Por Andrés GómezGonzalo Rojas: “Con Kast estamos en presencia de Manuel Montt: de un hombre sencillo, cordial, trabajador”
Doctor en Derecho, Gonzalo Rojas reclutó a Kast en las filas del gremialismo en la UC, en los 80. Admiradores del legado de Jaime Guzmán, juntos salieron de la UDI y formaron el Partido Republicano en 2019. Con su llegada a La Moneda, dice, comienza "una nueva época".

Al final del día, frente al televisor, Gonzalo Rojas Sánchez (1953) se emocionó. Había comenzado el domingo con unos kilómetros de trote por la avenida Pocuro, como siempre. Fue a votar a la Estación Mapocho, pasó por la casa de Javier Leturia y juntos vieron los primeros resultados en la sede de Foro Republicano, en Las Condes. La victoria era inobjetable: “Esto es de Jaime Guzmán”, pensó. Poco antes de las nueve de la noche volvió a su casa en Providencia, en la misma calle donde vivió el senador asesinado. Allí escuchó el discurso del triunfo de José Antonio Kast.
—Yo quedé encantado, en el sentido literario, con el discurso. Comprobé la coherencia del mismo chiquillo que conocí el primer día de universidad, porque yo lo matriculé, con el hombre que 41 años después está comunicándoles a sus ciudadanos que lo más importante para él es el cuidado de las personas.
Historiador y doctor en Derecho, Gonzalo Rojas era profesor en la UC y durante 15 años se dedicó a matricular alumnos. En 1984 vio llegar a la Escuela de Derecho a José Antonio Kast, un año después de la muerte de Miguel, el mayor del clan y exministro de Pinochet.
—Yo tenía una mirada muy reclutadora, era un guzmaniano, estaba inserto a fondo en el proyecto gremialista. Y aparece el hermano menor de Miguel Kast. Este tipo me interesa mucho, pensé.
Desde entonces desarrollaron una relación muy cercana, que dio paso a la amistad con los años. “Un regalo de Dios”, dice hoy.
Durante mucho tiempo, cuenta, solía llamarlo Antón. Como profesor, Rojas conoció también a Pía Adriasola y participó de su matrimonio. Tras el nacimiento de su primera hija, la pareja visitó al académico en la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, donde cursaba un posdoctorado.
—José Antonio se casó en abril de 1991, siete días después de la muerte de Jaime Guzmán. El último regalo de matrimonio que hizo Jaime fue para él. Y 13 meses después llegan a verme, con la Josefa de un mes y medio. Tenemos unas fotos muy bonitas. Veinte años después, la Josefa fue mi alumna y ayudante.
De algún modo, esas imágenes revivieron la noche del domingo. Gonzalo Rojas, presidente de Foro Republicano, dice que el discurso retrata bien al presidente electo en su sencillez y en su espíritu pedagógico.
—Hay gente que lo ha ridiculizado diciendo “parecía un sermón de cura el domingo”, “parecía una clase de profesor de humanidades”. Él es un hombre muy pedagógico. Y ese discurso, dentro de su sencillez, es un discurso muy pedagógico para los chilenos comunes y corrientes, que somos el 99,9% de los ciudadanos.
Carlos Peña dice que José Antonio Kast le parece una personalidad modesta en ideas, pero con sentido práctico.
Creo que está equivocado. O sea, José Antonio es una persona rica en ideas, pero no en ideas propias. La riqueza de José Antonio está en que él asume lo que llamamos tradición aristotélico-tomista. Eso pasa por Guzmán. Si Carlos Peña sostuviera que Jaime Guzmán era pobre en ideas cometería un error tremendo. Guzmán no era un hombre original y lo decía siempre: “Yo lo que he hecho es asumir la gran tradición aristotélico-tomista”.
Rojas dice que vio algo más la noche del discurso:
—Tal vez sean voladuras de profesor, pero al escuchar a José Antonio me parecía oír a Manuel Montt. Yo soy un admirador profundo del que me parece el político más grande en la historia de Chile, Manuel Montt. Y el lema de Montt era “orden y progreso”. Yo decía: este es un discurso en que están conjugándose orden y progreso. Pero cuidado: no el progreso en el sentido de crecimiento económico solamente, sino progreso en la vida de las personas. Y eso para mí, aparte de oír a Jaime Guzmán, es de una riqueza enorme.
Para muchos, el presidente electo no es el mismo candidato de 2021. ¿Ve un cambio en él?
