¿Por qué decirle abuelita o abuelito a cualquier persona mayor es discriminación?




“La actitud pasiva frente al discurso edadista se traduce en una complicidad de los malos tratos y violencia simbólica que experimentan las personas mayores”, dijo en un artículo publicado por la Universidad de Barcelona en el 2018, la periodista y máster en Intervenciones Sociales y Educativas, Stephany Bravo-Segal. Lo que intenta decir con esta frase es algo que se ha escrito muchas veces, y es que la comunicación y el lenguaje construyen realidades y el grupo etario de personas mayores no está libre de este fenómeno.

“Frecuentemente escuchamos términos como ‘nuestras abuelitas y abuelitos’, ‘viejitos’, ‘dependientes’, ‘jubilados’, que se refieren a un grupo etario, sin cuestionar siquiera si todas las personas mayores que componen ese grupo tienen efectivamente nietos, poseen autonomía o si están en condición de retiro. Y es cierto que muchas veces estas palabras son de cariño y bien intencionadas o intentan apelar a la empatía y cercanía, sin embargo, provocan una generalización del grupo, invisibilizando su propia heterogeneidad, lo que perpetúa caricaturas del proceso de envejecimiento y las vejeces”, explica Agnieszka Bozanic, psicogerontóloga y presidenta de la Fundación GeroActivismo, quien acaba de lanzar la Guía de Comunicación Responsable hacia las Personas Mayores en colaboración con la Brigada de Comunicación Feminista (Bricofem).

Agnieszka aclara que cuando este tipo de comunicación, que no es precisa, se reitera de manera sistemática y se amplifica en los medios de comunicación, el impacto es aún mayor y nocivo para las personas mayores. “Uno de los estereotipos más comunes es pensar que las personas mayores son todas iguales, sin embargo, es el grupo más heterogéneo que existe. Es por esto que se habla de ‘las vejeces’, es decir, de un periodo vital que da cuenta de sujetos de distintas generaciones que han vivido circunstancias históricas y socioculturales diversas, con trayectorias vitales distintas y con demandas y recursos diferentes”, dice.

En la guía surgen preguntas como ¿por qué decirle abuelita o abuelito a cualquier persona mayor es discriminación? Para Bozanic la respuesta es simple. “El lenguaje crea realidades y cuando usamos términos inadecuados, muchas veces de forma inconsciente, aparece la discriminación. Algunos podrían considerarlo anecdótico, pero lo cierto es que el edadismo tiene serias consecuencias en la salud tanto física como mental de las personas mayores. Diversos estudios establecen que afecta la longevidad y se ha asociado a obesidad, demencia y depresión, por lo tanto, es un tema urgente de hablar y abordar en la agenda país de forma intersectorial”, explica. Y da algunos ejemplos:

  • Abuelos, abuelas o tatitas: No todas las personas mayores lo son y no todas las abuelas y abuelos son mayores, por tanto inconscientemente se trata de un apodo paternalista.
  • Jubiladas o jubilados: No todas las personas jubiladas son mayores, ni todas las personas mayores tienen trabajo formal para serlo.
  • Dependientes: en Chile sólo el 24% de las personas mayores son dependientes.

Todos estos son términos insuficientes, pero incluso hay otros que se suelen usar y que son dañinos, como decir viejas, viejos, ancianas y ancianos. Estas palabras son peyorativas y están llenas de prejuicios. Lo mismo que otros adjetivos como ‘personas pasivas’ o ‘cargas’, ya que no toman en cuenta que las personas mayores en muchos casos son un aporte y recursos activos en términos económicos, sociales y familiares, lo que generalmente es invisibilizado. Y también cuando hablamos de ‘nuestros abuelos’, que es muy común y que no considera que anteponer este pronombre posesivo a cualquier otra denominación es condescendiente y paternalista”, aclara la experta.

Agnieszka sugiere que empecemos a hablar de ‘personas mayores’ o ‘personas de edad avanzada’, sin cargas ni valoraciones de ningún tipo. Dice que “incluso hablar de la tercera edad podría ser poco preciso, ya que la primera edad es la infancia y juventud, la segunda la adultez y la tercera corresponde a personas mayores, entre 60 y 79 años. Pero ya se ha comenzado a hablar de una cuarta edad, que surge con el aumento de personas mayores y corresponde a 80 y más años”.

Tiene que ver con dejar de estigmatizar, que es algo muy arraigado en nuestra sociedad. “Es importante que dejemos de caricaturizar a las personas mayores como una constante carga para la sociedad, por ellas y ellos, pero también por nosotros, porque a la larga todos vamos a llegar ahí y es importante que entendamos que las personas mayores son diversas, que aman, trabajan, tienen sexo y sentimientos más allá de la pena y la alegría, que no son una carga y que tienen, por sobre todo, dignidad”, concluye la experta.

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