen miedo a la intensidad, les puedo decir que es un trekking 'come piernas', pero que todos podemos hacer. Además, en todo momento es muy lindo y si bien  los últimos 30 minutos son los únicos que demandan un mejor estado físico –y te hacen arrepentirte de las veces que no fuiste al gimnasio durante el año–, es tanta la adrenalina de saber que estás cerca de ver eso que aparece en las postales, que sigues paso tras paso preguntando "¡¿cuánto falta?!", con ánimo y nerviosismo.

Cuando llegas, nada importó y todo lo vale. Ahí estás, en la Base Torres de frente a estos cuernos afilados de otro planeta en la altura de los vientos y tan cerca a nada igual, que entiendes que la fama que atesora este lugar es totalmente merecida.

La vuelta es más linda con una panorámica a la pampa y a los lagos, en medio de las nubes que interrumpen el cielo azul prístino y puro.

Lago Grey y glaciares

Al día siguiente y completamente molidas nos fuimos de paseo al Lago Grey. Queríamos conocer los glaciares por lo que tomamos un tour del Hotel Grey, un lugar precioso, eco-chic, y muy de última línea. Se emplaza frente al Lago Grey y ofrece tours diarios al Glaciar Grey, parte de los Campos de Hielo Sur, hoy en evidente retroceso.

La visita es linda, única y triste. El capitán es un encanto y, al ver que éramos las únicas chilenas a bordo, nos invitó a su cabina y nos contó más de la historia de este lago, de estos glaciares tan apetecidos por todo el mundo, y de cómo compite con su igual trasandino: el Perito Moreno. A mí todo el panorama me parecía un sueño hecho realidad, pero del que estaba a punto de despertar, ya que el retroceso de los hielos es evidente y el color azulado de los glaciares así lo demuestra. "Ahora es cuando", quedaba tan claro en mi cabeza en ese momento.

​La felicidad del capitán al ver compatriotas es total, ya que los chilenos somos siempre los menos en este Parque, donde abundan británicos y americanos, y donde se escucha más inglés que español.

Visitar y apoyar nuestra Patagonia es un deber y un honor. Haber cumplido el sueño de visitar esta parte de nuestro país es una experiencia que nunca se borrará de mi cabeza y en cada rincón del mundo que visite, tendré claro que el pasto es más verde en casa.

4 IMPERDIBLES

- "La Mesita Grande"  http://www.mesitagrande.cl/, Puerto Natales: Las mejores pizzas de la ciudad por lejos. Recomiendo llegar temprano.

- Masajes en Hotel Indigo, http://www.noihotels.com/, Puerto Natales: No es parte de la historia pero post-Parque nos descontracturamos y relajamos en el SPA del último piso del Hotel, donde con vista al canal disfrutamos de unos jacuzzis espectaculares para luego ponernos en las manos de los especialistas con los mejores masajes de la zona.

- El amanecer mirando Cuernos del Paine, http://www.parquetorresdelpaine.cl/es, Parque Nacional Torres del Paine: Sin duda una de las vistas más inolvidables y la hora del día donde los cuernos se ven especialmente lindos.

 - Maqui Sour con hielo de glaciar: Un clásico es que al llegar a lo más próximo del Glaciar Grey, se celebre la vista con un maqui sour con hielo de la misma zona del glaciar.

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