Creo que no, creo que es la misma persona con una lectura de circunstancias distintas. ¿Por qué la cuestión valórica —no uso esa expresión, a mí me gusta hablar de los bienes morales y culturales—, por qué no estuvo presente? Por lectura de circunstancias. La política no es puro principio: es articulación de principio y circunstancias, de principio y realidad práctica. Hoy, Chile en esas materias está mucho menos sensible. Del 2019 para acá los temas son inmigración, violencia, crimen, estancamiento económico. Yo tengo la esperanza segura de que a José Antonio la lectura de la realidad lo va a llevar a ponderar también las cuestiones “valóricas”, como se suele decir, en su mérito y oportunidad. Pero esa es una decisión que va a tomar él, en conciencia, delante de Dios, con sus asesores.
¿Usted cree que en algún minuto van a aflorar esos temas?
No como una agenda completa, sino más bien como “en este aspecto hay posibilidades de mejorarles la vida a las personas”. Porque la agenda valórica, desde la perspectiva nuestra, no es para defender un determinado bien de nicho; es porque creemos que eso les hace bien a las personas.
En el caso del aborto en tres causales, es una ley que tiene una gran aceptación a nivel de la población. Pero el presidente electo no la comparte.
¿Tendría algún sentido mandar un proyecto de ley que no va a tener aceptación? Nosotros aprendimos algo de Jaime Guzmán: cuando las encuestas entregan una información que es contraria a nuestras convicciones, ¿nos dejamos llevar por ellas? No. ¿Qué hacemos con esa encuesta? Convencer a esas personas cuyo planteamiento es contrario a nuestras convicciones de que nuestras convicciones son mejores que sus planteamientos.
¿Persuasión?
Exactamente. Ahora, el presidente de la República tiene potestad legislativa y, por lo tanto, esa persuasión la puede dirigir a través de proyectos de ley. Dos veces, quizá tres, José Antonio habló de la prudencia, y se la pidió a Dios en el discurso.
¿Qué se puede esperar de su gobierno?
Yo espero que los chilenos percibamos que la dirección que llevábamos es ahora otra. Va a haber mejorías, por supuesto. Yo he usado una expresión grandilocuente, porque es bonito usar expresiones de grandeza: “Una nueva época”. Hay que tener cuidado con esa expresión, porque se puede pensar que estamos en presencia de una figura iluminada, mesiánica. No. Estamos en presencia de Manuel Montt: de un hombre sencillo, cordial, trabajador. He tratado de definir la personalidad de José Antonio como una personalidad de normalidad extraordinaria. Esto usando la terminología de Carlos Peña podría parecer un oxímoron. Pero es compatible. Él es un hombre normal, pero extraordinario en su conocimiento de las situaciones, conocimiento de las personas, gran corazón, pícaro.
¿En qué sentido?
Tiene muy buen sentido del humor. En el uno a uno tiene un sentido del humor enorme. Él es muy alemán y muy huaso.
Usted hace referencia a Manuel Montt, que está considerado dentro de los gobiernos autoritarios del siglo XIX.
La historiografía está muy dividida: para Alberto Edwards, para Encina, para Mario Góngora, para Jaime Eyzaguirre, don Manuel Montt es la gran figura del siglo XIX, que ejerce muy fuertemente la autoridad. Es electo, hay una guerra civil; casi al terminar su segundo período hay una segunda contienda civil. Pero don Manuel, en el marco del orden, es un hombre de una gran capacidad de impulsar la vida del país: el Código Civil, el ferrocarril, desarrollo de la educación; el nacimiento de los partidos, y una cosa que es muy importante: el comienzo de la distinción en la vida pública entre política y religión. O sea, también en él hay algo que está muy presente en José Antonio: la distinción de los planos. José Antonio es un hombre de profunda fe, pero no se piense que eso lo va a llevar a andar lanzando agua bendita en la política chilena.
Los grandes líderes de la derecha del siglo XX tienen todos un perfil vinculado a la economía o el mundo empresarial: Jorge Alessandri, Sebastián Piñera, Joaquín Lavín, Evelyn Matthei. En cambio, Kast viene de otro mundo. ¿Qué relación ve con ellos?
Creo que la figura de su hermano Miguel dejó una huella en él en cuanto a valorar mucho la libertad económica, la necesidad de que los países crezcan. Pero la figura de Jaime Guzmán ha sido decisiva para que él sea un humanista. La palabra humanista se asocia a Erasmo de Rotterdam, a Tomás Moro, pero significa una persona dotada de una profunda humanidad que procura entender a los humanos y que propone un proyecto humano. Y creo que José Antonio cumple perfectamente con esos requisitos. Eso es lo que vi el domingo. Y en ese sentido se separa de la figura de notable ejercicio empresarial de don Jorge Alessandri, y de las otras tres figuras que has mencionado, con formación muy fuerte en economía, en administración: son administradores. José Antonio es, en el mejor sentido de la palabra, es un político que tiene una fuerte base humana y un proyecto humano. Y eso para mí es una maravilla. Por eso no soy lavinista.
Aura de autoridad
A Gonzalo Rojas no le agrada definirse como mentor de Kast. Dice que sus mentores han sido sus padres, su hermano Miguel, Guzmán y Pía Adriasola. Pero sus trayectorias políticas van de la mano: Rojas es uno de los fundadores de la UDI, partido al que Kast representó como diputado y que intentó presidir en dos ocasiones sin éxito. Lo acompañó luego en su salida de la UDI y en la formación del Partido Republicano.
Una de las críticas de Kast al gobierno de Sebastián Piñera fue su debilidad. ¿Él encarna una derecha dura?
Me parece muy bien la palabra dureza en el sentido de tomar decisiones. El contenido de las decisiones podrá ser juzgado como adecuado o inadecuado, por contraposición a los acuerdos. Es muy interesante lo que dijo José Antonio el domingo: “Nos han dicho que no somos capaces de tomar acuerdos: los vamos a sorprender con los acuerdos”. Eso va de la mano con el hecho de que él había dicho también —y fue muy criticado— que la Presidencia de la República tenía muchas atribuciones, y que era mucho más importante la Presidencia que el Congreso. Y eso yo creo que sigue plenamente vigente en su pensamiento y va a estar muy vigente en toda su actuación.
Algunos lo leyeron como un gesto de autoritarismo.
No, porque el Presidente de la República tiene que ejercer sus atribuciones. ¿Cómo el presidente de la República les va a decir a los ciudadanos: “Miren, yo solo me encargo de los acuerdos, no voy a ejercer mis atribuciones”? ¿Para qué lo elegimos, señor? No, no era un gesto autoritario; era un gesto que consistía en decir: van a elegir una persona que va a ejercer sus atribuciones.
¿No advierte usted en José Antonio Kast rasgos autoritarios?
En lo más mínimo. Cuando uno conoce a José Antonio se da cuenta de su enorme humanidad, de su empatía. Que no significa estar de acuerdo con las personas con las que trabaja en todo. Eso no es liderazgo. José Antonio tiene la capacidad de conducir equipos y se va a notar. Pero eso no es autoritarismo: eso es ejercicio de la autoridad. José Antonio es un hombre capaz de mandar. Tiene que mandar y llegar a acuerdos.
Ahora, ¿el ejercicio de la autoridad se va a sentir más fuerte en su gobierno?
Yo espero que sí. El deterioro de la autoridad en Chile es perceptible en la familia, en las salas de clase. Yo nunca tuve ninguna situación de cuestionamiento a mi autoridad, pero hoy día los profesores, en su mayoría, entran muy asustados a la sala de clases. Se ha perdido el aura de la autoridad. El respaldo hoy a las Fuerzas Armadas, a Carabineros, a la PDI es muy grande, pero el 2019 era una señal muy clara de la degradación de esas instituciones como sinónimos de autoridad. No me voy a referir al Presidente actual, sería una falta de respeto. Pero hay en la ciudadanía una manera muy distinta de percibir la autoridad por parte del Presidente Boric y de su coalición. Entonces sí: hay que restablecer la autoridad, simbólica y prácticamente. El hecho de que José Antonio vaya a vivir a La Moneda creo que no es solamente una cuestión de seguridad. Lo interpreto también como un afán de mostrar el vínculo entre el presidente de la República y la casa de gobierno; la casa de gobierno, el lugar que se habita, pero físicamente, no simbólicamente.
¿No hay riesgo de que eso pueda traducirse eventualmente en deterioro democrático?
Depende de cómo se comporte la izquierda. El comportamiento de las izquierdas y de las que están en esa posición insurgente, rupturista, ya anunciada, a través de organizaciones gremiales o pequeños grupos —el Partido Comunista Revolucionario, el Partido Comunista de los Trabajadores, etc.—, ese comportamiento activo va a requerir reacción. ¿Cómo va a reaccionar el presidente? Yo estoy seguro de que lo va a hacer con gran prudencia, pero la prudencia incluye la autoridad. La conciencia de José Antonio Kast, con su asesoría, con sus ministros, en una situación delicada, va a tomar decisiones. Y yo estoy convencido de que va a tomar buenas decisiones. Lo que no se le puede pedir al presidente, en el nombre de “cuidado con una deriva autoritaria”, es que diga: “Bueno, let it be”. A los que están en la calle no se les puede dejar hacer.
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